«En general, para escribir una canción solo tengo que hacer un poco de ejercicio de memoria. Creo que tengo un disco duro cargado de situaciones, de emociones, de una vida intensa»
Ariel Rot publica mañana su nuevo disco, «La huesuda», un trabajo tranquilo que muestra su pericia y sensibilidad para bordar medios tiempos que rozan lo sublime. Como tantas otras veces a lo largo de los últimos quince años, Juan Puchades lo entrevista para Efe Eme.
Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: ALFREDO TOBÍA.
Hay que guardar la distancia si quieres mantener el equilibrio en el periodismo musical. Pero los que nos dedicamos a esto, inevitablemente, también tenemos nuestros propios héroes, gente con la que, te pongas como te pongas, sientes una conexión musical especial: sus discos suelen ser de los que esperas con cierta ansiedad pues confías hallar en ellos una nueva cosecha de canciones que te ayudará a sobrellevar la vida. Los lectores más veteranos de EFE EME seguramente sabrán que Ariel Rot es uno de mis héroes particulares, así que podrán perdonarme que, una vez más (y no sé cuantas van en los tres lustros de existencia de esta revista; en realidad ahora es un diario), lo entreviste. En esta ocasión para hablar de «La huesuda», un disco en el que se ha dejado llevar por una cierta tranquilidad para brindarnos una colección de medios tiempos que atrapan sin remisión.
Tras los saludos de rigor, y no sé muy bien cómo, comenzamos a hablar del error que supuso que el single de su anterior disco («Solo Rot», 2010) fuera el tema ‘Papi, dame la mano’, con lo que regresamos a la entrevista que mantuvimos cuando salió aquel álbum. A Ariel aquello le ha dejado un cierto regusto amargo que estos días se ha avivado: «El single del anterior fue tremendo. Estos días había comentarios: ‘estoy esperando el nuevo disco, porque el anterior no me gustó’, y estoy seguro que ni lo escucharon, que hubo gente que escuchó el single, le tiró para atrás y ahí se quedó».
Vivimos tiempos de inmediatez y un primer single marca a todo un disco.
Sí, sobre todo en un disco en el que hay un tema que no tiene nada que ver con el resto, y justo eliges ese; y lo mata todo.
Pues mira que «Solo Rot» es un gran disco.
A mí me parece un discazo, y ‘Papi, dame la mano’ me parece una gran canción, tal vez la producción… pero tiene una letra espectacular.
Una letra muy dura.
Es una letra muy potente, muy original y con un enfoque muy «power». Es más, en algún momento voy a hacer como con ‘Debajo del puente’ y la voy a hacer en blues o en alguna otra cosa que tenga más que ver.
¿Cómo se te ha ocurrido recuperar ahora ‘Debajo del puente’, canción de tu primer disco?
En realidad fue a ella a la que se le ocurrió [risas]. Me vino y me dijo «ya es hora de recuperarme, ¿vale? Que me has maltratado durante muchos años». No, había empezado a tocarla muy tímidamente, básicamente por los viajes a Argentina, porque ahí se hace mucho lo de que vas a una entrevista y llevas la guitarra y en algún momento me dijeron, «¿y ‘Debajo del puente?’ [hay que recordar que esta canción, en los años ochenta, cuando se editó en Argentina fue un éxito que sonó mucho en radio y televisión]. Me puse a tocarla y la hice de muchas formas distintas, un poco bossa nova, en otro momento en plan blues, y cuando llegó la hora del disco me dije «voy a grabarla, a lo mejor no la meto en el disco, pero voy a grabarla». Me parece que es un texto que está a la altura de mis textos actuales, y eso me sorprende, la verdad, porque la escribí con 23 años. Fue un rapto de lucidez juvenil.
En aquel primer disco es como que te salieron las letras que no pudiste escribir en Tequila.
Claro, aparte creo que fue la época más prolífica de mi vida: estaba atravesando un momento bastante especial, me había quedado pobre, había vuelto a la casa de mis padres, estaba en un cuartito con un portaestudio, y no salía de ahí, estaba todo el día escribiendo y grabando. Creo que nunca me volvió a pasar una cosa igual.
Al final, fíjate, esa canción hoy, en 2013, ¡joder, casi treinta años después!, podría ser una canción escrita ayer.
