“El rock es un circo, y como tal es posible encontrarse con leones y con payasos”
Piano y voz. Nada más. Así es “Romaphonic sessions”, el nuevo disco de Andrés Calamaro, fruto de la casualidad. De él habla con Juan Puchades en esta entrevista.
Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: THOMAS CANET.
De tanto en tanto, y desde el regreso de 2004, Andrés Calamaro gusta escapar de la imagen con la que se le asocia, la del rockero compositor de sus propios temas. Apasionado de la música popular en nuestro idioma –como bien constata gran parte de su cancionero para quien quiera apreciarlo–, en su nuevo disco, el “casual” –tanto que aparece como tercer volumen de la serie ‘Grabaciones encontradas’– “Romaphonic sessions” (Warner), se adentra solo a piano (interpretado por Germán Wiedemer) y voz en algunos temas suyos despojados de toda electricidad y puestos en valor junto a tangos y un par de perlas del cancionero latinoamericano –firmadas por Litto Nebbia y Leo Masliah–. Es un Calamaro para degustar de otro modo, en el que despliega sus dotes interpretativas en una grabación que no estaba destinada a ser un disco: es material de trabajo registrado durante los ensayos preparatorios del concierto que el año pasado ofreció abriendo para Bob Dylan en San Sebastián. Fue el cineasta Fernando Trueba quien, al escuchar estas tomas, le comentó a Andrés que ahí había un disco.
En los últimos meses has estado escuchando mucho jazz, ¿ha influido eso para encarar el repertorio de “Romaphonic sessions”?
Escucho mayormente jazz grabado en la década del cincuenta, aunque no de forma excluyente. Pero dudo que la categoría de aquellos músicos me esté contagiando semejante excelencia, por mucho que escucho a Miles Davis, ¡no aprendo a tocar la trompeta! Cuando se empieza con el jazz es complicado volver atrás. Perdí un poco el interés en el rock como panorama absoluto. Considerando que John Coltrane no va a grabar más discos, me interesa más una próxima novela de [Michel] Houllebecq que un próximo disco de Neil Young o de Foo Fighters, por decir algo. En estas grabaciones barajamos algún nombre ilustre del jazz como ligera influencia para los pianos de Germán, eso porque Germán pueda manejar esas influencias. La influencia del jazz se filtra en otros niveles de conciencia, como el cine o la literatura.
La portada es un homenaje a algunos de los diseños clásicos del sello Blue Note, ¿fue una idea tuya el ir por ese camino visual?
Sinceramente, no. La portada me la propuso el personal creativo de DRO (Warner), seguramente advertido de mi inclinación al género. Blue Note no es mi sello preferido, pero es un importante catálogo monumental de jazz y, lógicamente también, de las buenísimas portadas.
La grabación, al ser casual, casi que recupera aquel espíritu de las grabaciones clásicas del jazz o de los primeros tiempos del rock, cuando se grababa un elepé en una tarde, ¿puede que las grabaciones tal y como las entendemos en la actualidad pierdan espontaneidad al estar medidas al milímetro? ¿No hay más verdad cuando se trabaja con pocas tomas, no se transmite más y mejor, pese a las posibles imperfecciones?
Creo que se puede confiar más en la espontaneidad, en el buen oficio y la inspiración de los músicos. Lógicamente también me gustan algunas grandes producciones históricas, como a todos, pero también discos en vivo grabados en el Fillmore East, y aquellos años virtuosos a mediados de la década del cincuenta. Hay muy buenos discos que responden a las cualidades de una grabación bien pensada, pero mucha de la música se construye sobre el talento y la capacidad personal de los músicos y los ingenieros. En la producción hay estrategia pero también inseguridad, dependiendo del caso. Hay cincuenta maneras de hacer un disco y… grabar un disco en dos tardes es de las más rápidas.
