Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: CLAUDIO DIVELLA.
Como un tren circulando a ritmo de potente rock. Así se abre La lengua popular, el nuevo disco de Andrés Calamaro. Pero cuando percibes lo que se canta te das cuenta que esta –»Los chicos»– es una canción dedicada a… ¡los compañeros de viaje que han muerto! Un recurso este, de letras tristes y músicas alegres, que nos remite a una de las técnicas del mejor Calamaro y que más hondo caló en su momento. Y abrir como un vendaval, otro recurso de los suyos, es una buena forma de tranquilizar a esos que estaban esperando que Andrés Calamaro se dejara de salmones, cantantes, tintas rojas y palacios de las flores e hiciera un disco “como los de antes”. Bien, pues aquí está. La lengua popular es el álbum que muchos estaban esperando. Se acabó el periodo oscuro, ahora entra la luz. Se acabaron los discos “de productores”, aquí la producción –excelente trabajo de Cachorro López, con el que Andrés compartió vivencias en Los Abuelos de la Nada– asume los estándares. O no…
Me explico: Lo que sucede es que Andrés Calamaro es tan Nadie sale vivo de aquí como El salmón, y es tan Alta suciedad como Honestidad brutal, y es tan El regreso como El cantante, Tinta roja o El palacio de las flores. Sin unos, no hay otro. Lo tomas o lo dejas. Si no comprendiste que El cantante fue muy probablemente el disco que tuvo que hacer en aquel 2004 para reconciliarse con los “círculos plateados” y los estudios de grabación o que Tinta roja fue el gran capricho de disfrutar de un repertorio querido, unos amigos y una voz, o no entiendes que El palacio de las flores es una obra de perfecta madurez rockera y una de las cumbres de su carrera, te estás perdiendo algo. Y si no has escuchado esos discos, o no les prestaste la debida atención, mejor que los revises porque en ellos vive el aliento de esta feliz Lengua popular. Porque el Calamaro de hoy es, también, el Calamaro de ayer (incluyendo al de Los Abuelos Nada y al de Los Rodríguez, cómo no). Y porque estas canciones no habrían sido imaginables sin la travesía andada y las experiencias vividas por Andrés en los últimos años.
Pero tranquilo, no te asustes: que sí, que La lengua popular es el disco que estabas esperando, cien por cien Calamaro, con sus canciones emocionantes, sus letras para aliviar penas o alegrar corazones, su dominio del ritmo y la melodía, su gusto por el rock y los ritmos populares, su pasión por los detalles que disfrutarán los oyentes más exigentes. Y, cómo no, ahí está esa voz que Ariel Rot y Gringui Herrera definían como la del millón de dólares. Este es Andrés Calamaro. Y todos los demás, también.
Para introducirnos en La lengua popular, Andrés, desde Buenos Aires y vía email, responde a nuestras preguntas, que durante unos días van y vienen surcando 10.000 kilómetros de distancia en segundos. Nadie sabe bien cómo, pero lo hacen.
Comencemos por el principio, por la gestación del disco: Creo que estas son, en su mayoría, canciones escritas el año pasado y grabadas a comienzos de este, ¿es así?
Sí, tenía un rosario de canciones, además de algunos motivos instrumentales; aunque en un principio las consideré un catálogo incierto, mi círculo íntimo me animó a considerarlas un repertorio y terminé creyendo que tenía suficiente como para pensar en un disco próximo, siguiente al Palacio de las flores.
¿Cómo se te ocurrió contar con tu viejo amigo Cachorro López para la producción? ¿Cómo fue el reencuentro con él y el trabajo en el estudio?
Cachorro es como un primo, y además conocía de sobras sus quilates como productor porque empezamos juntos y porque sus funciones son de sobra conocidas. Nunca dejamos de encontrarnos del todo y lo escuché evolucionar, siempre sonando muy bien y muy dedicado al concepto y al acabado de los discos, que hace suyos. Cuando creí que tenía un cancionero suficiente, lo llamé y nos encontramos. Eso fue en los últimos meses del año pasado, y empezamos a grabar en febrero, grabamos hasta marzo, terminamos las mezclas en abril y el «mastereo» ya estaba listo en mayo.
