«Anvil!’ es dolorosamente real, de tal modo que, mientras el espectador ríe a mandíbula batiente con los infortunios de los descacharrantes Spinal Tap, cuando se enfrenta con la desastrosa historia de los canadienses no puede evitar sentir cierta sensación de compasión por ellos»
Hoy llega a las pantallas españolas el entrañable documental de Sacha Gervasi sobre la veterana banda de heavy metal canadiense Anvil, que ha sido comparado con el clásico «This is Spinal Tap».
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Desde que se proyectó por primera vez en el Festival de Sundance de 2008, el documental «Anvil! The story of Anvil» ha cosechado todo tipo de parabienes. Su llegada a España es tan pintoresca como de costumbre, dos años después de su estreno –de hecho, la revista británica «Mojo» la eligió como mejor DVD de 2009, puesto que allí ya se ha editado en formato doméstico– y con un título que busca captar un amplio espectro de público: «Anvil. El sueño de una banda de rock». Se entiende que así sea –más aún, se agradece que una distribuidora se haya arriesgado a estrenarla en salas en nuestro país–, sobre todo porque son muy pocos los espectadores, incluso entre los fans del heavy metal, que están en disposición de conocer a los protagonistas de la película. El motivo es sencillo: Anvil es una banda que nunca ha logrado alcanzar el éxito. Por eso la película es, en esencia, la crónica de un fracaso, pero también el retrato de dos tipos (el cantante y guitarrista Steve Lips Ludlow y el batería Robb Reiner) que, pese a los reveses del destino (y no han sufrido pocos), han seguido empeñados en mantener vivo su grupo de rock durante más de treinta años.
Fundada en abril de 1973, la banda que muchos han identificado como la más influyente de su género en Canadá, debutó discográficamente en 1980. Conocidos durante mucho tiempo por sus compañeros y fans como los padres del power metal y los padrinos del thrash metal, nunca alcanzaron la repercusión de algunas de las bandas a las que ellos mismos influyeron directamente, pero tampoco tiraron la toalla, y en 2007 editaron «This is thirteen», hasta el momento su último LP, aunque actualmente preparan «Juggernaut of justice».
¿Y por qué hacer una película sobre un grupo de cincuentones metaleros que nadie conoce? La respuesta la tiene Sacha Gervasi, director del documental. Nacido en Londres, Gervasi era el único heavy en la escuela Westminster, donde fue amenazado con la expulsión por vestir pantalones de trovador de rayas rojas y un chaleco con el logo de Hawkwind. Tras conocer a Anvil en el club Marquee, cuando tenía quince años, fue invitado a trabajar como «roadie» de la banda durante una gira estival por EEUU. Participó en dos tours más, pero optó por estudiar cine, y en 2004 dio el salto profesional definitivo al escribir el guión de «La terminal», dirigida por Steven Spielberg. Según sus propias palabras, «A mediados de los ochenta, había perdido contacto con Anvil y ellos lo habían perdido conmigo. Todas las expectativas que habían generado en sus comienzos se habían quedado en nada. Bandas mucho peores que ellos terminaron haciéndose grandes, pero Anvil no. Pareció que habían desaparecido en la oscuridad. Recuerdo haber pensado que se habían separado o algo así. En el fondo de mi mente me preguntaba cómo estaban Lips y Robb, y qué habría sido de sus vidas. Pero para entonces yo estaba distraído con mi propia vida. No fue hasta veinte años más tarde cuando decidí intentarlo y encontrar a mis viejos colegas. No sabía ni si todavía serían amigos o, incluso, si seguirían vivos». Obvio es decir que les localizó. Y decidió contar su historia.
Lo más sorprendente es que la película se ha convertido en un éxito y ha reactivado al grupo, que si bien nunca dejó de actuar y grabar, ha visto renacer la curiosidad por su música. El interés despertado por la banda en los últimos dos años está directamente relacionado con el documental de Gervasi, que ha sido comparado en repetidas ocasiones con «This is Spinal Tap» (Rob Reiner, 1984), por el retrato humorístico que ofrece de un grupo de rock duro que va de calamidad en calamidad. La gran diferencia es que el filme de Reiner es un falso documental, pero «Anvil!» es dolorosamente real, de tal modo que, mientras el espectador ríe a mandíbula batiente con los infortunios de los descacharrantes Spinal Tap, cuando se enfrenta con la desastrosa historia de los canadienses no puede evitar sentir cierta sensación de compasión por ellos. Gervasi, que ya apeló al sentimentalismo en «La terminal», sabe utilizar convenientemente los recursos para embaucar al espectador, que en lugar de burlarse de los protagonistas, acaba empatizando con ellos.
Ahora que Anvil tocan con frecuencia para grandes audiencias (teloneros de AC/DC en EEUU), conviene ver la película para recordar que, hace sólo cuatro años, andaban perdidos por la Estación del Norte de Valencia camino de un festival en un pueblo de Murcia. Así es el rock and roll.