“A ghost story”, de David Lowery

Autor:

CINE

a-ghost-story-03-11-17-a

“Tan impresionante como cotidiana, tan pequeña como enorme, tan ligera como espeluznante”

 

 

a-ghost-story-03-11-17-b

“A ghost story”
David Lowery, 2017

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

En “A ghost story”, un hombre fallece de manera repentina. Sin que nadie lo sepa, su espíritu se queda aquí, regresa a su hogar y acompaña a su viuda. En paralelo con esta aparentemente sencilla premisa, el fantasma protagonista que da título a la película no podría ser más tradicional: no es sino una entidad incapaz de continuar con su viaje, sea cual sea, atada de manera incomprensible a un lugar, condenada a ocuparlo para siempre. Parece tener “asuntos pendientes”. Visualmente, el fantasma es también familiar, naif, reconocible: una vagamente humana figura cubierta por una sábana blanca con dos agujeros donde los ojos deberían estar. A pesar de que en ellos solo hay negritud, vacío, silencio, el fantasma es testigo de todo lo que ocurre. Encadenado al espacio mientras el tiempo fluye a su alrededor sin orden ni estructura ni límite, el fantasma únicamente observa.

La película nos ofrece así un punto de vista privilegiado pero al mismo tiempo espantoso, trágico. Asistimos, junto al fantasma, a momentos íntimos, privados, dolorosos. Sin embargo, no existe la posibilidad de participar o influir en ellos, de hacer visible nuestra presencia, solo de permanecer en silencio, de estar ahí sin poder desviar la mirada. “A ghost story” recurre a nuestro terror más profundo, aquel que nos recuerda que no sabemos por qué estamos aquí ni qué ocurrirá cuando fallezcamos, y lo emplea de modo poético y catártico para apelar a nuestras ansias de persistencia, de memoria, de saber.

La suave musicalidad, el colorido sombrío, el original encuadre, el silencio apenas interrumpido y la siempre presente figura cubierta en una sábana sirven para crear un film bello e hipnótico, pero también nos dan la oportunidad de meditar sobre la vida, la muerte, el amor, la pérdida, el duelo y la redención, y nos presenta la orgánica manera en que todos ellos parecen repetirse y reiterarse una y otra y otra vez, siguiendo un ciclo tan imparable como incomprensible, tan sobrecogedor como mundano. Del mismo modo, recordándonos que no es necesario recurrir a una metáfora fácil y recargada o a una saturación excesiva para crear una obra capaz de sorprender y para ofrecer al espectador una reflexión compleja a la par que universal, “A ghost story” es tan impresionante como cotidiana, tan pequeña como enorme, tan ligera como espeluznante.

Anterior crítica de cine: “Ruibal, por libre”, de César Martínez Herrada.

Artículos relacionados