En algunos temas («Carnaval de Brasil», «5 minutos más», «Mi gin tonic», «La espuma de las orillas», «Sexy & barrigón», «La mitad del amor») firmáis Cachorro y tú las músicas, ¿cómo fue eso? ¿Qué tipo de colaboración se dio? ¿Fue en el propio estudio?
«La espuma…» ya estaba escrita por la mitad, pero las otras, arriba mencionadas, las hicimos en el estudio, efectivamente. Yo sabía lo que quería Cachorro para cada canción, porque me lo había dicho, y supongo que se lo di, con la colaboración permanente del propio López… Llegó el momento en que fuimos al estudio con una guitarra, un teclado y una boli-birome (artefacto para escribir) y dedicamos una semana a inventar canciones…
También me despierta mucha curiosidad la autoría de «Soy tuyo», que según los créditos está escrita «en estrecha colaboración con Miguel Cantilo y Sabina»… Explícate.
Ocurre que la canción nos gustaba, para Cachorro incluso era un momento especialmente sensible del álbum, pero queríamos mejorar apenas la letra que, para mí, estaba demasiado sentimental, y para el productor saturada de erotismo explícito… Entonces pedí a unos amigos, y formidables poetas y letristas, una mano… y me dieron las dos. Recibimos colaboraciones extraordinarias, incluso demasiado buenas para una canción que nos gustaba.
En el texto de introducción al CD, Rodrigo Fresán lo define como un disco de doce colores carnavalescos. Yo creo que es, sobre todo, un disco de rock muy impregnado por músicas populares… ¿Cómo lo ves tú?
Mi intención era incluir ciertas maneras subtropicales, estaba experimentando con loops de hip hop para canciones inclinadas a la cumbia argentina… No fue exactamente eso lo que hicimos, pero en algunas canciones se percibe mi intención de grabar mi aproximación a la cumbia cultural.
En cuanto a la temática, este creo que es tu disco, esencialmente, más feliz. Incluso hay apuntes eróticos en letras como «Soy tuyo»… Además de humor en «Sexy & barrigón» o «La mitad del amor». ¿Han quedado atrás los tiempos oscuros?
No puedo prometer ni prometerme eso. La luz y la oscuridad, metafóricamente, son ciclos en la vida de todas las personas; cuando terminamos de subir una montaña y la bajamos, hay que subir otra… Volviendo al disco, creo que las canciones más humorísticas tienen una cierta amargura implícita, y las canciones sentimentales dejan ver una cierta sensación de vulnerabilidad.
Resulta muy interesante esa combinación de canciones muy serias («Cada una de tus cosas», como ejemplo máximo), con rockanroles divertidos como «Sexy & barrigón» o mi favorita de este momento, «La mitad del amor» (tema genial, con esa combinación de letra aparentemente divertida, pero profunda en el fondo, y música alegre).
Ya suponía que la música alegre y las letras tristes eran una combinación probada por los Beatles, pero tampoco me considero abonado a un registro en particular. Si bien no soy un contador de historias, también siento que estoy escribiendo a mi pueblo, a todos los pueblos, a las personas, a partir de pensamientos o imágenes, también creo que puedo escribir por el deseo de escribir y no siempre motivado por mis propios laberintos personales.
Como en algunos de tus discos (Alta suciedad, Honestidad brutal, El salmón) abres La lengua popular con un rock potente, en este caso uno de los temas más emocionantes del álbum, «Los chicos», dedicado a tus amigos desaparecidos. ¿Cómo se te ocurrió una canción como esta?
Yo diría amigos ausentes. «Los chicos» está escrita a principios de siglo. De repente me vi en la necesidad de encontrar palabras para decirle a un camarada enfermo, probablemente en su lecho de muerte… Que no es una situación grata ni sencilla, pero es conmovedora y a veces nos paraliza. Y después la canción va más allá y termina suponiendo que existe un cielo ateo, un lugar donde podríamos encontrarnos todos de nuevo, que es un sentimiento de esperanza profundo.
GUITARRAS, TECLAS Y DEMÁS
Uno de los aspectos que más destacan en La lengua popular es el despliegue guitarrístico. Este es un disco con muchas guitarras, y muy brillantes. ¿Darle un papel tan primordial a las guitarras fue una idea tuya o de Cachorro? ¿Querías un disco que sonara a rock, aunque musicalmente te movieras por diferentes palos?
