El dúo zaragozano explica ante los medios de comunicación las claves de su nuevo trabajo discográfico, el séptimo de su carrera.
Texto y foto superior: ARANCHA MORENO.
Resto de fotos: SARA MORALES.
Hace 18 años tocaron en el Círculo de Bellas Artes, literalmente, “para dos”. Ahora y en el mismo lugar, el interés por acudir a la rueda de prensa del nuevo disco de Amaral, se multiplica por ¿sesenta? ¿setenta? medios de comunicación, que llegan temprano, guardan cola (salvo los que prefieren saltársela con descaro, al puro estilo supermercado) y graban y apuntan cada palabra con voracidad. Cada nuevo trabajo del dúo zaragozano es acogido con interés, y cuatro años después de “Hacia lo salvaje”, vuelve a suceder con “Nocturnal”, su nuevo lanzamiento discográfico.
El séptimo de Eva y Juan no les hace más confiados, y siguen sorprendiéndose ante el éxito de convocatoria en la sala Valle Inclán. “Estamos flipando”, sonríe Eva, mientras recuerdan aquella vez en el Círculo, allá por el año 97, pero asegura que no han venido a hablar de nostalgias, sino a hablar del disco. Un trabajo que han grabado en sus estudios, O Gato Negro, que han coproducido junto a Chris Taylor y que ha masterizado Vlado Meller. En los créditos del disco, de nuevo músicos de su confianza, porque “siempre hemos trabajado con gente con la que tenemos afinidad”, declara Juan. En esta ocasión, les acompañan Toni Toledo a la batería, Ged Lynch a la batería y percusión, John Calvert y David Antony Brinkkworth a las programaciones, Tomás Virgós al piano, Nus Cuevas a las cuerdas y Abraham Boba al órgano. El arte del disco muestra fotos de Eva que presentan una mano sobre una cerradura, algo así como “sándwiches analógicos en blanco y negro” con los que ha querido mostrar “la puerta hacia otra dimensión”, un trabajo del que le da cierto pudor hablar, por su condición de aficionada y no de profesional de la fotografía, según confiesa.
Confeccionado en medio de un largo jet lag por el que han pasado muchas noches en vela trabajando las canciones (“somos bastante nocturnos a la hora de componer”, aclaran), Juan define la noche como “el punto de encuentro entre las personas”. Esa nocturnidad, con alevosía, no se queda en el título del disco, ni en el de la canción que lo origina, ya que se cuela en algunos versos de otras canciones, como ‘Los que nos mantiene unidos’: “A veces, de noche en la quietud, sí se entrelazan nuestros cuerpos”.
En este séptimo trabajo buscaban “un sonido enérgico”, ir más allá de la guitarra acústica con la que dan forma a los temas y “darle una vuelta de tuerca a la columna vertebral del disco”. “Nos encanta la distorsión”, asegura el guitarrista, “aunque es como las ruedas de prensa, la carga el diablo”, dice divertido. Es inevitable fijarse en la “dirección sonora” del álbum, algo más oscuro, pero Juan defiende que la prioridad de ambos sigue siendo las canciones, “que cuenten algo real”, como “pequeños cortos”. Así nacen ‘Llévame muy lejos’, que prácticamente “se eligió a sí mismo” como single; ‘La ciudad maldita’, o la propia ‘Cazador’, cuya letra, como las buenas historias, tiene dos lecturas al mismo tiempo. “Tengo unos amigos que tienen pareja, pero salen por la noche y flirtean con lo que caiga, a eso le llaman caza deportiva, porque pescan el pez pero luego lo sueltan, no se lo llevan a casa”. Ante la sonrisa general, profundiza un poco más: “Cuando lo sufres en tus carnes y eres tú el trofeo deportivo no te hace ninguna gracia. Empecé a escribir eso porque me había visto en una de esas situaciones”. La otra lectura, por la que le pregunta un periodista, es la más fácil de interpretar: se muestran en contra del maltrato a los animales. “Matar por divertirse, no le veo sentido”, dice, como una doble crítica a ambas lecturas.
No tienen claro hacia donde se dirigen, pero sí cómo ha cambiado su historia desde los comienzos. “Cuando empezamos a hacer música teníamos la sensación de que estábamos haciendo algo que no llevaba a ninguna parte, también alumbrada por nuestro entorno, lo de: “¿qué tal va con el grupete?”, que decía la familia”, dice Eva arrancando alguna sonrisa cómplice. Por ahora, su objetivo es el mismo del principio, aunque a veces no sea fácil perseguirlo: “¿A dónde vamos? A seguir pasándolo bien, a seguir experimentando o a seguir sufriendo en busca de algo que no encuentras en el estudio”
A los Amaral de 2015 les preocupa, entre otras cosas, tener más tiempo para hacer las cosas bien. “Tenemos el reto de organizarnos un poco mejor”, apunta Juan en alusión al caos de los últimos años, de giras prolongadas y un aluvión imparable de medios, ciudades y maratones de todo tipo. Testigo de ello serán primero en otros lugares, ya que piensan empezar la gira fuera de España y llegar a nuestro país sobre mayo. Cada vez es más difícil hacer el repertorio, y todavía andan dándole vueltas, pero lo que tienen claro es que “nos gustaría hacer un espectáculo, no un grupo de canciones una detrás de otra, darle una unidad”. Sobre las salas, «somos bastante obsesivos con el sonido, vamos a intentar tocar en sitios que suenen bien». Acostumbrados a no bajar de las dos horas sobre el escenario, prometen hacer variaciones entre una ciudad y otra, pensando en la gente a la que le gusta repetir y verles en más de una fecha.
Para abrir boca, cierran con dos temas en acústico, a guitarra y voz. “Está muy bien tener este paisaje enfrente, el cielo de Madrid”, comenta Eva entre las dos canciones que regalan a los medios, ‘Llévame muy lejos’ y ‘Nadie nos recordará’. Dos canciones con un mensaje en puro movimiento, con los que, desde la planta quinta del Círculo y con la energía de la voz y la guitarra de Amaral, es fácil volar lejos.