OPERACIÓN RESCATE
«Canciones con poso, con verdad, con poesía, sin imposturas»
Luis García Gil nos lleva hasta 1970 para recuperar el segundo elepé de Mari Trini, un álbum clave de la etapa dorada de una de las figuras esenciales de la música española de los setenta y los ochenta.
Mari Trini
Amores
HISPAVOX, 1970
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
En 1970 Mari Trini firma para Hispavox y para Rafael Trabuccelli uno de sus grandes discos, el más emblemático de toda su carrera, que tituló Amores, como la canción que le daba título. Son los años dorados de la cantautora murciana en los que protagoniza portadas en Mundo Joven o en Disco Exprés, medios en los que se informaba con detalle de la actualidad musical del país. En febrero de 1971 le entrevistan Victorino del Pozo y Erwin Mauch en Disco Exprés tras la triunfal resaca de Amores. La cantante habla de muchas cosas, pero sobre todo de su defensa de la canción con mayúsculas, donde no cabían medias tintas. Cantar apasionadamente, desesperadamente, como mujer libre de corsés o ataduras, que vive, siente y lucha. Y eso tiene indudable valor en el contexto político y social de los últimos años del franquismo.
Las canciones de Mari Trini bebían indudablemente de la canción francesa, pero su personalidad y temperamento eran incuestionables. Su mirada sublimaba machadianamente todo lo pequeño. Le cantaba al amor y al desamor, pero también a las soledades más cotidianas, a las melancolías otoñales, a esa lluvia que cae tras los cristales, pero tras la que se adivina un mundo de gentes que van y vienen por la vida. Su mirada poética tuvo un valor que hoy pocos parecen reivindicar, como si el legado de Mari Trini no mereciera que se hiciera memoria de sus muchas canciones.
Canciones con poso, con verdad, con poesía, sin imposturas. Amores representa a la perfección el mundo que desplegó Mari Trini. El éxito de su propuesta en aquel contexto de franquismo agonizante tiene mucho mérito. Amores fue un disco muy escuchado, uno de los grandes discos de la canción popular española de los años setenta que cabe situar en un lugar preeminente, junto a obras legendarias como Mediterráneo de Joan Manuel Serrat. En Amores destaca la aportación superlativa de Waldo de los Ríos que realiza un trabajo musical encomiable como arreglista.
La melancolía luminosa de Mari Trini tiene en la canción “Amores” uno de sus epicentros. La canción parece balancearse como las olas del mar que sustentan una de sus metáforas. Amores que se marchan, se cantan, se olvidan y se lloran. “El amor es una barca / con dos remos en el mar / un remo aprieta mis manos / el otro lo mueve el azar”. Tres minutos y medio para descifrar nostálgicamente el tiempo de amar y dejar en el aire una pregunta retórica. «¿Quién, cuando la vida se apaga / y las manos tiemblan ya / quién no buscó ese recuerdo / de una barca naufragar?».
La expresiva voz de Mari Trini se envuelve en arreglos sutiles, como reflejan las introducciones de muchas de las canciones. Como la que preludia “Un hombre marchó”, una canción de grácil melodía sobre alguien que decide emprender la marcha, alejarse, envolverse en el adiós de la gran urbe. Canción de huida, de amores idos, envuelta en cierto misterio.
A “Un hombre marchó” le sigue “Vive”, una joya de poco más de dos minutos. He aquí el mundo poético, simbólico, que Mari Trini era capaz de desplegar en poco campo expresivo. “Vive” es un ejemplo de todo lo que la escritura de Mari Trini podía sugerir con una interpretación poderosa y versos inspiradísimos que contienen la vida misma, la capacidad de cobijar bajo su pupila los sentimientos que conforman la vida: «Y bajan las escaleras / amores desmoronados / tras el jardín se pasean / errores ya consumados / tras las largas escaleras / ni de piedra ni de mármol / hay un puente carcomido / de problemas y de llantos».
Mari Trini gustaba en sus discos de intercalar composiciones propias con alguna versión, como la que hace de “J’attendrai”, canción de procedencia italiana, pero que ella canta en francés, siguiendo la adaptación que firmara Louis Poterat. Son años en los que a Mari Trini le gusta cantar en francés, con buena pronunciación, y como forma de revelar sus deudas con la chanson, especialmente con Jacques Brel.
Amores prosigue su curso amoroso con “Si no te vas con la tarde”, otro prodigio de sensibilidad que había aparecido previamente en un single de 1968, junto a la versión del “Ne me quitte pas” de Brel. Otra grandísima canción de Amores es “Vals de otoño”, toda una oda a la estación naciente y crujiente en la que letra, música, interpretación y arreglo caminan en absoluta sintonía. Canción de enorme vitalismo que revela a Mari Trini como gran paisajista, atenta a los fulgores que propicia el ritmo de la naturaleza: «Las cigarras morirán lentamente / cantando su himno con fiero tesón / y los campos vestirán de pardo / irónicamente en forma de adiós / y otra vez el otoño crujiente / dará a nuestras vidas un nuevo color…».
“Cuando me acaricias” persiste en varias claves temáticas del disco: la incertidumbre amorosa desde una perspectiva romántica, la visión melancólica del paisaje y la poética de la huida, no exenta de dudas: «Cuando la lluvia cae / se funde el hielo / nos marcharemos lejos / de nuestro pueblo…». Mari Trini construye otro inspirado soliloquio amoroso que refuerza el hermoso arreglo de Waldo de los Ríos. «Adiós mi amor soñado / tú sabes que te quiero / aquí está tu casa de lluvia, amor y fuego…» concluye Mari Trini antes de terminar como empezaba la canción con la imagen de la lluvia que funde el hielo.
Mari Trini recrea en Amores un clásico de la canción mexicana, “Amanecí en tus brazos”, del gran José Alfredo Jiménez. Es una canción que encaja perfectamente en el corpus amoroso del disco que culmina con tres piezas más: “En una noche callada”, “Déjame” y “Mañana”. Tres canciones en las que no merma la inspiración compositiva de una Mari Trini en estado de gracia y en complicidad creativa absoluta con Waldo de los Ríos. La poética del abandono surca En una noche callada que precede a dos obras maestras. La extraordinaria y briosa “Déjame” con su estribillo vertiginoso («Déjame, déjame soñar / déjame tengo que llegar / no quiero quedarme atrás / los sueños son míos / déjame soñar…»). Y como broche melancólico la elegíaca “Mañana”, otra canción que juega con los tiempos, que de pronto se atempera —sutiles coros incluidos— como se acelera: «Pero mañana, mañana / vagará mi sombra para quien la sienta / pero mañana, mañana / dejaré mi puesto para quien lo quiera…». Mari Trini consideraba “Mañana” una de las canciones más expresivas de su estilo.
Amores es un disco a reivindicar, cuyo impacto parece haberse diluido, una pieza clave de nuestra memoria musical, la obra más redonda y rotunda de Mari Trini, que estuvo un año entero en las listas de los discos más vendidos.
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Anterior entrega de Operación rescate: Third (1970), de Soft Machine.