Totalmente. Así que empezamos a jugar con la canción, a tocarla más bluseada, con guitarra acústica. De hecho, la guitarra acústica que suena es la que quedó de la toma original, entonces, en ese momento dije, «¿por qué no la tocamos fuerte, en plan rock?». Y de repente encontramos ese ritmo, ese estilo, y en diez minutos estábamos escuchando con la boca abierta cómo la habíamos grabado. Son esos momentos maravillosos en los que te dejas llevar y te cuesta reconocerte. Porque es algo que no has meditado y que, sin embargo, se convierte en tu música favorita por un tiempo. Pero por la inmediatez.
‘Debajo del puente’ es uno de los temas más rockeros de «La huesuda».
Sí, creo que sí, es «el tema rock» del disco. Porque lo que es rock fuerte, no hay en este disco.
Porque ‘Nunca es tarde para el rock and roll’ mantiene un punto más de rock clásico…
Sí, es otra cosa, es rock más ligado al country, al blues, al Dylan actual.
Que el Dylan actual está ligado a las raíces.
Sí, es eso: raíces norteamericanas.
¿Estabas poco rockero, porque te ha salido un disco dominado por baladas muy intensas?
Bueno, de hecho, tú lo sabes, el primer planteamiento del disco era muchísimo menos rockero. Estaba jugando con muchos conceptos y sentía que el material que tenía se podía defender perfectamente con un piano, con una percusión, un contrabajo, y punto. Quería ir muy a lo esencial en el disco, lo que pasa es que nos fuimos dejando llevar y emocionándonos con José [Nortes, productor del álbum] y fueron las canciones las que mandaron más que el concepto sobre el papel. Por otro lado, estoy componiendo mucho con el piano, no tengo una banda eléctrica y creo que es normal que las composiciones salgan de una guitarra acústica o de un piano, bueno, luego se puede arreglar con un poco de distorsión y de electricidad, pero ya partes de una base más íntima.
Creo que incluso llegaste a grabar una primera maqueta con un formato de trío jazzístico, ¿no?
Bueno, la primera maqueta la grabé yo solo. Porque otra cosa que hice en este disco fue no hacer demos, no hacer las maquetas que hacemos últimamente todos los músicos, que consisten en, básicamente, diseñarlo todo: la batería, el bajo, la guitarra… la típica maqueta de ordenador. Pues no, aquí el demo fue ir a La Cabaña [el estudio de José Nortes], ponerme la guitarra, un micro y el piano, y cantar todas las canciones así. Que no es la mejor forma de presentar tu material a una discográfica [risas], era un poco duro, pero ahí estaba todo. El primer concepto sí fue ese, buscar un contrabajo, algo de jazz, tranquilo, pero sentí que no era mi fuerte, que yo no soy Paolo Conte o Vinicio Capossela, que me encantan, pero no; a lo mejor algún día llegaré hasta ahí, pero no le estaba sacando el rendimiento ni a las canciones ni a mí. Entonces decidí que había que dejar que las canciones mandaran, y mandaron por ese lado.
Has hecho cosas que son infrecuentes en tu obra, en tu manera de concebir las canciones, introduciendo arreglos de viento y cuerdas. Tú eres más directo.
Sí, me pareció que era un momento para embellecer las canciones sin prejuicios. Además, a José y a mí siempre nos sonaron así en nuestras cabezas: cuando empezamos a grabarlas, sentíamos que alguna canción era un poco Burt Bacharach y que quedaría muy bien el flugel horn. Por supuesto, ‘La huesuda’ siempre me la imaginé con trompeta y violines, además en los directos explicaba que la iba a cantar, pero que en realidad era un arreglo de trompeta; en ese sentido, esas partes ya sonaban en mi cabeza.
‘La huesuda’ estuviste rodándola en directo antes de grabarla, ¿le sentó bien ese rodaje previo o esas cosas importan poco cuando entras a grabar?