Desde mi punto de vista, este disco hay que situarlo junto a “El cantante” y “Tinta roja”, es decir, álbumes que o bien recurren a la versión (no completamente, lo sé) o están marcados por un tono menos rock, en los que te aproximas más abiertamente a aquello que llamamos música popular, ¿estás de acuerdo, los ves como un posible tríptico?
En tanto y en cuanto al repertorio en sí mismo, hay cierta familiaridad con “El cantante” y “Tinta roja”… Tiene un poco de estos registros y también de los discos en directo.
En estos discos ejerces esencialmente de vocalista, ¿es un papel en el que te sientes cómodo?
Aunque toque instrumentos la responsabilidad con las voces siempre es la misma: buena expresión, buen color vocal y hacerlo bien para que a los productores les resulte suficiente. Afinación, tiempo, sentido y sensibilidad. A mí me gusta el estudio para cantar, incluso grabarme los coros. Me encuentro confiado en el estudio y no tengo problemas con el micrófono y los auriculares. Tocar instrumentos o no… es independiente a la necesidad de cantar algo que… resulte aceptable.
¿Para afrontar repertorios de esta forma, piano y voz, piensas o te inspiras por algún modelo de vocalista o vas a lo que sale y a tu aire?
Tenemos muchas referencias, y ninguna, al mismo tiempo. Hablamos en códigos de música y piano con Germán. Yo me pongo frente al repertorio y lo canto como creo que hay que cantarlo y como mejor puedo. Seguro que existen rastros en los detalles, pero trato de llevar las canciones a mi terreno, y cantar el tango despojado de los, también buenos, vicios del género.
¿Cómo fue la selección de estos temas, acabaron todos en el concierto de San Sebastián, con Dylan?
Descartamos algunos pensando que… es posible que el público prefiera escucharme cantando mis propias canciones y no demasiadas canciones buenas cantadas lo mejor posible. Hicimos un promedio de canciones de grandes autores y mías propias.
¿Cómo preparaste los temas junto al pianista Germán Wiedemer? Porque hay alguna lectura muy singular, sobre todo la de ‘Mi enfermedad’, alejada de la rítmica original.
Nos entendemos bien hablando de música. Hablamos en código de pianistas: sin exagerar, puedo pedirle un piano con reminiscencias de determinado pianista o escuela pianística… Germán es tremendamente buen músico y se puede hablar en esos términos, es una enciclopedia. Nos escribimos, lo conversamos y siempre encuentra el punto óptimo. Si él me dice que podemos intentar con un “Groove” de piano que recuerde vagamente el “Köln concert” de Keith Jarret, entiendo de qué me esta hablando y, lo mas importante, sé que puede hacerlo.
¿Estas grabaciones salen de los dos primeros ensayos o hubo alguno previo entre el pianista y tú?
Estos fueron los ensayos previos. Después ensayamos en Madrid con Serrano y Julián. Estuvimos dos días en el estudio pero… creo que canté todo en una tarde. Tampoco me gusta quedarme demasiado tiempo en el estudio. Hay cosas que descartamos para el disco… no recuerdo exactamente cómo dividimos la música en dos días. Germán llega siempre primero y me espera con algo de música ya dispuesta.
¿Wiedemer tuvo libertad musical para darle forma a los temas?
Seguro. Germán tiene toda la libertad y confianza. Juntos calibramos los tonos y los tiempos.
Recuperas una de esas canciones “pequeñas” que quedan como perdidas entre otras más aparentemente grandes en los discos, como ‘Siete segundos’, que a mí me parece gigantesca, ¿cómo pensaste en rescatarla?
‘Siete segundos’ gusta mucho, es una de mis mejores canciones. En giras relativamente recientes habíamos presentado esta mancuerna insolente de ‘Siete segundos’/ ‘El día que me quieras’.
“Intuyo que los buenos aficionados sí quieren escucharme en este tipo de formato menos eléctrico. Si es por querer, lo quieren todo… ¡Algunos quieren jubilarme!”
