FONDO DE CATÁLOGO
«El insobornable espíritu de la banda permanece, la velocidad y la mala leche siguen campando a sus anchas»
Esta semana en Fondo de catálogo recuperamos el controvertido Another perfect day (1983), de Motörhead: «El insobornable espíritu de la banda permanece, la velocidad y la mala leche siguen campando a sus anchas». Por Manel Celeiro.
Motörhead
Another perfect day
BRONZE, 1983
Texto: MANEL CELEIRO
Después de tres bombas nucleares como Overkill, Bomber y Ace of spades, y encabezar las listas de ventas británicas con el directo No sleep ‘til Hammersmith, el trío estaba disfrutando de su mayor pico de popularidad pero, al mismo tiempo, sufrían el progresivo deterioro de las relaciones entre ellos. Esas tensiones continuaron durante la grabación de Iron fist, con el productor Vic Maille renunciando por presuntas desavenencias con el batería Philty Animal Taylor y otros asuntos que ahora no viene al caso enumerar. En lo que sí estaremos todos de acuerdo es en que ese no era el mejor entorno para salir de nuevo a la carretera con todo lo que ello conlleva. Tras una serie de conciertos por el Reino Unido, pasaron a cumplir con los compromisos contraídos en Norteamérica y Japón antes de regresar al viejo continente. Pero tras la segunda fecha en USA, los malos augurios se hicieron realidad: Fast Eddie hizo las maletas y dejó a Lemmy y a Philty en el monumental brete de encontrar con la máxima urgencia un reemplazo para poder continuar.
Apenas una semana más tarde se subía al escenario un escocés iracundo y bebedor que respondía por Brian Robertson y que presentaba una prestigiosa hoja de servicios, sobre todo por sus magníficos años de militancia en Thin Lizzy y, posteriormente, con Wild Horses. A pesar de sus excelentes dotes como instrumentista enseguida quedó claro que sería difícil que las piezas encajaran, su estilo era completamente diferente al de Fast Eddie que empastaba sus partes dentro de la canción, sin excesos y sin florituras, mientras Brian provenía de la escuela ortodoxa del hard rock donde los guitarristas se sienten protagonistas absolutos de la función.
Además de ese contraste, transcendental en sí mismo, Robertson no tenía ningún reparo en salir a escena con una imagen que no entraba dentro de los estándares de la banda. Desde pantalones cortos hasta zapatillas de ballet, pasando por estrambóticos tintes de pelo y determinadas actitudes que sobrepasaban lo que los motörheadbangers estaban dispuestos a soportar. Brian no tenía reparo alguno en enfrentarse con los fans, incluso bajando del escenario cuando se sentía ofendido por su desacuerdo –a su paso por Barcelona protagonizó un comentado incidente en ese sentido–, o en negarse a tocar en vivo temas clave del repertorio de la etapa junto a Fast Eddie Clarke. Pese a todo, el caso es que consiguió llegar al final de la gira tras la que entraron en el estudio para registrar su próxima entrega discográfica.
Un disco incomprendido
Another perfect day, publicado en el verano de 1983, contaba con otra novedad notable además de la incorporación de Robbo: la contratación de Tony Platt como productor. Un tipo de probada profesionalidad, pero alejado del sonido que había caracterizado hasta el momento las grabaciones de la cabeza de motor. Así que la “nueva” manera de tocar de Brian y la tarea de Platt tras los controles influyeron notablemente en el resultado final. No creo que haga falta tener mucha imaginación para vislumbrar que el recibimiento por parte de sus seguidores iba a ser, como mínimo, controvertido. Pero fue más allá, hasta convertirlo en un trabajo repudiado. El propio Lemmy recordaba con desagrado las sesiones: «Fueron una tortura. Brian se pasaba horas para grabar una pista de guitarra. Nos pasamos más tiempo en el estudio que con los otros discos. Y cuando lo editamos, no le gustó a nadie, todos los odiaban». El meollo de la cuestión es… ¿Era realmente tan flojo? ¿Era justificada tanta animadversión?
Cedamos de nuevo la palabra al Señor Kilmister, que en su libro de memorias decía: «Con la entrada de Robbo rodamos cuesta abajo, lo que no deja de ser injusto; Another perfect day era bueno y ha superado la prueba del tiempo. Muchos de nuestros seguidores han cambiado de opinión… y yo también».
Quizás podemos sospechar que la controvertida figura de Brian, y el amargo recuerdo que dejó su presencia durante la tourne de presentación de Iron fist, tuvo una influencia decisiva para condicionar en exceso la opinión del público potencial de la banda al escuchar por primera vez las canciones. Pero como bien apunta Lemmy, con la perspectiva que otorga la distancia, se ha creado una corriente de opinión generalizada entre crítica y público revalorizando esta grabación. O quizás que la edad también ha cambiado (y calmado) los ímpetus vitales y sonoros de los fans haciendo que el disco sea abordado en la actualidad con (bastantes) menos manías y con unas orejas (mucho) más abiertas que casi cuatro décadas atrás.
El insobornable espíritu de la banda permanece, la velocidad y la mala leche siguen campando a sus anchas aunque es obvio que la producción de Platt es más pulida que la de Maille y que la labor a las seis cuerdas es más elaborada y armoniosa, con guitarras dobladas y unos solos de bastante más duración de lo habitual. Y es asimismo impepinable que hay líneas vocales en las que Lemmy trata de cuidar algo más la melodía, el perfecto ejemplo de todo lo anterior sería “Dancing on your grave”; pero el rock & roll explota con autoridad en “Marching off to war”, “Die you bastard”, “Shine”, “Back at the funnyfarm” o “Tales of glory”. Y contiene una canción, la estupenda “I got mine” que, en mi opinión, debería figurar en el listado de sus piezas clásicas.
¿Alguien puede afirmar hoy en día que Another perfect day no es digno de llevar estampado en su portada el nombre de Motörhead? Otro de esos casos de discos incomprendidos, que se vieron superados por las circunstancias que los envolvían y que merecen que se les haga justicia. Más vale tarde que nunca.
–
Anterior entrega Fondo de Catálogo: Dirty (1992), de Sonic Youth.