No, esas cosas están muy bien, fíjate que en este disco no me he puesto las letras delante en ninguna canción, fue la primera vez que canté sin las letras delante y cambia totalmente la manera de cantar, porque ¡practiqué tanto esas canciones! Como no hice demos, las cantaba, me sentaba en el piano y las cantaba, y las cantaba, y las cantaba… y entonces descubría que quería cambiar un acorde o que era mejor alargar una parte. Digamos que las dejé libres mucho más tiempo, no las dejé congeladas en una maqueta, las dejé que evolucionaran cantándolas y tocándolas, entonces llegó un momento en que me las sabía perfectamente. Ahora mismo puedo cantar el disco entero, desde la primera hasta la última canción –cosa que un día podemos hacer como experimento–, sin problemas, sin una letra delante. Nunca me pasó esto y creo que no estar mirando la letra te libera, poder cerrar los ojos y sentir lo que estás contando es totalmente otra sensación, es más como lo que te pasa en directo.
En algunas canciones tiene mucha presencia el piano, supongo que tiene que ver con haberlas escrito, precisamente, con piano, ¿no?
Sí, el piano se transformó en una especie de imán en casa: me sirvo una copa de vino y automáticamente me siento en el piano; se van todos de casa, me siento en el piano… El piano me provoca como cierta atracción y compuse muchísimo con el piano. Claro, lo que pasa es que luego llamé a Luis Prado [de Señor Mostaza] para mejorar y que fuera un especialista el que las grabara, pero las sé tocar perfectamente [risas].
¿Quizá ese mayor número de baladas que de temas rock en el disco, está relacionado con eso, con que han nacido más con el piano que con la guitarra?
Bueno, ¡con el piano también se puede tocar rock!
Sí, claro, Little Richard, Jerry Lee Lewis, el primer Elton John…
Hay grandes ejemplos. Sí, pero en tu casa el piano te lleva a una sensibilidad quizá más intimista, más confesional.
En ‘Nunca es tarde para el rock’, regresas a la ironía de la que habías hecho gala en algunas canciones de «Solo Rot», ¿has encontrado otra línea de composición en esas canciones levemente irónicas?
Sí, y con esa canción intento romper con el prejuicio de que el rock and roll tiene una fecha de caducidad, entonces digo que a pesar de que ya no cumplo con determinados clichés rockeros, no bajo la guardia y cuidado que en cualquier momento me puedo subir con una banda y ponerme a tocar rock and roll.
Pese a la ironía, pienso que en esa canción hay mucha verdad.
Sí, están presentes ciertas pérdidas. La de la vista, por ejemplo [risas].
«Gano medallas solo de plata, / no me importa perder la partida, / el mejor jugador es el que antes olvida. / Soy león y soy cordero, / voy del circo al matadero, / poco fiel a mis principios, / ayer enfermero, mañana tu vicio. / No quiero ser prisionero / de este mundo insensato, / yo conocí el terciopelo, / ahora váyanse a la mierda un rato».
[Risas] Me encanta esta letra.
Es una especie de catálogo de sensaciones en las que interpreto que hablas de ti mismo, que son como un reflejo tuyo.
Cien por cien. Vamos, no me corto un pelo, hasta digo que ya no trabajo en la radio, que no tengo dinero para pagar a una orquesta, que nunca llené los estadios, ¡eso es una confesión muy dura!
«Alguien se robó la llave maestra», cantas.
Habrá que buscar quién fue [risas]. Esperemos que lo estén buscando, ¡que lo ajusticien!
¿No te apura un poco contar algunas de estas cosas?
No, me hace mucha gracia, sí. Hay cosas mucho peores de las que avergonzarse.
En el disco, a la vez, está el Ariel Rot que una vez más se destapa como un gran letrista y un enorme observador de la vida, por ejemplo me quedé impresionado con la primera escucha de ‘Para escribir otro final’, cómo habías narrado ese final de una pareja, en el que no hay valor para decir adiós.
Ese es un tema universal. Prácticamente, a partir de cierta edad, es raro que no te haya pasado. Sí, a mí fíjate que, salvo ‘La huesuda’, que todavía me sigo preguntando cómo se me ocurrió hacer un tema así, en general para escribir una canción solo tengo que hacer un poco de ejercicio de memoria. Creo que tengo un disco duro cargado de situaciones, de emociones, de una vida intensa y hay cosas de las que me olvido y que de repente vuelven y las tengo muy presentes. Cosas que han desaparecido pero de las que, sin más, me acuerdo perfectamente: de una situación, de una ruptura, de hacer la maleta, de esperar ese taxi. Cosas muy duras, pero muy poéticas también, y simplemente tengo que usar casi ese método de actor de volver a recordar ese momento. Así surgen.
