OPERACIÓN RESCATE
“No es de extrañar ese contagio entre sus letras y sus dibujos porque, según explicó él mismo, hizo este disco mientras iba pintando”
Manolo García
“Arena en los bolsillos”
BMG, 1998
Este año se cumplen veinte del punto de partida solista de Manolo García. Arancha Moreno retrocede hasta 1998 para detenerse en el debut en solitario del barcelonés, el exitoso “Arena en los bolsillos” con el que empezó a forjar su camino tras El Último de la Fila.
Texto: ARANCHA MORENO.
Con una percusión casi desnuda, que se va enmarañando en unas guitarras envolventes y unos pasajes arabescos: así arranca ‘Prefiero el trapecio’, el primer corte de “Arena en los bolsillos”. El disco con el que Manolo García abría su etapa solista, allá por 1998, cumple estos días dos décadas. Su autor podría estar ahora mismo zarandeando su aniversario por los escenarios, palmeándose con motivo, pero no: se encuentra presentando su nuevo trabajo, “Geometría del rayo”. En EFE EME sí volvemos la vista atrás, hasta su punto de partida solista, para entender en qué momento se encontraba cuando firmó algunas de sus canciones más celebradas. Y más inspiradas.
“Arena en los bolsillos” vio la luz el 4 de mayo de 1998, apenas cuatro meses después de que El Último de la Fila anunciase oficialmente su separación. Tras compartir aventuras en tres bandas distintas (también en Los Rápidos y Los Burros), Manolo García y Quimi Portet bifurcaban sus caminos. En 1995 publicaron su último trabajo conjunto, “La rebelión de los hombres rana”. En esos tres años entre la despedida del grupo y el primer trabajo del solista, giraron por toda España y Manolo empezó a gestar las canciones que conformaron su debut.
Con la seguridad que dan casi veinte años de carrera previa, García confeccionó un primer álbum solista donde se encuentran las bases de todo lo que vendrá después. «Arena en los bolsillos» es el vivo ejemplo del sonido García, uno de los músicos españoles con un sello más personal. No suena a nadie más que a sí mismo, con su contraste intenso entre guitarras eléctricas (el rock, del que vino y del que nunca se ha ido) y pasajes acústicos, enredados todos en una misma canción donde también caben giros moriscos, junto a esa voz a ratos moruna, a ratos aflamencada, que transmite letras intensas, muy largas, plagadas de escenas cotidianas y parajes naturales. Un estallido único en el que las canciones se presentan, por momentos, abundantes, pero también capaces de desnudarse y calar con la misma profundidad.
El debut del barcelonés contiene doce temas originales (más dos versiones extra) entre los que se encuentran algunos de los cortes más populares de toda su discografía. Auténticos himnos como ‘A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando’, de corte muy eléctrico y estribillo pegadizo, el ya mencionado ‘Prefiero el trapecio’, donde se entrecruzan la realidad (menciona a Jaume Sisa y a Peret) y la ficción (Carpanta, Rompetechos) o la visual ‘Carbón y ramas secas’, que arranca con una bonita estampa: «Sobre los tejados se escapa la tarde / humo de un cigarro que fuma Gardel». Esta última aparece en dos versiones, la primera con laud y la última, al final del cedé, con mandolina.
El aire arabesco, que ya asomaba en tiempos de El Último de la Fila, sigue filtrándose en piezas como ‘A quien tanto he querido’, o en las voces finales de ‘Sobre el oscuro abismo en que te meces’. También lo aflamencado, en ciertas guitarras y voces. Destaca también la parte rítmica, por la viveza de sus percusiones y palmas. Manolo sigue atravesando el sendero del rock, pero abriéndose en algunos temas hacia un pop más intimista (‘Como quien da un refresco’) y divirtiéndose con algún guiño reggae (‘La llanura’).
Entre las joyas de este disco se encuentra, quizá, el tema más escuchado de su discografía, el mágico ‘Pájaros de barro’. Curiosamente, una de sus canciones más desnudas. Arranca con unas palmas, acompasadas por una guitarra acústica y unos giros árabes, para adentrarnos en una de sus letras más poéticas. En ella despliega su paleta de imágenes, colores y sensaciones, como si pintase cada verso que escribe. No es de extrañar ese contagio entre sus textos y sus dibujos (muy presentes en el arte del libreto) porque, según explicó él mismo, hizo este disco mientras iba pintando.
La grabación transcurrió en los estudios The Town House de Londres, con Nacho Lesko (teclados) y Pedro Javier González (guitarras), entre otros músicos. El propio Manolo, autor de todas las letras y músicas, tomó las riendas del sonido del álbum, y la producción se la atribuye a Perro Records, sello que fundó años atrás para sacar otros trabajos de El Último de la Fila. BMG se encargó de la edición y la distribución, que tuvo una gran acogida nada más salir. Fue número uno en la lista de ventas AFYVE, y durante las semanas que permaneció en la lista superó las 900.000 copias. La gira que siguió a este primer disco rozó el centenar de conciertos. Aunque eran proyectos diferentes, el fervor que había desatado El Último de la Fila seguía acompañándole, a nivel de público y crítica. “Arena en los bolsillos” fue laureado con tres Premios de la Música («Mejor artista pop», «Mejor álbum» y «Mejor producción artística»), dos Premios Amigo (“Mejor solista masculino español” y “Mejor álbum español”), y recibió un Ondas como “Mejor artista en directo”.
En 1999 se editó una caja un tanto especial: “Singles-Arena en los bolsillos”, una rareza limitada de 50.000 copias que contenía todos los sencillos del debut. Incluía también varias caras B, versiones en directo, maquetas y versiones inéditas, además de algunas ilustraciones. Dos años después, en 2001, llegaría el próximo, “Nunca el tiempo es perdido”. Buen título para alguien como Manolo, que lleva casi cuarenta años demostrando musicalmente cómo aprovechar los días.
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Anterior Operación rescate: “Entertainment!” (1979), de Gang of Four.