https://www.efeeme.com/wp-admin/post.php?post=107076&action=edit«Decir que Westwood fue la creadora del punk es mucho decir, pero sí lo fue de una de sus formas de expresión artística»
Ayer falleció, a los 81 años y en su casa de Clapham (Inglaterra), Vivienne Westwood, diseñadora británica que participó de forma activa en la eclosión estética y conductual del punk. Una mujer que con sus colecciones definió un género y aportó transgresión ante los corsés de la moda. Sara Morales la recuerda con este artículo.
Texto: SARA MORALES
No puede ser, es imposible que haya tantas reinas del punk según se tercie la ocasión: Patti Smith, Poly Styrene, a veces Deborah Harry, ahora Vivenne Westwood…
En realidad Vivienne (1941-2022) nunca ostentó el trono del género más insurrecto de la historia, ni siquiera lo pretendió; pero sí hay que atribuirle que fuera mente y mano creadora de su leyenda estética. Contribuyó de forma directa y fundamental a darle forma a través de su creatividad en la costura, de su originalidad con los patrones, la aguja y el dedal, desde su pequeña tienda en la calle King’s Road, de Londres, llamada SEX. El destartalado y enigmático lugar por donde circuló y se gestó buena parte del ideario visual y conductual del punk, donde quedaban y planeaban el futuro unos Sex Pistols primerizos a punto de estallar, y donde el cuero, las tachuelas, los cuadros, los pinchos y las botas militares se convirtieron en las claves visuales del género musical más combativo.
Sí, todo eso ocurrió en aquellas paredes atestadas de seda y calaveras que regentaba Vivienne en los setenta, donde ella ejercía de anfitriona y catalizadora durante esas seminales veladas en las que el punk pasó de un brainstorming entre colegas y allegados, a gestarse como un embrión para eclosionar en aquella Inglaterra pre (y durante) Margaret Thatcher. Decir que Westwood fue la creadora del punk es mucho decir, pero sí lo fue de una de sus formas de expresión artística. Entre ella y el productor Malcolm MacLaren, su socio y pareja durante años, arrastraron las influencias que el magnate traía de sus viajes neoyorquinos (sobre todo de los New York Dolls y de Richard Hell todavía en Television) y las implantaron en un Londres hambriento de nuevas ideas y de acción, al que le vino al pelo no solo las formas que se cocían al otro lado del charco, sino también un impulso creativo autóctono dispuesto a diseñarlas y llevarlas a cabo a la inglesa. Esa fue Vivienne Westwood.
A caballo siempre entre el imaginario punk que ayudó a concebir, el colorismo new wave que vendría después, la parafernalia bondage, los ademanes andróginos y los tintes siniestros y góticos de los que siempre fue acólita, la diseñadora comenzó a levantar una firma personal, mutada con los años en emporio empresarial, que terminó conquistando los ojos del mundo de la música y de la moda. Desde Siouxsie Sioux, a las Slits, pasando por un Joe Strummer más comedido con su atuendo, Bowie, por supuesto, o una Amy Winhouse más pin up, hasta las pasarelas más influyentes del globo, cayeron rendidos ante su obra de tela. Con sus diseños y colecciones, Vivienne vistió al underground londinense en un tiempo clave de la historia musical, pero además, a partir de ahí, supo hacerse un hueco irrebatible en la esfera de la alta costura, y de la joyería, aunque siempre desde un espíritu alternativo y alejada de patrones clásicos e imperantes, de la tendencia incluso. Esa sí que fue Vivienne Westwood, que no es poco. Una mujer con un concepto muy trash y transgresor de la confección y del mundo, con una conciencia invulnerable en defensa del medio ambiente, que mantuvo hasta el último día. Esa sí que fue Vivienne Westwood, la dama del imperdible.