Sí queríamos grabar un disco respetuoso con la estética rockera, aunque tampoco teníamos prohibida la suciedad de los muestreos (samplings) y los loops… También es cierto que llamamos a muchos guitarristas y que nosotros, los fijos en el estudio, también tocamos las guitarras. Además, y lo digo con mi mayor humildad, Cachorro me re-descubrió como guitarrista durante la grabación y, aunque yo me consideraba fuera de mi estado óptimo con las seis cuerdas, le gustó mi rítmica natural, y lo que yo llamaría mi toque Richards… Algo negro.
¿Tienes por costumbre tocar en casa algún instrumento? Me refiero a tocar por tocar, el piano, la guitarra… para mejorar la técnica, por placer o como ejercicio.
Confieso que no me cultivo, ni me entreno, como instrumentista… Espero el momento de ensayar para ejercitarme. ¡Y estoy desperdiciando un potencial guitarrístico! Sin embargo me mantengo atento a cuestiones domésticas de otra índole, como la cocina… Fuera de Broma, sé que llegué a tocar cosas interesantes y arriesgadas en la guitarra, pero también tengo la sana costumbre de rodearme de guitarristas geniales, que tocan con sentido y sensibilidad. En el piano, me reconozco hábil para el rock, pero por ahora cuento con Tito [Dávila], que es muy versátil como pianista y organista.
Al escuchar, en principio aislado, el tema de adelanto del disco, «5 minutos más (minibar)», me sorprendió enormemente la presencia tan evidente de la caja de ritmos (con sus referencias a los años 80…), que siempre asusta mucho. Pero sólo está en esa canción, ¿cómo fue que la resolvistéis de ese modo?
Cachorro tenía clarísimo ese loop, con esos sonidos y ese meneo. Una de las primeras cosas que me mostró fue una grabación y me propuso generar una canción con ese mismo patrón rítmico, al que le sumamos un cajón peruano-flamenco y el sonido de rayadura de vinilo en el sampleo de guitarras criollas. Por otra parte, el típico sonido Roland 808 nunca perdió vigencia, porque esos bombos y cajas se convirtieron en un sonido classic del hip-hop y están en muchísimos discos.
En este disco hay algunas citas evidentes («no habrá más penas ni olvido»), pero otras que para algunos lo serán menos («la rosa de Hiroshima», «la casa con diez pinos»…). ¿Te gustan esos juegos con citas para oyentes despiertos? ¿Enseñanzas dylanianas es esto?
«No habrá mas penas ni olvido» es Osvaldo Soriano, «La rosa de Hiroshima», es Ney Matogrosso, «Una casa con 10 pinos», es Manal… También me autocito en muchas canciones, pero ése es un recurso habitual porque me gusta que las frases, como personajes, vuelvan cada tanto, como una opereta de conceptos y palabras. Sinceramente, no siempre sé qué dice Dylan en sus letras. Como lo estudié un poco sé que apela a diálogos de películas, nombra personas y elementos bíblicos, pero no soy un conocedor furioso de la obra de Bob Dylan, eso es leyenda… Simplemente me gusta mucho, le considero carismático y genial, y me encanta como músico, cantante, persona y personaje.
No hay duda de que La lengua popular es un álbum muy «argentino», pero ya no me refiero a lo musical, sino a su temática. Me explico, es como si te hubieras zambullido de lleno en la cultura argentina, salpicando las canciones de giros porteños que no sé si serán muy entendidos por aquí.
Sin embargo López intentó que no saturara el repertorio de palabras del argot porteño. Hay algunos términos que son sencillamente antiguos y ni siquiera en Argentina los van a entender masivamente, pero, a pesar de todo, intentábamos no cerrarnos en un lenguaje barrial o lunfardo.
Del mismo modo, la canción más abiertamente social del disco, «Comedor piquetero» (que uno se imagina qué versión harían los Fabulosos Cadillacs) necesitará explicación para los oyentes españoles: que Puerto Madero es una zona lujosísima de Buenos Aires, donde Raúl Castells (líder del movimiento «piquetero») y los suyos montaron el comedor popular al que te refieres. En todo caso, ¿una canción como esta es un guiño a una cierta marginalidad a la que tú no perteneces?
Es que el comedor piquetero –un comedor solidario instalado en un barrio de turistas y alto standing– es casi una postal típica, un poco como una bota de vino o una corrida de toros pero más contemporáneo y menos universal… Aunque la canción es cómica, porque presenta un contraste curioso: yo sufro por mi pueblo cuando sufre hambre y frío. Y, al mismo tiempo, intento mostrarme disconforme con el auge del turismo en Buenos Aires.
