«Enrique y Antonio eran muy libres: en su mundo, en su universo, en su forma de entender la vida, eran seres absolutamente libres»
Saldando una cuenta pendiente con su catálogo, se reedita el disco Escapadas de Antonio Vega con material extra que no se incluyó en su primera edición. Para hablar de todo ello, Arancha Moreno entrevista al hermano de Antonio, Carlos Vega.
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: JERÓNIMO ÁLVAREZ.
Antonio Vega era «un espíritu libre». Lo dice su hermano mayor, Carlos, el mismo que le dejaba su guitarra cuando era un chaval y quien ejerce, desde hace once años, de guardián de sus canciones. Vela por su legado y sus guitarras, y sigue llevando a Antonio en la mirada, en la voz y en los gestos. Su firma está también presente en la discografía de Antonio; suya es la canción “Entre tú y yo” del álbum Anatomía de una ola (Polydor, 1998), tema incluido también en la edición deluxe de Escapadas, un disco de versiones y colaboraciones que acaba de reeditar Warner en una versión ampliada con piezas dispersas que no recogía la edición de 2004. La de ahora, en vinilo y cedé, contiene una veintena de canciones que reivindican una de las grandes facetas de Antonio: la de intérprete.
Antonio Vega partió rumbo a Orión hace ya once años, a reunirse con Marga —su ángel, su amor, la mujer que inspiró su último disco— y todos los amigos que se fueron antes que él. Escapó de la Tierra demasiado pronto, dejando una bellísima estela formada por diez discos de estudio —cinco con Nacha Pop, cinco en solitario—, tres directos —Nacha Pop 80-88 y Tour 80-88, reiniciando, con el grupo, y Básico, él solo— y unos cuantos recopilatorios. Cinco años antes de desaparecer alumbró estas Escapadas que, haciendo honor a su nombre, se han esfumado también. El disco que las reunía originalmente era un ejemplar escurridizo: de la primera tirada no queda ni rastro, estaba descatalogado y ni siquiera aparecía —hasta ahora— en las plataformas de streaming. Era un disco fantasma en manos de unos pocos, un desaguisado que acaba de solucionarse. «Había escapado muy lejos, no sé cuál es el motivo», desconoce Carlos, «pero parece que se dieron cuenta de que no tenía sentido descatalogarlo». No solo eso: hacía falta completarlo con algunos dúos y rarezas que no incluyeron entonces.
La primera edición contenía piezas muy populares, entre ellas “Cómo hablar” junto a Amaral —«La voz de Antonio ahí se te mete en las tripas», dice Carlos—, “Se dejaba llevar por ti” con Ketama, «Que yo no lo sabía» con Elefantes o “Completo, incompleto” con Jarabe de Palo, además de versiones preciosas e insólitas de Joan Manuel Serrat (“Romance de Curro El Palmo”), Los Chunguitos (“Me quedo contigo”) o Antonio Flores (“Mi habitación”), y piezas populares como “La Tarara”. Las Escapadas de 2020 albergan colaboraciones menos conocidas, como “Te estoy hablando de amor” con Pedro Andrea o “Acelerado” con Los Limones, y versiones curiosas como “Hoy daría yo la vida” (adaptación de la portuguesa “Eu daría minha vida”) o “No te quiero sino porque te quiero” (de un poema de Pablo Neruda). «Pequeñas escapadas que hacía, no de manera clandestina, pero casi anónima», nos cuenta Carlos Vega, a media luz y con la mascarilla puesta, sentado en su estudio de arquitectura, en Madrid.
Es aquí, en este doble disco, donde Antonio Vega concentra sus cinco sentidos en un mismo plano: la interpretación. «Es sorprendente sentir cómo cuando entra la voz de Antonio aumenta la tensión emocional de la canción», escribe Carlos en el libreto de esta nueva edición. Su hermano se apropia completamente de las canciones: «Las hace suyas, se convierten en otra canción, las lleva al otro nivel. También por lo que creo que transmitía Antonio cuando canta: no tenía una gran voz, no era un intérprete, era un autor que cantaba sus canciones, pero esa autenticidad con la que interpretaba las cosas la transmitía con la voz. Es como si te tocase el alma cada vez que entra. Cuando entra Antonio hay una atmósfera distinta».
Enrique y Antonio
Una de las mayores joyas de esta nueva edición es “Desordenada habitación”, la pieza de Nacha Pop (incluida en El momento, Polydor, 1987) que versionó Enrique Urquijo con Los Problemas en su disco Desde que nos nos vemos (DRO, 1998). En el libro Mis cuatro estaciones (Bosco Ussía, Lunwerg Editores, 2009) el propio Antonio cuenta cómo surgió la colaboración con Enrique: «Fue idea suya, siempre le gustó mucho esa canción y quiso hacer una versión, hasta que ya definitivamente pudo con ella y me llamó. Fuimos al estudio de Joaquín Torres y grabamos la canción en una tarde. La verdad es que tengo un recuerdo de aquella sesión muy bueno, quizá había una magia especial con el tema, quedó muy bonito. Con Enrique todo tenía una magia especial, siempre».
