DISCOS
“Dylan reivindica un género fundamental en la historia norteamericana, el standard, y lo hace con clase, camuflado con desparpajo bajo el disfraz de crooner inmortal”
Bob Dylan
“Fallen angels”
COLUMBIA
Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.
A estas alturas que Bob Dylan hace lo que le sale del bolo no es noticia. Hace un año le dio por recuperar el cancionero clásico que popularizará Frank Sinatra, y ahí sigue. Más o menos. “Fallen angels” funciona como segundo episodio en su particular acercamiento al cool mood de los años 30 y 40 que tan buenos resultados cosechará con “Shadows in the night”. Nada nuevo, Dylan haciendo lo que le da la gana. Y bastante bien, claro.
Septuagenario y con más de cinco décadas grabando música, resulta pasmoso el empeño laboral del bueno de Bob Dylan. No parece que tenga muchas ganas de disfrutar de los placeres de la vida contemplativa a tenor de su infatigable producción discográfica y su interminable dedicación al directo.
Este nuevo disco que edita Columbia incluye doce composiciones tradicionales en su gran mayoría atrapadas en un tono sosegado. ‘Young at heart’, ‘Maybe you’ll be true’, ‘All the way’, ‘On a little street in Singapore’, ‘All or nothing at all’ tienen el sello Sinatra, viene de fábrica, pero en el tamiz Dylan se reencarnan en otra cosa alejada de “La Voz”. Dylan nunca presumió de garganta y, a sus 74, tampoco lo pretende. “Fallen angels” seduce por el tono melancólico y pausado donde, por encima de cualquier instrumento, el pedal steel sujeta la estructura completa del invento funcionando como verdadero andamio del disco. Donnie Herron y su pedal steel se llevan los mejores momentos.
Los músicos que han participado en el álbum son sus habituales en directo. Además del mencionado Herron, Charlie Sexton, Dean Parks y Stu Kimball nutren de elegantes guitarras todo el repertorio, George Receli abunda en una batería jazz al compás del bajo de Tony Garnier.
Este disco huele a humo de club. Supone un apasionante viaje en el tiempo, allá donde las cosas iban más despacio, reivindica el blanco y negro de las películas clásicas y respira de modo lento. No esperen sobresaltos. No los hay. Tan solo ‘That old black magic’, casi al final del disco, apuesta por el galope, hasta entonces es todo un trote suave.
Hay cierta intención de freno echado. Casi nunca despega, pero es precisamente esa letanía la que atrapa y mece a modo de nana. El low tempo manda, hay susurros y confesión y para cuando el disco acaba (cortito, nada de exageraciones), Dylan logra transmitir una sensación de paz moderadamente electrificada. No hay arrebato, todo está cuidadosamente vigilado.
Los autores Harold Arlen y Johnny Mercer son los responsables de la mayoría de las canciones, música que entronca con la edad de oro del swing norteamericano, Crosby, Miller… pero hay también recovecos con sabor a jazz, esas ensoñaciones que en su día lideraron las voces de Billie Holiday, Sarah Vaughan, o Dinah Washington. Con “Fallen angels” Dylan rinde un sentido tributo a las canciones y artistas que le acompañaron en su niñez.
Sí, es un disco de baladas y muy americano, claro. Dylan reivindica un género fundamental en la historia norteamericana, el standard, y lo hace con clase, camuflado con desparpajo bajo el disfraz de crooner inmortal y que, una vez más, convierte en propio lo que a priori no le pertenece. Que tío más grande este Dylan, siempre haciendo lo que le sale del bolo. Y muy bien.
–
Anterior crítica de discos: “A moon shaped pool”, de Radiohead.