¿Por qué te muestras disconforme con el auge del turismo en Buenos Aires? ¿No crees que está ayudando a levantar la economía del país?
No lo creo, acaso da impulso a una franja del comercio, el gastronómico y el textil… los vinos y los cueros… Pero hay algo de prostitución en todo esto, el turismo económico, los gringos que vienen a ver cómo mis paisanos viven en la extrema humildad, van a la cancha de Boca o a una Villa [asentamientos de chabolas], ven a los pobres y después se excitan con lo barato que sale una cena –que la mayoría de los argentinos no va a poder pagar nunca en su vida– o una prenda de cuero de vaquitas argentinas muertas… Además, existe el turismo sexual, que me parece inmundo y cobarde, y el turismo gay, del que somos capital mundial junto con Madrid. Contra el turismo gay no tengo nada: Me gustaría que Buenos Aires sea una ciudad amigable con el movimiento, porque fuimos, por mucho tiempo, una ciudad represiva que castigó las libertades individuales diferentes.
CANCIONES, DIBUJOS Y REDES
Creo que en el disco sólo has recuperado un tema de los muchos inéditos, «Mi Cobain». ¿Sigues pensando en recoger en una caja los «ineditóxicos»?
Son dos: «Los chicos» y «Mi Cobain (Superjoint)», que abren y cierran el disco, son de principio de siglo y se les nota porque son catarsis de letra sin estribillo… Como siempre, y por supuesto, que el reverdecer de los inéditos del periodo post-Salmón son un proyecto vigente. Quisiera publicar y también reagrupar ese repertorio inagotable en la maldita internet.
¿Cómo fue que le propusiste al dibujante Liniers el diseño de la portada?
Leí una crónica de sus cuadernos editados, sus bocetos y garabatos íntimos, y le escribí un correo. Él pensó que era una broma de sus amigos pero me contestó igual… y no era una broma.
¿Le dejaste completa libertad para que hiciera el trabajo que quisiera?
Sí, al principio teníamos otros posibles títulos, y cuando llegamos a este, La lengua popular, le pedí que fuera literal con las lenguas, para no confundir la lengua con el lenguaje. Pero fue libre, generoso y genial.
Hace unos años, creías firmemente en internet como medio en el que difundir tu obra, pero ahora no te hace ninguna gracia la distribución gratuita de música. ¿Qué ha cambiado, que ahora, como le pasa a todo el mundo, vendes menos discos?
Ni antes era tan firme, ni ahora tampoco. Tampoco vendo menos discos –El regreso fue un best seller y tengo un promedio alto que ronda las cien mil unidades–, porque no siempre los discos tienen el mismo objetivo. Por otra parte, nunca pienso en lo que pueda venderse un disco cuando estoy grabando. Ocurre que a mí sí me gusta comprar discos, CDs, y creo que no son un artículo de lujo, como es una salida nocturna, frecuentar cabarets, comprar cocaína, consumir tragos largos, cenar en restaurantes o pagar hipotecas… Tampoco quiero defender a una industria si esta no me defiende a mí, pero creo que internet no es una fuente inagotable de música ni de nada, no creo que se escuche más ni mejor ahora, la gente habla menos y se encuentra menos con sus amigos… Digamos que tiene sus grietas, pero no me siento una víctima de la realidad y mi situación profesional es excelente.
Quizás me equivoque, pero creo que a tu anterior disco, El Palacio de las Flores, no se le prestó demasiada atención. Y me parece una pena porque creo que es una de tus grandes obras. ¿Tienes esa misma percepción?
Tengo que aceptar que la gente que me escucha podría estar verde para algunas cosas, o sencillamente atontada… Además, el debate musical no es para cualquiera. Grabé un disco adulto y no le presto atención a lo que opine cada jovencito que cree que sabe lo que le gusta.
