“Bailan, se desgañitan, mueren y renacen en cada interpretación, intercambiándose saxo, clarinete, teclados, guitarras y baterías”
Con una puesta en escena deslumbrante, la banda canadiense Arcade Fire recaló este martes en Madrid. Una parada de la gira de su último disco, “Everything now”, que no se perdió David Pérez Marín.
Texto: DAVID PÉREZ MARÍN. Fotos: GABARDINO.
Arcade Fire
WiZink Center, Madrid
24 de abril de 2018
Huele a verano, la luz de Madrid esquiva las nubes y se te queda pegada como salitre en la piel. No sabemos hacia donde nos dirigimos, pero sí que es “un lugar donde no llegan los coches ni los aviones, ni los barcos ni las naves espaciales…”. El Wizink Center se disfraza de Las Vegas y, con un cuadrilátero justo en medio de la pista, se prepara para un combate que ni Mayweather contra Pacquiao.
Antes del plato principal de una velada que dejará marca, la Preservation Hall Jazz Band nos regala los aromas de la Louisiana más auténtica y la brisa que desata el Mississippi a su paso, desbordando con puro New Orleans cada espacio vacío de un pabellón que aún apura fuera la penúltima cerveza.
Se apagan las luces y la quinta de Beethoven se mezcla con Walter Murphy, mientras los púgiles de Montreal hacen el paseíllo entre el público y halagos del speaker. Con el espíritu libre de Mohamed Ali bajo sus alas, dejan las cosas claras nada más subir al ring, danzando como mariposas de neón y picando como abejas intergalácticas, haciendo que su brillante veneno nos corra por las venas desde los compases iniciales del hit rompe pistas ‘Everything now’. Con este primer gancho, perteneciente al disco de mismo nombre que lanzaron el pasado año, cae la luna y la sustituyen por dos bolas de espejos.
Suenan los tambores y ese “Sleeping is giving in, no matter what the time is / Sleeping is giving in, so lift those heavy eyelids…”. Y no, en esta ciudad sin sueño, hoy no duerme nadie. Besamos la lona con el himno ‘Rebellion (lies)’, primera bomba que cae de “Funeral” (2004), uno de los mejores álbumes debut de la historia del rock independiente. La fiesta interminable continua con ‘Here comes the night time’, una explosión de mil colores en la oscuridad que nos lleva a abrir de par en par la “Biblia de neón” (2007), con los canadienses acelerando y lanzándonos al aire, “entre el primer rayo de luz y el principio del sueño”, en una apoteósica ‘No cars go’.
Cuatro asaltos y la presentación simpática y grandilocuente del speaker cuando salieron a escena, eso de “los reyes del indie” y “los ministros del pop”, se va antojando corta. No existe ahora mismo banda de su generación que les pueda hacer sombra en el escenario.
Dos temas más del muy desigual y descafeinado “Everything now” (2017), una hipnótica ‘Electric blue’ en la que cogemos oxígeno bajo una lluvia de rayos azules, con Régine Chasagne al mando, y la reivindicativa ‘Put your money on me’, que gana enteros en vivo y posee la esencia de la obra que vienen a presentar, una crítica a la sociedad de consumo y la incomunicación reinante.
“Se bajan del escenario y montan una charanga que serpentea por los pasillos del antiguo palacio de deportes y termina por salir a una de las calles aledañas”
Suben las pulsaciones colectivas con un póker de ases de su segundo largo de 2007, la que le da nombre, ‘Neon Bible’, la intensidad contenida y absorbente de ‘My body is a cage’, y las dos más rockeras y afiladas ‘Keep the car running’ y ‘(Antichrist televisión blues)’. La orgía es total sobre el escenario, los nueve músicos bailan, se desgañitan, mueren y renacen en cada interpretación, intercambiándose saxo, clarinete, teclados, guitarras y baterías con una facilidad abrumadora. A estas alturas de concierto, un compañero se hace la pregunta de si Arcade Fire es la banda más sobrevalorada del planeta… bendita sobrevaloración. Está claro que esto no es una master class sinfónica donde saborear nítidamente cada sonido, pero sí es pura pasión y energía que transmite verdad sin trampa ni cartón. Opiniones aparte, nada podrá evitar que este sea, por méritos propios, uno de los mejores conciertos del año.
Y sin pensarlo, “cavamos un túnel desde nuestra ventana a la de ellos”, en un ‘Neighborhood #1 (Tunnels)’ a tumba abierta, capaz de derretir los polos y arrancarte de cuajo el frío más doloroso que tengas enquistado en el pecho.
El espíritu de su querido Bowie pulula libre en el aire y se filtra en todo momento por las cuerdas vocales de Butler, que tras el anuncio en las pantallas de “The suburbs” (2010), bordan la titular y su ‘Continued’, seguida de la joya de la corona del disco, una ‘Ready to start’ que no nos deja ni un solo instante tocar el suelo.
Es hora de sacarle brillo a las bolas de espejos con tres temas ganadores, una más de su tercer elepé y dos del volantazo a la electrónica que dieron en 2014 con “Reflector”. ‘Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)’, en la que Régine se mezcla entre el público cantando con su falsete imposible y danzando como un ser mágico, seguida de ‘Reflektor’ y ‘Afterlife’, en la que hace lo propio su marido, bajo las misma bola que no para de girar y de partir en mil cada rayo de luz.
‘Creature comfort’ gana también músculo en directo y nos catapulta con decisión al ‘Neighborhood #3 (Power Out)’ final, que funden con un fragmento de ‘Give you power’. Se despiden durante una inmensa ovación en la que es palpable el eco del éxtasis colectivo, con miles de ojos vidriosos pidiendo a gritos una dosis más.
Vuelven a tomar el ring y Butler canta desde el público, con una acústica de doce cuerdas, ‘We don’t deserve love’, con la letra de la misma en las pantallas a modo de karaoke. Win se une a la banda en el escenario, que parece una caja de música mágica (la parte central gira lentamente) capaz de concederte cualquier deseo si cierras los ojos unos segundos y te dejas llevar. Canción que finalizan con unas estrofas del ‘Bird on the wire’ de Cohen, para terminar de cortarnos la respiración.
Pero la fiesta tiene que continuar y se suma la Preservation Hall Jazz Band al escenario con ‘Everything now (continued)’, seguida de los fuegos artificiales finales en una coreada hasta el infinito y más allá ‘Wake up’. Antes de que la madrugada le de la bienvenida a nuestro particular miércoles de ceniza, Win Butler y los trece músicos que lo acompañan sobre el escenario nos recuerdan que la vida, aquí y ahora, es un carnaval. Así que, con lo coros de ‘Wake up’ aún palpitando en las gargantas de los miles de afortunados que abarrotan el Winzik Center, Arcade Fire y la Preservation Hall, instrumentos en mano, se bajan del escenario y montan una charanga que serpentea por los pasillos del antiguo palacio de deportes y termina por salir a una de las calles aledañas, marcando a fuego en la memoria una noche totalmente inolvidable. Habrá gente que pueda contarle a sus nietos que una noche bajó a tirar la basura y se cruzó con Arcade Fire y la Preservation Hall Jazz Band en la Fuente del Berro. Pura magia, puro KO.