FONDO DE CATÁLOGO
«Un disco nacido en el enclave de la nostalgia, en el temor al paso del tiempo y a la añoranza del pasado»
Sara Morales escribe sobre uno de los dúos más singulares de los ochenta, La Dama se Esconde, y recupera el primer elepé de los norteños, Armarios y camas. El grupo fue uno de los protagonistas del número 9 de Cuadernos Efe Eme, y el álbum, uno de los grandes referentes de Jorge Martí, líder de La Habitación Roja.
La Dama se Esconde
Armarios y camas
GRABACIONES ACCIDENTALES, 1986
Texto: SARA MORALES.
Nunca una dama sonó tan dulce y sugerente como esta que atravesó la histriónica escena de los ochenta sin apenas dejarse ver, pero haciéndose oír. Una dama delicada y perspicaz en cada verso, en cada nota escogida a conciencia por su alma máter, Nacho Goberna, con un imaginario tan fascinante como su propia naturaleza. Uno de los tesoros más preciados de nuestro pop, que levantó acompañado por el bajista Ignacio Valencia, cuyo sugerente nombre fue La Dama se Esconde.
“Un avestruz” y “El cielo azul”, compuestas por Goberna en su San Sebastián natal antes de aterrizar en Madrid, fueron las primeras canciones de La Dama se Esconde que vieron la luz. Lo hicieron como parte de un disco colectivo llamado La única alternativa, publicado en 1985; un tímido acercamiento al escrutinio público que cayó en gracia y suscitó la necesidad de saber más sobre aquellos dos chicos del norte que acababan de irrumpir en la actualidad del momento con una caja de ritmos, un pulso electroacústico y una enigmática introspección convertida en estrofas.
Sin hacerse esperar, aquel mismo año llegó al mundo Avestruces, el seminal y venerado minielepé de seis perlas, entre las que se esconde la imperecedera “Un regalo”, con el que pusieron de manifiesto su intención de seguir dejándose conocer entre fantasías de hobbits y guiños al universo de Tolkien. Sin embargo, fue al año siguiente, con la publicación de su primer larga duración, Armarios y camas, cuando supimos que La Dama se Esconde había llegado para quedarse.
Un disco nacido en el enclave de la nostalgia, en el temor al paso del tiempo y a la añoranza del pasado, que conquistó oídos y corazones con pasajes eternos como “Amenazas”, esa tierna y recurrente loa a la infancia; la inocencia de “Mi comenta”, el variopinto mundo de la percepción relatado en la imponente “Un error de apreciación” o la búsqueda de escondites secretos que encontramos en nosotros mismos y canta la letra de «No diré».
La sensibilidad de Nacho Goberna iluminó, desde la oscuridad de un sonido con influencias de Joy Division, los Clash, los primeros The Cure y Japan, la amalgama de propuestas que habitaban los escenarios y las ondas de mediados de los ochenta en España. Un talento para reflejar los enredos más complejos de la existencia con una sencillez tan brillante en verbo y ruido, que todavía hoy nos ampara y da calor cuando escuchamos estas diez canciones. Desde las inolvidables aventuras con los amigos que todos atesoramos en nuestros primeros recuerdos y él recrea en “Somos tres”, hasta los anhelos vitales, la incertidumbre y el vértigo de ir creciendo, en temas como “La noria”, “Y el corazón que late” y la propia “Armarios y camas”.
Una literatura sonora la de este álbum que vio la luz de la mano de DRO/GASA y alcanzó sus cotas más altas de reivindicación poética con canciones como “Agua” y “Tarde lluviosa”, gracias a esas constantes referencias a la naturaleza que siempre han habitado en Goberna por su propia infancia a orillas del Cantábrico, y que continúan permaneciendo en él desde su presente en el asfalto de la capital. Un trabajo incontestable y perpetuo, que contó con la producción del propio Goberna en colaboración con Miguel Herrero y Suso Saiz, y del que gotea una melancolía acogedora, ya vislumbrada desde el azul de su portada.
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Anterior Fondo de catálogo: Raising sand (2007), de Robert Plant y Alison Krauss.