Aunque a algunos nos gustan mucho este tipo de discos, supongo que sabes, por experiencias anteriores, que a tus seguidores más rock no les hace ninguna gracia. ¿Te preocupa lo que opinen o cómo reaccionen?
Yo creo, intuyo, que los buenos aficionados sí quieren escucharme en este tipo de formato menos eléctrico. Si es por querer, lo quieren todo… ¡Algunos quieren jubilarme! Hay toda una generación, y media, que quiere sentarse cómodamente, invitar a la novia o llevar a los hijos a un concierto; en Argentina hacemos mayormente apariciones masivas para el público que soporta ese tipo de actividad física. En cuanto a las preocupaciones, últimamente las reacciones y opiniones rayan en la locura; mientras hay gente que recibe la música con deseo e ilusiones, otros se despachan con una furia dialéctica que solo puede responder a una existencia desdichada. Todos los cantantes fueron acusados injustamente de algo, despreciados, criticados… los más grandes artistas y muchos discos legendarios. A veces el tiempo pone a cada uno en su sitio. Ahora con el “poder digital” la gente muestra una locura bastante disparatada. Supongo que los periodistas también reciben todo tipo de argumentos exagerados, por así decirlo.
Desde hace un tiempo pasas de nuevo la mayor parte del tiempo en Madrid, sin embargo te ha salido un disco de impronta muy argentina, ¿al aproximarte a la canción más digamos “popular”, recurres a tus raíces musicales primeras, a tu ADN sonoro?
¡Caramba! Soy de ADN cosmopolita e iconoclasta, me gustaría responder a música de raíces pero nuestras raíces son aquella música con la cual crecimos, y la que escuchamos después y todo lo que despertó filias, pasiones y afición. En mi casa se escuchaba mucha música universal; jazz, bossa nova, Vivaldi y Beatles, pero a mi padre le gustaba muchísimo el tango. En mi casa natal ensayaron Les Luthiers, y mi hermana grande tenía grupos de folklore evolucionado francamente buenos, combinaban la militancia revolucionaria con un “approach” muy serio al folklore latinoamericano. Yo buscaba una forma de vivirlo todo antes de los veinte años, frecuentaba garitos y conciertos de rock, tratando de no terminar en una comisaría. Haberme convertido en músico es el mejor momento de una gran aventura. Mi genética sonora es variopinta, abierta, sofisticada y popular; tengo rock en la sangre… y el agua sucia del Río de la Plata.
¿Te sirven grabaciones como esta para quitarte el traje de rockero? ¿Es saludable hacerlo cada tanto?
Ya veremos cómo resulta cantar sin la presión sonora detrás. El traje rockero es un caudal eléctrico permanente con batería, bajo, dos o tres guitarras y teclado. Muy amplificado y con mucha presión. Espero que cantar aliado del silencio sea una buena experiencia, y espero que sí. Fueron muy poco frecuentes mis conciertos sin banda de rock… El rock es un circo, y como tal es posible encontrarse con leones y con payasos. Simbólicamente, me saco el traje rockero para comprar el pescado y las verduras, pero quizá en el barrio me sigan viendo como la gran bestia pop.
“Romaphonic sessions” lo has incluido en la serie ‘Grabaciones encontradas’: el tercer volumen, que llega veintidós años después del segundo, que no es poco. Durante años fui de los que, en privado, te insistían, dado el mucho material inédito que siempre has acumulado, en que debías darle continuidad a las ‘Grabaciones encontradas’, pero no lo hacías, ¿por qué te has animado a sacar ahora este disco bajo ese epígrafe?