Andrés, ¿apostamos? Yo digo que en unos años a El Palacio de las Flores se lo considerará como una de tus obras fundamentales…
Lamentaría si es que El Palacio de las Flores necesita, finalmente, el pulgar romano de la posteridad, pero entiendo que los oídos, lo mismo que algunos discos o novelas, necesiten reposar reposados… Para mí, con el peso de la objetividad y la historia de mi parte, fue una experiencia deliciosa. Toda esa lírica de varones amando y cantando, esas armonías enriquecidas, y el puro asunto de elegir ese momento y ese compañero de viaje musical [Litto Nebbia], ya justifican la existencia de un cierto fervor. Pero voy a resignarme si mis oyentes menos experimentados necesitan más tiempo para gozar de este disco espléndido, independiente, libre, profundo y espontáneo.
¿Por qué no llegaste a presentar El Palacio de las Flores en directo, con Litto Nebbia y su banda, como se comentó en algún momento, aunque hubiera sido en una gira reducida, como la de Tinta roja?
No me acuerdo. Creo que me embarqué en el reencuentro con Ariel [Rot] y mis músicos preferidos. También se presentó la dulce posibilidad de juntar al grupo de Paco de Lucía para ensayar y tocar, y el repertorio de El cantante y Tinta roja era el que tímbricamente teníamos que hacer. Dicho sea de paso, fue una gira de altísima categoría, cuyas grabaciones son registros bastante excepcionales.
Confundes las fechas, en realidad, la gira de Tinta roja fue anterior. El Palacio salió en noviembre, y en diciembre tocaste por última vez con Ariel…
Ya lo sé, pero ya estábamos rodando con Ariel, estábamos felices con la música que generamos en esta reentré con José [Bruno], Cándido [Candy Avello], Tito [Dávila] y Oswaldo [Osvi Grecco]. Quisimos seguir y llegamos a Buenos AIres ofreciendo un recital con sentido y sensibilidad, de puro rock y guitarras, lírica y masividad. Rock de chicos grandes para un público de todas las edades, porque abarcamos incluso a una generación que vienen a los conciertos con sus hijos adolescentes, ¡guau!
Vas a tocar a finales de año con Fito y Fitipaldis como banda de apoyo en Argentina y Chile, pero ¿tienes pensado tener una banda propia en el futuro? ¿Tocarás el año próximo en directo?
Mis bandas siempre son propias y yo también soy de mis bandas, me rodeo de músicos que están identificados conmigo como cantante y como autor y cada uno toca con libertad. Dos de mis músicos más cercanos [Candy Avello y José Bruno] están tocando con Fitipaldi y los felicito porque es una gran persona y un gran artista de rock. El año próximo voy a seguir tocando, claro que sí.
Los conciertos que has estado dando hasta ahora han sido en breves giras en grandes recintos (dejemos al margen la gira de Tinta roja) y en verano. ¿No crees que sería bueno que tocaras en una gira de invierno, haciendo más ciudades y en las habituales salas de conciertos españolas; o eso ya lo ves como que queda muy lejos?
En el 95 tocamos en noviembre y hacia bastante frío… No estoy haciendo la típica gira de verano y me consta que podría estar haciendo cien bolos por año entre América y Europa, pero por el momento me adapto a lo que el destino me pone por delante. El año que viene podría tocar más veces, quizás el doble de veces… Incluso antes del verano también.
Esencialmente, tus discos salen en Argentina y España, ahora vas a ir a tocar a Chile, ¿vas a tratar de entrar en otros países?
No estoy intentando entrar en otras regiones, pero sé que tengo muchos seguidores en Colombia, en donde me esperan siempre. Según me cuentan soy una figura de culto que mucha gente escucha. Es probable que en México también sepan ya quién soy y, lógicamente, en los países hermanos, limítrofes.
Hace unos días has estado grabando voces en una canción del próximo disco de Juanes, ¿fue una idea suya contar contigo?
Creo que era un deseo de Juanes, y me lo propuso Gustavo Santaolalla. No nos conocíamos personalmente, aunque con Gustavo sí que somos viejos amigos. Fue una grabación muy importante, una canción profunda y muy bella.
Esa grabación de Juanes la produce Gustavo Santaolalla, ¿cómo ha sido el encuentro con él? ¿Piensas en trabajar en alguna ocasión con Santaolalla como productor de un disco tuyo?
Todos los encuentros con Gustavo son interesantes y felices, hablamos mucho de música, y de la vida. Gustavo me vendió mi primer grabador de ocho pistas, un Fostex, hace 20 años… Me encantaría trabajar con Gustavo en cualquier área, pudimos hacerlo en los años ochenta y espero que siga siendo posible.
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