FONDO DE CATÁLOGO
«La producción es más amable que en los trabajos preliminares y el sonido se torna más ligero y limpio»
Manel Celerio recupera el cuarto disco de Blue Öyster Cult, Agents of fortune, un trabajo cuya producción es más amable que en los anteriores y el sonido se torna más ligero y limpio.
Blue Öyster Cult
Agents of fortune
COLUMBIA RECORDS, 1976
Texto: MANEL CELEIRO.
Los neoyorquinos se habían granjeado un férreo núcleo de seguidores gracias a sus primeros pasos discográficos. Grabaciones agresivas en el tratamiento de las guitarras que aunaban blues pesado, rock duro, psicodelia y un concepto global dotado de una imaginería gráfica muy peculiar que encajaba a las mil maravillas con su misterioso nombre, ya saben, el culto a la ostra azul, y con unas letras de inusual peso literario, cargadas de mitología, ciencia ficción, desvaríos espaciales y, como colofón, un aguzado, y peculiar sentido del humor.
Para aquellos lectores que no los conozcan recalcar que BÖC es una banda muy, muy interesante, sobre todo en esa primera etapa de su trayectoria a la que nos remitimos en el párrafo anterior. Sus obras iniciales, el homónimo debut de 1972, Tyranny and mutation (1973) y Secret teatries (1974) son aún hoy en día un inagotable universo musical en expansión. Aunque los hayas revisado numerosas veces siempre descubres algo que te sorprende, su capacidad para asombrar con las combinaciones de las seis cuerdas parece infinita así como los recovecos que usan en la composición, sus canciones no son un camino recto, siempre hay curvas y ángulos frente a los que conviene estar en estado de alerta, atento y con los sentidos aguzados.
Y son otro de esos diáfanos ejemplos de bandas cuyo estatus dentro del negocio, siendo relevante, no hace justicia a lo mucho que han aportado e influido en la formación de generaciones posteriores de músicos. Estatus que se consolidó definitivamente con el que sería su cuarto trabajo, precedido por un fantástico doble en directo titulado On your feet or on your knees (1975), que los aupó a ser uno de los nombres más demandados para encabezar giras durante unos cuantos años y que dejó para la posteridad una canción emblemática que aún se escucha numerosas veces las emisoras FM norteamericanas, en cualquier estación de radio que se precie de emitir buena música y hasta incluso se pasea de vez en cuando por las radio fórmulas más chabacanas.
Nos referimos a “(Don’t fear) the reaper”, con su característico cencerro, que inspiró un célebre gag en el programa humorístico Saturday Night Live, y su pegajosa melodía. Tema bandera de un disco que presentaba a unos Blue Öyster Cult diferentes, en cierto modo suavizados y más asequibles para las orejas del gran público. No queda claro si fue por presiones de la compañía discográfica o bien una decisión tomada por la propia banda, pero la producción es más amable que en los trabajos preliminares y el sonido se torna más ligero y limpio. Siguen cruzando guitarras a buen volumen pero sintetizadores y teclados ganan espacio respecto a los anteriores trabajos y presentan partes vocales más armoniosas. Y aunque no pierden su identidad intelectual ni ese halo místico que siempre los ha rodeado no cabe duda de que sus seguidores sedebieron llevar una buena sorpresa al pincharlo.
Si rascamos un pocopodemos detectar su agria ironía en la letra de “This ain’t the summer of love”, su capacidad para embarcarte en viajes espaciales, “E.T.I. Extra terretial Inteligence” –el mejor tema del disco con toda seguridad– o “The revenge of Vera Gemini” donde colabora Patti Smith, por aquel entonces pareja de Allen Lanier. Y pueden repartir cera con la contundencia de siempre, tal como hacen en “Tatoo vampire”. Canciones que alternan con la –hasta el momento desacostumbrada– orientación pop de “True confessions”, el rock suave de “Morning final” y “Tenderloin” o el cierre con la pomposa y edulcorada “Debbie Denise”. Agents of fortune sufre de cierta irregularidad, no parece un trabajo excesivamente cohesionado, es como si cada uno de los músicos, excepto Eric Bloom que no estampa su firma en ningún momento, se hubiera tomado la libertad de hacer lo que en ese momento le daba la real gana. La jugada salió bien, desde luego, disco de platino, votado entre los mejores discos del año y con la mencionada “(Don’t fear) the reaper” pasando para siempre a la posteridad.
Siguen en activo, con los lógicos cambios de formación en una trayectoria tan dilatada, con Buck Dharma y Eric Bloom como únicos miembros originales, ofreciendo buenos conciertos y es de justicia señalar que el pasado 2020 lanzaron The symbol remains, un disco más que recomendable.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Silvio, de Silvio Rodríguez.