Con esta crónica personal, Albert Pla ha querido contar sus sensaciones al participar en el fin de gira, el pasado fin de semana, de Muchachito Bombo Infierno.
Texto: ALBERT PLA.
Atención. Noticia. El otro día, sabado 22 de octubre de 2011, Muchachito hizo un concierto en la esplanada del Fórum. Con él, sus amigos. Kiko veneno, los Delinqüentes, Joan Garriga, Bebe, Estopa, Josele, Tomasito, el Langui, Albert pla… Menos un par de tontines que se creen los reyes de algo, estábamos todos. Los que nos consideramos afortunados cada vez que uno de los nuestros nos llama. Los que nos sentimos orgullosos y honrados con el cariño de nuestros compañeros de ilusión y de fatiga. Los que dejamos todo y volvimos precipitadamente, algunos sin dormir, después de tocar en Mallorca, Extremadura, Jerez o Sevilla para estar con nuestro amigo. Que nadie olvide que soy el primer fan de Muchachito y de Bebe. Que mi ídolo es Kiko Veneno. Que fui de los primeros en escuchar la maqueta de unos chavales llamados Estopa y la compartí como un poseso con los míos. El mismo que baila con Joan y su acordeón y que saborea en solitario, mientras siente sana envidia, cuando escucha a los Delinqüentes y Julieta cantando… de que vale… Los que sabemos qué es un micro 58. Los que sabemos que un simple monitor te puede estropear un concierto entero. Los que sabemos que cuando vas a Argentina necesitas un enchufe convertidor para el compresor de la guitarra. Los que nos conocemos de carrerilla las áreas de servicio que hay entre Soses Alcarràs y Miranda de Ebro. Salimos a cantar, a disfrutar de las canciones de Muchachito Bombo Infierno y su banda. Juntos. Todos teníamos ganas de estar con todos. Claro que sí. Lo mejor de la profesión. Los compañeros de trabajo. Además, nunca pude evitarlo, Muchachito y su manager me recuerdan mucho a mi manager, Pedro Paramo y a mí.
Desde hace años que nos abrimos paso intentando sobrevivir encima del escenario, rompiendo puertas cerradas a cabezazos. A pesar de casas de discos sin piedad, a pesar de miles de managers avariciosos e incompetentes, a pesar de productores cocainómanos. A pesar de la TV, de la radio, de la SGAE, del puto Twiter y el cabrón del Faceboock. A pesar de todo, algunos años después, seguimos vivos. Disfrutando de las canciones y conciertos de nuestros amigos. Sin importar quién hace más o menos, quién gana més o menos.
Como siempre, y en su línea, Muchachito y Sergi nos trataraon de lujo. Consiguieron que el día entero fuera especialmente mágico. Paellas, risas, guitarras, cerveza y chocolotate. El concierto, a pesar de mi presencia, fue todo un éxito. Yo creo que la gente del público sabía lo que sucedía detrás del escenario. Que todos estábamos ansiosos por subir y cantarles, que todos queríamos gozar cuanto antes junto a ellos, con Muchachito, con esa bandaza fantástica de músicos que le rodean desde hace una eternidad. La noche fue un grito de esperanza para mí. Ahora sé que cada uno de nosotros seguirá haciendo lo único que puede y sabe hacer. Lo inevitable, hacemos y cantamos canciones. Así de simple.
Mientras tanto, el mundo seguía girando, y los focos de atención estaban en otros lados. El mundo es fantástico. Mientras otro deportista de vida ejemplar y sana moría helado intentanto ser el alpinista ocho mil quinientos catorce que subía al Himalaya en calzoncillos, a la pata coja y sin bombonas de aire. Mietras se mataba el enésimo superatleta deportista encima de una moto, nosotros nos estábamos drogando tranquilamente. Mientras se cepillaban a un tal Gadafi, que al parecer ahora todo el mundo ya sabe que tenía rabo y se comía a sus propios hijos (menos mal que tenemos periodistas para enterarnos de la verdad). Mientras el país estaba pendiente de la apasionante cuestión de si Gerard Quintana habla catalán o castellano, nosotros estábamos a lo nuestro, cantando y bailando. No estaba el presidente de allá ni el presidente de acá, ni siquiera un ministro, ni un concejal, ni el alcalde, ni un miserable edil. Es más, juraría que no vi ni a un crítico dentro de la carpa. Seguro que lo había. Igual escribe que el concierto no estuvo mal. Y que tal o cual invitado desafinó un poquito.
Qué bien. Gracias Sergi, gracias Jairo. Para mí fue una noche inolvidable. Os llevaré siempre en el corazón. Os debo 58. O más.