A dream is all we know, de The Lemon Twigs

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DISCOS

«Se atreven absolutamente a todo, mezclan estilos y décadas a su albedrío, son glam y son folk»

 

The Lemon Twigs
A dream is all we know
CAPTURED RECORDS / POPSTOCK!, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO. 

 

Son dos hermanos veinteañeros, Brian y Michael D’Addario, que han entrado en el panorama musical como una aparición, un fantasma del pasado, un milagro. Pero un milagro bien eléctrico. Y lo bueno es que ya tienen cinco discos plagados de canciones que hubieran hecho felices a sus abuelos y que podrían haber competido con todos los grandes del pasado, canciones que hubiesen surgido de momentos de inspiración de Brian Wilson, que no hubieran chirriado en un disco de los Beatles, que The Byrds hubiesen compuesto con saltos de alegría, que a Ray Davies le harían sentirse orgulloso. Un ejemplo, “Peppermint roses”, con su toque oriental y leves dejes de psicodelia, con su pandereta impecable, hubiera sido sancionada por John Lennon para que entrara a formar parte del Rubber soul. Cuando termina, se da uno cuenta de que es la enésima canción pop perfecta.

Se atreven absolutamente a todo, mezclan estilos y décadas a su albedrío, son glam y son folk, y sus temas han de gustar a todos los que se han enamorado de cualquier canción de los sesenta, de los setenta, de los ochenta presintetizadores. El truco es fácil: concentrar en tres minutos deseos y frustraciones y darle una forma musical eléctrica y adictiva. Lo difícil es llevarlo a cabo, y este par de hermanos lo consiguen en cada corte. Ahí está “My golden years”, una soberbia lección de pop de guitarras, con su impresionante melodía, los coros que la apoyan, su fondo imaginativo y su pequeña rabia.

Empecemos por el principio. “In the eyes of the girl” tiene piano y armonías a lo Everly Brothers para conseguir una de esas baladas high school, dulce en sus «I love you» y sus voces. De aire Beach Boys es “Sweet vibration”, aliada con la esencia de Syd Barret para hacerla naif, pero no infantil. El grupo de Brian Wilson también está presente en “How can I love her more”, aunque son los Beach Boys de los setenta. También de esa década es “A dream is all I know”, una balada con toques galácticos y ensoñadores, aquellas que perpetraban Randy van Warmen o Kc & The Sunshine Band. Balada es también “From the start, pero en la estela de esa sencillez de Paul McCartney. Y también setentera es “Rock on (over and over)”, puro T. Rex, con guitarras pantanosas y envenenadas y energía a velocidad de crucero.

Hay más estéticas, aunque parezca que no es posible. “Church bells” es una miniatura con aire de musical navideño y buenas y optimistas armonías. Un verdadero juguete es “If you and I are not wise”, con espléndida intro de guitarra tintineante a lo The Byrds y una construcción que resulta artesanía pura. También lo es el aire folk dulce, elevado de azúcar de “Ember days”, con un sonido deliberadamente retro y con el colorido de los violines finales.

A dream is all we know viene a ser su Odessey and oracle, ese disco tapado de The Zombies que pasa por ser el mejor disco de pop de la historia. Pero nada de seriedad, es un disco tan contagioso como divertido, igual que sus conciertos, donde desempolvan una irresistible y olvidada canción de los nueva oleros The Keys, “I don’t wanna cry”, y una versión del “Andalucía” de Enrique Granados. Unos conciertos llenos de elegancia y fuerza que, háganse el favor y no se pierdan su paso por España, que dentro de poco están de gira. No romperán Spotify ni ninguna lista de éxito, pero no lo necesitan, les basta con que un buen puñado de seguidores sienta adoración por ellos.

Anterior crítica de discos: Estëreo estrada, de Eladio Santos.

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