FONDO DE CATÁLOGO
«Ante todo es un disco bonito, hermoso, que tiene su mayor tanto en una dupla de guitarristas en perfecta comunión»
Whisbone Ash
Argus
DECCA / MCA, 1972
Texto: MANEL CELEIRO
Tengo un amigo enamorado del rock progresivo, fan absoluto de un género con el que un servidor no empatiza en demasía. Salvo algunas excepciones, lo considero un estilo ostentoso en el que prima más el lucimiento instrumental que otorgarle un sentimiento orgánico como sí sucede en otras vertientes musicales. O así lo creo.
Pero bueno, volviendo al citado compañero he de decir que no paraba de insistirme, estamos en los años ochenta, con una banda británica llamada Wishbone Ash: «Te tienen que gustar, son algo progresivos pero hay mucho rock», repetía invariablemente; «han influido bastante con su sonido de guitarras en grupos que te gustan», era otra cantinela habitual. Ante tanta matraca decidí ponerme a investigar. En una de las habituales incursiones de sábado por las tiendas de la calle Tallers de Barcelona cayó un doble álbum en vivo, Live dates, editado en 1973, y que me dejó algo frío. Por aquel entonces no escuchaba más que bandas con el volumen al once. Cierto que esas combinaciones a las seis cuerdas me recordaban a Thin Lizzy o a Iron Maiden, pero pese a intentarlo con verdadero ahínco nunca conecté con ellos.
Mucho tiempo después, corría el 2002, y en otra de aquellas tiendas que afortunadamente todavía siguen abiertas en la misma calle Tallers, vi una flamante reedición en disco compacto de Argus; con su desafiante guerrero en la portada y que, además del disco original remasterizado, contenía como bonus un epé promocional, Live in Memphis. Obviamente por aquel entonces mis horizontes musicales eran notablemente más abiertos y había leído sobre ese álbum, mencionado siempre entre los trabajos clásicos de los setenta y el favorito de aquel pertinaz compadre. Además estaba a un precio imposible de resistir, así que fue para la saca.
Al llegar a casa pude comprobar que varias de las canciones del disco estaban también en el doble en vivo que reposaba en mis estanterías. Recordando lo poco que me impresionó en su momento, pensé que sería otra de esas compras que acaban criando polvo tras ser escuchadas poco más de un par de veces. Así que lo puse en el reproductor y apreté el botón del play. De los altavoces surgió el sonido que recordaba pero reforzado, pulcro, imponente en su remasterización, seductor con el aliento épico de sus composiciones… y algo hizo clic en mi interior. Tras un par de pasadas más empecé a comprender las razones por las que me recomendaban su escucha.
Es cierto que hay aires progresivos, pero también nos encontramos con la delicadeza del folk hecho en la campiña inglesa, algo de la psicodelia propia de la época y un poso inconfundible de blues rock. Pero ante todo es un disco bonito, hermoso, que tiene su mayor tanto en una dupla de guitarristas en perfecta comunión, Andy Powell y Ted Turner, que convierten en oro todo lo que tocan. Los solos y los desarrollos de las seis cuerdas son una clase maestra de cómo combinar un par de hachas con distinción y clase, custodiados por el omnipresente bajo de Martin Turner y la palpitación rítmica de Steve Upton. La siete composiciones son como piezas de un puzle que encajan a las mil maravillas y que, una vez finalizado, da como consecuencia un paisaje sonoro fascinante, encanto al que finalmente acabé por sucumbir.
La apertura con “Time was”, con esos arpegios etéreos y los juegos vocales como introducción, hasta que cerca de los tres minutos explotan en subidón y orgía guitarrera. Patrón que se repite en la siguiente canción, “Sometime world”; empezamos calentado motores, subiendo poco a poco, ojo a los deliciosos apuntes de guitarra que decoran esa parte tranquila, para desembocar en una subida de tempo con coros casi pop que culmina en una exhibición solista de órdago. El folk toma de nuevo el timón para apoderarse de “Leaf and stream”, y en el trío formado por “The kingwill come”, “Warrior” o “Throw down the sword” se puede disfrutar de la brillantez de la labor instrumental y del perfecto acabado de las canciones.
El nombre Wishbone Ash sigue en activo hoy en día, editando discos regulares sin demasiado eco fuera de sus seguidores acérrimos y explotando en directo los réditos de sus mejores obras. Con cambios de músicos y diferentes encarnaciones con Andy y Ted cada uno por su lado, producto de las malas relaciones entre ellos. Algo tan cotidiano en el negocio del rock que no nos viene de nuevo. Pero siempre tendrán su lugar en la historia por una grabación tan perfecta como esta, que continúa captando adeptos casi cincuenta años después de su edición. Nunca es tarde si la dicha es buena.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: Ideas (1968), de Almas Humildes.