Esta delicadísima versión refleja muy bien el hilo —invisible pero irrompible— que siempre ha unido a Enrique y Antonio. «La canción es muy emocionante, cantada por ellos trasciende la composición, es algo absolutamente mágico. Eran un poco como hermanos, no en el sentido de amistad, pero sí de conexión. Ellos manejaban unas claves de relación distintas», reflexiona Carlos Vega. «Tengo el recuerdo de la relación, muy estrecha, que tenían Antonio y Enrique. No solo por lo que la gente pueda pensar, sino por un tema más emocional, de conexión profunda. Creo que se reconocían entre ellos, tenían ese lenguaje de la sensibilidad y de la autenticidad, porque Enrique también era un ser auténtico. Creo que, tanto uno como otro, eran muy libres, en su mundo, en su universo, en su forma de entender la vida, eran seres absolutamente libres. Se habla muchas veces de la esclavitud que provocan las adicciones, pero creo que todos estamos sometidos a una esclavitud en muchos casos mucho peor. Ellos al menos tenían el espíritu libre».
Tristemente, esa habitación desordenada es el único cubículo sonoro que compartieron Urquijo y Vega. Enrique también se atrevió a versionar el “Atrás” de Nacha Pop en solitario, y Antonio, cómo no, participó en el tributo que se organizó en memoria de su amigo versionando “Agárrate a mí, María” (A tu lado. Un homenaje a Enrique Urquijo, DRO, 2000) con Los Secretos. Pero nunca volvieron a cantar juntos en un estudio. «Echo de menos más cosas que ahora mismo pudiésemos escuchar», piensa Carlos, en voz alta. ¿Existe, quizá, algo pendiente, que no ha visto aún la luz? «No. Casi te diría que cualquiera de las canciones podrían haberla hecho juntos, había un reconocimiento mutuo. A lo mejor hubieran sido Lennon y McCartney [ríe], hubiera sido un buen tándem. Es una pena que no hicieran más cosas. También es verdad que los dos tenían un carácter muy intimista, muy de escapadas, de esconderse en sus universos particulares y privados».
Los otros Antonios
Con los otros dos Antonios que aparecen en este disco —Flores, del que versiona “Mi habitación”, y Carmona, con quien canta “Se dejaba llevar por ti”—, había una conexión especial también. «Antonio Carmona, Antonio Flores y él eran muy piña. Con Antonio Carmona había ese reconocimiento mutuo, como artista. Carmona le admiraba mucho como artista, como compositor, y tenían mucha relación personal. Hay mucha gente que piensa que “Se dejaba llevar por ti” es de Ketama, porque la versión que tuvo trascendencia fue la de Ketama. En aquella época eran un tiro en la industria discográfica. Me gusta mucho el vídeo que tienen en directo, cantándola, cómo mira Antonio Carmona a Antonio, le mira con veneración. Los dos se veneraban».
Huidas lejanas
Entre las canciones más alejadas de su propio repertorio están el “Me quedo contigo” de Los Chunguitos, sugerido por su amada Marga, que versionó después de la muerte de ella —«Él al principio se resistió, pero de repente descubrió la canción», recuerda Carlos—. O el dúo al alimón que se marca con El Arrebato, con quien canta “Hoy me dio por ser honesto”. En todas ellas, por lejos que estén en un principio, se reconoce la personalidad que imprime Vega. También en las colaboraciones que hizo con artistas más jóvenes, como Chema Vargas, con quien grabó “Escrito sobre el viento”. A este último le apoyó incondicionalmente cuando llegó a la industria. «Sí, cuando cogía a alguien y lo apadrinaba se entregaba con su proyecto», confirma Carlos. «Él no quería decir que no a algo que le proponían, siempre estaba dispuesto a ayudar a gente que estaba empezando, cualquiera que le llamara para colaborar lo hacía absolutamente entregado y encantado. Era parte de su personalidad estar ahí, apoyando, no tenía en cuenta la relevancia de quién se lo pedía. El que fuera», asegura.
