ACÚSTICOS
“Demuestra su capacidad como autor pero, sobre todo, que es un intérprete absolutamente mágico”
Eduardo Izquierdo recorre la extensa carrera de Willy Deville desde sus inicios con Mink Deville, deteniéndose en el acústico solista que grabó a trío en 2002, uno de los últimos trabajos que firmó el estadounidense antes de morir en 2009.
Willy DeVille
“Acoustic trio live”
EAGLE, 2002
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Conoció el sabor dulce del éxito. Eso no se le puede negar a Willy DeVille. Probablemente no lo hizo como él hubiera querido, pero aquel ‘Demasiado corazón’, incluido en “Live” (FNAC, 1993), dio la vuelta al mundo. Lo hacía justo dieciséis años después de que se publicara “Cabretta” (Capitol), el primer disco de los nunca suficientemente reconocidos Mink DeVille (aunque Willy fuera el eje de todo). Un proyecto que tras ocho años de existencia y discos espléndidos como “Return to Magenta” (Capitol, 1978) o “Côup de grace” (Atlantic, 1981) moría por inanición mediática para dar paso a la carrera en solitario de su único e irrepetible líder.
Willy DeVille debuta en solitario con “Miracle” (Polydor, 1978) dejando claro desde el principio que no se trataba de una ruptura respecto a su carrera anterior, sino de una continuidad. Un disco destinado a vender pero que no funcionó. Porque como aseguraba Carlos Zanón en su imprescindible biografía de Deville, “El hombre a quien Rosita robó el televisor” (Editorial Milenio, 2003), “Si Willy no firmaba el trabajo como Mink DeVille, el producto debía reflejar ese cambio o nuevas expectativas. Es decir, debía permitir a Willy liberarse de su pasado y poder probar otras cosas. Y el disco parece tener entre sus surcos una cierta inspiración tex-mez y de la música sureña (…). Es un disco bien maullado, gruñido y cantado y que trata de hacer regresar a Mr. Cadillac Walk a las calles. El problema es que todo se hace desde el talonario (…) ‘Miracle’ es como mirar desde la pecera cuando el mejor Willy lo hacía desde la escena del crimen”. Las ventas, como era de esperar, no son las previstas, algo que se repetirá con “Victory Mixture” (Sky Ranch, 1990), y empezará a arreglarse con el magnífico “Backstreets of desire” (FNAC, 1994) para acabar culminándose con el citado “Live”. Con “Big easy fantasy” (New Rose, 1995), “Loup garou” (Discovery, 1995) y “Horse of a different color” (East West, 1999), DeVille llega al nuevo siglo.
Celebración del 25 aniversario
Nuestro pirata favorito decide celebrar sus veinticinco años de carrera subiéndose a los escenarios, hecho que se cumple a finales de 1999 con una larga gira europea. Unas actuaciones previstas para todo el año 2000 que han de suspenderse. El motivo: la muerte planea alrededor de DeVille. Ese año fallecen su padre y su amigo y protector Jack Nitzsche pero, sobre todo, se va su segunda mujer, Lisa, con la que lleva casado desde 1984 y que había supuesto un auténtico bastón para un inestable Willy. Tarda dos años en recuperarse pero, en 2002, retoma la gira allí donde la dejó. DeVille llega a Europa con dos formaciones, una convencional y un formato trío que integra junto a David J. Keyes y el espectacular pianista Seth Farber. Esta es la que dará los mejores momentos de la gira y acabará convirtiéndose en plástico como “Acoustic trio live”.
El álbum incluye dos partes diferenciadas. Por un lado, la grabación del concierto celebrado el 21 de marzo de 2002 en el Columbia Hall de Berlín, y por otro, algunos extras del concierto de Estocolmo, en esas mismas fechas, pero con la banda al completo. El resultado es, simplemente, excelente. DeVille demuestra su capacidad como autor pero, sobre todo, que es un intérprete absolutamente mágico. De hecho, la lista de canciones solo incluye tres temas propios, dos de ellos curiosamente extraídos de “Le chat bleu”, uno de sus discos menores, porque es en las revisiones ajenas donde se pone toda la carne en el asador. Ahí están ‘Let it be me’ de Everly Brothers, ‘Hound dog’ de Big Mama Thorton vía Elvis, ‘Spanish Harlem’ de Ben E. King, ‘Shake, rattle & roll’ de Big Joe Turner o ‘Keep a knocking’ de Little Richard. El cantante está en estado de gracia, como demuestra esa conversión del ‘Shake sugaree’ de Elizabeth Cohen en una balada casi ranchera o la insuperable reinterpretación del ‘That is the way to make a broken heart’ de John Hiatt que su amigo Ry Cooder incluyó en su “Borderline” (Warner, 1980). Recurriendo de nuevo a palabras de Zanón, “actitud, clase y las dosis justas de manierismo, heredero de una tradición musical e iconográfica rica, desconocida y, en ocasiones, banalizada: el rock and roll”. Podría intentar definirlo mejor, pero no iba a conseguirlo.
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Anterior entrega de Acústicos: “MTV Unplugged” (1995), de Hole.