“Apelón”, de Roger de Flor

Autor:

DISCOS

“Un músico quizá poco conocido, pero extremadamente emocionante, transparente pero plagado de detalles”

 

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Roger de Flor
“Apelón”
FEITICEIRA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

En la comarca de Ferrolterra hay algo en el aire que consigue que sus músicos encuentren un sonido peculiar, plagado de naturalidad, sustentado en melodías calmas, bebiendo de lo popular sin envanecerse. Un sonido que es un bálsamo y hace suspirar, que no le hace ascos a lo eléctrico, pero que lo utiliza para recrearse, no para inflamar. De toda esta escena, destacan las canciones de Roger de Flor, que pasito a pasito, sin ir más allá de despertar pasión entre aficionados sensibles a sus ideas, ha ido encajando su particular mundo. Un mundo que amalgama el pop melancólico y los cantautores folkies y que en Galicia pasa necesariamente por Andrés do Barro. Desarrolla, pues, la sencillez, el cuidado en los arreglos y la revisión de las palabras ya gastadas. Así ocurre especialmente en las dos canciones en gallego, ‘Estoupará’ y un bonus escondido, una miniatura preciosa llena de dulzura e intimidad que resulta ser una adaptación del ‘The Wind’ de Cat Stevens.

Pero hay mucho más, claro. Esa ranchera estremecedora, un canto a la vida para que nos acoja, que es ‘Brindo’ o la armónica que te encoge al iniciar ‘Aquí y ahora’. Y sobre ellas se alza una letra en italiano, ‘Canzone per Giulia’, con unos bongos tropicales y sobrevolando el conjunto la guitarra delicada, de sofisticada elegancia que aporta la colaboración de Charlie Mysterio, sobre todo en ese puente que está pidiendo entre susurros fondos con imágenes de la Costa Azul.

Porque junto a este ambiente de placidez en los compases, el músico gallego juega con los palos de la música popular sin complejos, casi sin sentirlo, con unos arreglos transparentes pero enormemente efectivos. ‘Ferrol Vello’ no deja de ser una tonada country, con su acordeón y su banjo, en una historia de amores antiguos, de calles y tabernas; ‘Buenos días’ con sus vientos y su aire de cabaret juguetón, despierta la magia de esas fantasías cotidianas que asume siempre en las letras y ‘Marta’ –de nuevo la guitarra de Charlie– asume todo el legado de los grupos vocales de los cincuenta. Mención especial para ‘Perdido en la calle’, que acoge esa andadura en el fraseo de lo CRAG –los vientos son los de ‘Señora azul’– que tan bien sienta al pop español cuando se hace con la sabiduría que da el amor a la música.

Aún tiene espacio Roger de Flor para presentarnos en una canción su nuevo proyecto. Anda trabajando sobre poemas del romántico William Blake y nos ofrece su primera incursión, ese ‘Spring’ que en las páginas del poeta inglés es himno de infantil ligereza, y que con la instrumentación acústica que prepara deviene demoledoramente campestre y levemente cósmico, a la manera del sonido de Canterbury. Todo ello conforma la obra de un músico quizá poco conocido, pero extremadamente emocionante, transparente pero plagado de detalles, con canciones que no te dejan, de esas que tiempo después recuerdas. Seguramente esas son sus pretensiones, pero es una verdadera lástima que no lleguen a un mayor número de público, porque eso es lo único que les falta para convertirse en clásicos.

 

 

Anterior crítica de disco: “La fuerza mayor”, de Viva Suecia.

 

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