«Antonio miraba más allá de la imagen, se metía en la profundidad de la persona, era muy psicólogo, o muy brujo»
Esa personalidad desprejuiciada y abierta le caracterizaba en la música y en la vida. «Podía relacionarse con cualquier persona, por muy antagónica que pienses que era. Siempre he tenido la sensación de que Antonio miraba más allá de la imagen, se metía en la profundidad de la persona, era muy psicólogo, o muy brujo, porque había momentos muy mágicos. Tenía una ventaja: era una persona extremadamente inteligente, eso te da armas para ver a la gente de otra manera. Era muy ecléctico con las personas, con la música, con su vida. A veces me sorprendía su relación tan estrecha con cierta gente, pero lo entiendo como te estoy contando: sabía llegar a la persona». Su eclecticismo musical también le hacía amar, al mismo tiempo, a Eric Clapton y a Serrat, a Jimi Hendrix y a Camarón. Y a Vivaldi. Sabía encontrar la belleza en cualquier canción hermosa, y hacer de ella una canción, si cabe, más bella. Así ocurrió con «La carretera», de Hombres G (Voy a pasármelo bien. Un tributo a Hombres G, Gasa, 2003).
Canciones entre hermanos
«Cuando Antonio canta una canción la hace suya, no sé por qué, no existe una explicación racional. Tiene una forma de cantar tan auténtica, no hay ambición en la voz, hay autenticidad, hay honestidad, y eso inconscientemente lo transmite», contextualiza Carlos Vega. Lo sabe porque lo ha vivido en su propia piel, como autor de la canción «Entre tú y yo»: «Es una canción mía que grabó Antonio, es una canción que le hice a mi hijo pequeño antes de nacer, era una balada lenta, y él le dio un revolcón al tema, lo convirtió en una de las canciones más duras que ha hecho en su vida».
No es la única canción de Antonio que une a los dos hermanos Vega. Fuera de este recopilatorio también compartieron “Mis dos amigos”, una música de Carlos a la que Antonio le puso letra, dedicándosela a su hermano y a su cuñada. Y hay otra, con una historia arrebatadoramente triste, titulada «El murmullo de tus manos»: «Le hizo también otra canción a mi mujer, que está enterrada con el cedé de esa canción, porque la hizo en ese momento, cuando sabíamos que se iba. Murió de un cáncer, y cuando estaba terminal, la noche antes de que muriera, se fue a casa y grabó esa canción. La grabaron Basilio [Martí] y él, “El murmullo de tus manos”. Al día siguiente llegó a tiempo con la canción y se la enseñó, la pudo escuchar. Antonio era así, el mundo de las emociones era su mundo, en ese momento él pensaba que se tenía que ir con una canción suya, y estuvo toda la noche anterior grabando esa canción, componiéndola y grabando».
Vega inédito
Esta reedición salda una cuenta pendiente, aunque no reúne todas las colaboraciones que hizo Antonio, como apunta Carlos: «Santi Alcanda me enseñó varios temas que él pensaba que tenían que haber estado, como una colaboración que hizo con Tam Tam Go», explica Carlos, refiriéndose a la colaboración que hicieron en “Pasarán”.
Hace cuatro años que se reeditó No me iré mañana, su primer disco solista, con unas maquetas de los ensayos de grabación del disco que eran una absoluta delicia. La duda es clara: ¿existe aún material “editable” de Antonio que aún no ha visto la luz? Por desgracia, las últimas canciones en las que estaba trabajando se perdieron por el camino: «Antonio, como vivía como vivía, al día, en un momento dado, el ordenador con el que estaba haciendo todas las maquetas, que estaba día y noche, lo empeñó. Luego desempeñaba las cosas, las recuperaba, pero lo empeñó y cuando yo quise recuperarlo lo habían revendido, reseteado, y había desaparecido todo lo que había ahí, que había joyas. Aquello para mí fue un disgusto grande». El disco, según cuenta Carlos, estaba muy avanzado. «Conozco el potencial de Antonio, era ilimitado. Hubiera seguido teniendo momentos de una lucidez creativa, es una pena que todo eso se haya perdido».
Aun así, aún hay una grieta de esperanza, no para escuchar sus últimas composiciones, pero sí para oír algún tema en el que trabajó años atrás. «Tengo un disco duro que conseguí recuperar. No era de las últimas cosas que hizo, pero sí recuperé un disco duro externo que tenía él que todavía tengo que revisar, porque es posible que ahí haya cosas». Ya ha pasado once veranos sin su hermano, pero hay cosas para las que es difícil encontrar el momento, o reunir el valor: «A mí me cuesta mucho meterme en ese tipo de cosas, es casi como limpiar un armario cuando alguien se va, me cuesta y no veo nunca el momento, pero lo tengo ahí pendiente. Sí sería interesante. Si no son canciones, sí habrá muchas ideas metidas ahí, o fragmentos de temas». Las mirará con cuidado, porque algunas serán cosas que probablemente descartó o no terminó por alguna razón: «Por eso tengo que hacer esa revisión. En ese sentido, creo que nadie mejor que yo para saber lo que Antonio enseñaría o no de todo eso, no solo por proximidad, porque sé cuál habría sido la opinión de Antonio. Probablemente haya cosas interesantes, sí». Quizá en esa memoria aún exista alguna pista que podamos añadir a su historia y a la nuestra.