«Actuando solo, o en trío, me ha ocurrido de tocar a partir de las diez o las once de la noche y que la gente no pare de hablar. Pero vamos a ver, ¡qué es esto!»
Cuando acabaste de escribir ‘Para escribir otro final’, ¿tú mismo te sorprendiste de lo buena que era, o no?
Hummm… No, fíjate, porque aunque cada uno lo escribe a su manera, me parece que es un tema que se ha tocado mucho, muchísimo. Todavía me quedo más flipado con ‘Los últimos cien metros’, temas que digo «¡qué locura, ¿qué estoy escribiendo?!». Aparte, tardé mucho más, porque ‘Para escribir otro final’ es un tema que, en realidad, en cuanto conseguí empezar, ya prácticamente salió solo.
¿Cómo se te ocurrió versionar ‘Rubias de New York’?
Es de la película de Gardel, «Rubias de New York», en la que canta esta canción, que en realidad es una canción totalmente orquestada, un fox trot, más o menos. Y lo que hice fue arreglarlo, buscar acordes para poder tocarlo con una guitarra, que fue un curro. La verdad es que es una canción que sí tardé en aprendérmela, tanto la letra como la música. Tiene su historia, aunque en realidad no sé si es muy interesante, pero tiene su historia: fue para un programa de cine que te pedían que grabaras una canción de alguna película. Filmaban con mucha calidad, pero el programa desapareció y mi filmación, con esta canción, habrá quedado por algún lado. La grabé yo solito con la guitarra, tuve que estar durante un par de semanas tocándola y tocándola hasta que finalmente conseguí aprenderme toda esa letra y toda esa música de memoria, porque es complicada, y ahí quedó, y me dije «no sé si va a salir el programa, pero la voy a usar para mi disco», porque me pareció que tenía cierta continuidad con ‘Las confesiones de un comedor de Pizza’ [tema de 1997, grabado en «Hablando solo»].
¿Es difícil enfrentarse a la composición de un disco nuevo, a escribir nuevos temas?
No, en este caso fue bastante fácil y además, disfrutable. Pero esto va por rachas, de repente en una racha tienes cuatro o cinco canciones y a lo mejor algo pasa y te tiras tres meses sin canciones nuevas, y ni te preocupas, ¡hasta que empiezas a preocuparte! En ese momento me resultaba muy fácil volver a conectar, sí, en este disco no ha habido una preocupación, en otros sí, por supuesto, pero aquí todo fue muy fluido.
En las últimas semanas has estado tocando en directo, ¿esos conciertos eran el arranque de la gira de presentación del disco?
Bueno, han sido unos conciertitos aislados, porque vamos a hacer algún concierto para fans, he grabado los conciertos de Radio 3, también tenía que tocar en alguna radio, y ya que tenía que montar todo eso, me dije, «voy a intentar darle una alegría a los músicos y salir a tocar un poco».
¿Y con quién has estado tocando?
Con Candy [Caramelo] y con Osvi [Grecco], en trío, es como una mezcla entre el «solo» y la banda: yo voy con la guitarra y el piano, Candy con el bajo y haciendo percusión en algún tema, y Osvi en la guitarra. La idea es que quiero mantener el concepto del «solo», pero sin que haya muchos límites, que podamos cambiarnos: porque Osvi toca la acústica pero también hace algunos solos de temas del disco, y cuando yo toco el piano los solos de guitarra los hace él, así que vuelve a ser un concierto bastante dinámico. De todas formas solo hice tres y todavía tengo que redondearlo.
¿Habrá gira específica con grupo para presentar el disco?
La gira será en octubre, porque como surgió lo de «Uno de los nuestros», era un poco raro tocar en Madrid y en Barcelona tan pegado a estos conciertos tan mediáticamente poderosos, y era como que iba a eclipsar mis propios shows, así que he preferido hacerlo distinto esta vez, adaptarme a lo que va ocurriendo. Creo que girar en octubre va a estar muy bien, porque va a darle a la gente más tiempo para que conozca las canciones, a que progresivamente nosotros vayamos incorporándolas y no sean quince días de ensayo a toda pastilla y estresados. En octubre creo que Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao las haremos prácticamente seguro, y luego lo que vaya saliendo.
¿Tienes muchas expectativas puestas en la gira «Uno de los nuestros»?