Bueno, ‘Grabaciones encontradas’ es material de archivo, son los discos cuando no son grabaciones prosaicas o flamantes. Es verdad que en los últimos veinte años pudimos haber editado diez volúmenes de grabaciones de archivo, pero no lo hicimos. Un intento adaptado a la dictadura de los tiempos fue el doble millar de grabaciones en Soundcloud. Aquel disco “infame” de dos mil artefactos musicales gratis e irrespetuosos del copyright. Pensé que estaba revolucionando el concepto de los discos y descubriendo la música como red social musical. Dos mil artefactos musicales en internet parecía una idea bastante apropiada. Lamento no haber logrado algo más que una indiferencia bastante elocuente, yo esperaba ver aterrizar el helicóptero de Kanye West en el balcón de casa… Sinceramente, pensé que lo que el mundo necesitaba era un “disco” con valor pero sin precio, de dos mil artefactos musicales entre la nada y la eternidad, combinando sonidos sofisticados, poesía en idioma original, iconos rockeros moleculares, todo… todo lo que entra en mis doscientos treinta y tres elementos grabados disponibles al precio del aire. La insatisfacción es la gran profecía Stone, aunque grabe dos mil cosas me piden que vuelva a grabar “Honestidad brutal”… pero si no presento cosas nuevas me quieren enterrar vivo.
¿Estamos ante una vuelta de la serie, habrá más discos “encontrados”, porque, como comentas, no es ningún secreto que tienes unos cuantos…?
Estoy pensando en un cuarto y un quinto volumen. Me gustaría publicar un volumen instrumental con una selección de las improvisaciones que hicimos en directo en las giras de 2013/14. Y revisitar mis grabaciones domésticas…
Al hilo de esto, la escucha de este disco me ha recordado el espíritu de “Tinta roja”, que dio lugar a una pequeña gira espléndida, con una banda de directo excepcional, sé que se grabaron aquellos directos, y nunca he comprendido porqué no se ha editado un disco con ellos, ¿verán la luz algún día?
Nunca escuché realmente aquellos cuatro conciertos. Quizá quedé con la sensación de que me hubieran faltado diez o veinte fechas más para cantar cuajado. Es verdad que armamos un grupo muy virtuoso, artístico e inspirado.
Has anunciado las primeras fechas de una gira española, y solo se sabe que estarás apoyado por un trío, ¿cómo serán esos conciertos, qué tipo de repertorio te planteas?
¡Estamos armando un repertorio balanceado! Vamos con contrabajo, piano y percusión. Vamos a buscar un punto rítmico para que las canciones naveguen con swing pero sin volcarnos al sonido jazzista… Que los tangos sean canciones hispanas y latinas. En abril vamos a ensayar y encontrar un “groove” propio. Estamos evaluando y cerrando un repertorio… por correo, dentro de lo contemporáneo, los tangos, las mías y las nuestras.
Hace diez años, en 2006, y a los diez del final de Los Rodríguez, Ariel Rot y tú os juntasteis para aquella gira que tú denominaste Dos Rodríguez: diez años después, en este 2016, ¿los Dos Rodríguez no volverán a unirse?
Yo estoy tratando de retirarme en plan sabático, como los toreros, para que ocurran cosas… Dejarme invitar a proyectos, que salga algo inesperado o que no salga nada. Me gusta mi vida “austera y cultural”. Pero no puedo descartar más conciertos con Ariel ni con nadie. Ni con Joaquín Sabina, lógicamente.
¿Estás componiendo para un próximo disco, digamos, “convencional”?
Estoy grabando canciones nuevas para un director de cine de los mejores. De momento no puedo contar nada de lo que sé del guion que, por motivos de sobra lógicos, tiene que permanecer en secreto. Me gusta llegar al estudio con tres músicos, tres ideas y tres páginas con cosas escritas. Es posible que acompañe el cine con más canciones inspiradas en la ficción fantástica. También tengo terminado un fragmento para “Canción de amor de un día”, la megaconstrucción del genial Javier Corcobado. Recientemente fueron publicadas dos colaboraciones que me privilegian: ‘Cliente muerto’, que firmamos con El Langui, y el dueto con Juan Gabriel. El río no está seco.