“Como un ejército que quiere aniquilar sin contemplaciones a su enemigo, disparan dos pesos pesados de su repertorio: ‘Revolución’, con una Eva desbocada que corre por el escenario para compartir su micrófono con las primeras filas, y ‘Kamikaze’”
Tras siete meses de grandes actuaciones por todo el país, Amaral pusieron el punto final a su gira el pasado sábado en Vitoria. Fue la última actuación española defendiendo “Nocturnal” antes de partir a Chile y México. A esta despedida de sus directos acudió Javier Escorzo.
Amaral
Buesa Arena, Vitoria
29 de octubre de 2016
Texto y fotos: JAVIER ESCORZO.
Dice una canción del último disco de Amaral que quieren vivir quinientas vidas, una diferente cada día. Posiblemente esa sea la razón por la que cambien de piel en cada disco y de aspecto en cada gira. Su última reencarnación, de nombre “Nocturnal”, está tocando a su fin. El sábado pasado ofrecieron su última actuación en España, concretamente en el Buesa Arena de Vitoria.
Nada más entrar en el pabellón ya se percibe que el dúo maño va a ofrecer un espectáculo de altura. Un escenario amplio, con una gran circunferencia en su parte trasera en la que previsiblemente se volcarán proyecciones y un sinfín de luces en la parte superior. Con pocos minutos de retraso sobre la hora prevista comienza a sonar la sintonía, la misma que Amaral lleva utilizando desde hace muchos años para salir a escena, que no es otra que ‘All tomorrow’s parties’ de The Velvet Underground.
Abren fuego con ‘Unas veces se gana y otras se pierde’, uno de los temas importantes de “Nocturnal”. Después, como un ejército que quiere aniquilar sin contemplaciones a su enemigo, disparan dos pesos pesados de su repertorio: ‘Revolución’, con una Eva desbocada que corre por el escenario para compartir su micrófono con las primeras filas, y ‘Kamikaze’, la canción que fue primer single de “Gato negro-Dragón rojo” y, a la postre, el único rescate de este álbum en toda la velada.
No es habitual un arranque tan trepidante. El público se mete de lleno en el concierto de sopetón, sin preliminares, para volver a la calma con ‘Salir corriendo’ y ‘No sé qué hacer con mi vida’, dos temas de los primeros discos. Tras la euforia inicial uno tiene tiempo para disfrutar de la escenografía. Las iluminación es espectacular, posiblemente el montaje más ambicioso que ha llevado Amaral en toda su carrera. Las luces que coronan el escenario recrean diferentes motivos, ya sean estrellas y constelaciones en los momentos más pausados o rayos y tormentas eléctricas en los tramos de más desenfreno. En la circunferencia del fondo se van proyectando lunas llenas, bolas de discoteca, animales salvajes o faros marinos, dependiendo de la canción que quieran ambientar. Eso hace que las sensaciones del público sean más intensas, alcanzando momentos ciertamente notables, como ‘El universo sobre mí’; y es que, como bien dijo Eva, esa noche realmente tenían el universo sobre sus cabezas.
Las canciones de su último disco ocupan la parte central del repertorio. ‘Nocturnal’, ‘500 vidas’, ‘Noche de cuchillos’… Grandes composiciones todas ellas, aunque quizá se eche en falta un hit del calibre de los facturados en anteriores trabajos. Un himno que dentro de unos años pueda sonar entre ‘Cómo hablar’ y ‘Días de verano’, por citar solo dos, y sea recibido con el mismo entusiasmo. Y no hablamos de calidad (no hay reproches en ese aspecto), sino de calado en el público. Amaral nos había acostumbrado a entregar en cada disco dos o tres canciones de esas que se instalan en la memoria colectiva. De hecho andan sobrados de hits; solo así se explica que se dejen en el tintero temas cono ‘Te necesito’, o que únicamente toquen un pequeño trozo de ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’. O que incluyan rarezas como ‘Ratonera’, la canción que subieron a Internet hace un par de años y que entró en el repertorio al haber sido elegida por sus seguidores mediante votación en redes sociales. Para interpretarla Eva y Juan se quedan solos el el escenario, demostrando que aunque el grupo tenga por nombre el apellido de su cantante y la banda suene como un cañón, realmente es un dúo y cada uno de sus integrantes tiene la misma importancia. Amaral no sería Amaral sin el torrente de voz de Eva y el sonido de guitarra de Juan. Es lo que les distingue, la razón por la que pueden seguir funcionando como grupo después de tantos años.
Entre clásicos (‘Moriría por vos’) y temas más pausados (‘Ciudad maldita’, ‘Cuando suba la marea’ o esa oda a la resaca que es ‘Chatarra’) va avanzando la noche. La armónica de Eva nos arrastra ‘Hacia lo salvaje’, que cuenta con un final alargado y enloquecido que quiere ser también el final de la noche, pero el público les reclama hasta que vuelven a salir al escenario. Lo hacen Juan y Eva solos, que interpretan ‘En el tiempo equivocado’, y ya con el resto de la banda ‘Llévame muy lejos’, la canción que abre su último disco. Una cambiada versión de ‘Sin ti no soy nada’ en la que los teclados juegan un papel determinante constituye un nuevo intento de despedida, nuevamente abortado por los aplausos del pabellón. En esta ocasión tocan ‘Nadie nos recordará’ y, esta vez sí, ponen punto y final a la actuación. Eva lee en un folio los nombres de todos los que han hecho posible esta gira (técnicos, oficina de management, merchandising…). Muchos de ellos salen al escenario y se abrazan, emocionados, demostrando que Amaral es una familia grande y bien avenida. Por los altavoces suena ‘Moon river’. Es el final del concierto. La gira “Nocturnal” se da por concluida en nuestro país, solo quedan algunos conciertos en Sudamérica. Después, Eva y Juan tendrán que planear qué nuevo disfraz quieren habitar en su nuevo disco. Quieren vivir quinientas vidas, así que todavía les quedan muchas por delante.