Hummm… procuro ser precavido. De todas formas es un lujo poder hacer algunos conciertos con banda, con técnicos, con luces y con una producción a lo grande, y con el Loco y con Leiva. Piensa que con «Solo Rot» hice la gira cuando salió el disco y después no pude volver a tener tres bolos seguidos con banda, es un poco frustrante eso. Con este disco creo que no hace falta tanto una banda, fíjate.
Eso está claro, pero, a la vez, el show eléctrico tiene su punto y no deja de ser tu formato natural.
Sí, tendré que hacer shows con banda, pero la verdad es que no sé cómo, porque los números son muy complicados, pero creo que conciertos puntuales en determinadas ciudades sí los podré hacer. Y si no tendré que empezar a pagar para poder dedicarme a la música.
Eso es tremendo, Ariel.
[Risas] Bueno, durante treinta y pico de años fue al revés, y mira, ¡las cosas cambian!
Qué duro se ha puesto, ¿no?
Durísimo, durísimo. Prácticamente imposible.
Fíjate, hace unos días le pegué un vistazo al libro aquel de conversaciones que escribimos hace diez años y entonces ya se veía en el horizonte que la cosa se estaba poniendo cruda, pero se ponía cruda en lo discográfico, pero entonces quedaban los directos,
Es que entonces hacíamos entre cuarenta y cincuenta shows con banda todos los años. Una cosa increíble. Ahora, por supuesto que nadie te va a regalar un concierto, y a la gente también le cuesta mucho ir a los conciertos.
La gente no tiene dinero, para empezar.
Exacto. Pero tampoco hay una cultura de ahorrar para ir a un concierto. Es una cuestión de educación, yo creo que la música ha sido y sigue siendo maltratada, pero desde el colegio, ese es el tema. Porque actuando solo, o en trío, me ha ocurrido de tocar a partir de las diez o las once de la noche y que la gente no pare de hablar. Pero vamos a ver, ¡qué es esto! Aparte de la educación, la sensibilidad, el interés… no cuadra. Es tremendo. Es increíble, porque todo se pervierte: ni tú estás a lo que tienes que estar, te distraes, pones una energía donde realmente no deberías ponerla, cambia todo. Vale, hay gente a la que parece que le gusta pagar una entrada y ponerse a hablar, pero hay mucha a la que le gusta pagar y escuchar. ¡Por favor! ¡Un poco de respeto! Es impresionante.
La única solución pasa por tocar con el público sentado.
Probablemente. Pero, claro, yo he tenido conciertos bonitos donde solo había un par de grupetes a los que se les puede detectar y alguien se acerca a decirles, «Por favor, chicos, molestan un poco», pero el resto de la gente está a tope, superconectada, y son los más, el problema es cuando la proporción te juega en contra.
Te vi tocar en septiembre pasado, en tu último concierto con la banda. Y estabas disfrutando, se te veía contento enchufado con la guitarra y con el grupo detrás.
Sí, pero en realidad me encantaría poder compartir todos los formatos que tengo, porque disfruto en todos, pero hay unos que se convirtieron en imposible por una cuestión económica. Pero es que el año pasado solo tuve tres o cuatro conciertos con banda.
Llevas treinta y tantos años en la música, y estamos en una situación en la que los discos no se venden, y con los directos se está poniendo muy cuesta arriba, ¿estás preocupado por el futuro o tratas de no pensar en ello?
En algún momento empezaré a preocuparme [risas]. Pero para ese momento, bueno… tengo planes, voy a salir fuera, y con este formato en solitario, muy mal se tiene que dar para que no pueda seguir funcionando aunque sea ganando la quinta parte de lo que ganaba antes, así que pienso que podré seguir mínimamente. La verdad es que en este momento no estoy preocupado, pero tampoco relajado.
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Los primeros compradores de “La huesuda” (se pone a la venta mañana, 7 de mayo) se verán recompensados, en cuatro ciudades, con unos conciertos acústicos exclusivos en la Fnac: 9 de mayo (Valencia), 10 mayo (Barcelona, Fnac Triangle) y 14 de mayo (Bilbao). Se darán invitaciones a los primeros compradores hasta completar el aforo. En Madrid habrá un concierto especial en la sala Clamores el 13 de mayo para los primeros 150 compradores del CD en la Fnac de Callao