«Evito sacrificar la música, quiero que la melodía sea libre, la escribo desde un punto de vista puramente musical, que el sentimiento vaya en ella»
Antonio Smash, el que fuera batería de los legendarios Smash, acaba de publicar «Balas de amor», su segundo disco solista, diez años después del primero. Juan Puchades contacta con esta leyenda del rock español.
Texto: JUAN PUCHADES.
Su apellido artístico lo dice todo: Smash, como el grupo mítico surgido en la segunda mitad de los años sesenta que, desde Sevilla, lideró el rock progresivo español. Allí, Antonio Rodríguez fue fundador y batería. Luego, con los años, colaboró con otros músicos (Kiko Veneno, Pata Negra, Lole y Manuel…) y hace justo diez años, publicó un primer disco en solitario, «Jardín secreto» en el que se animaba a cantar sus propias canciones. Ahora, Antonio Smash reaparece con su segundo trabajo, «Balas de amor», editado por La Huella Sonora, el sello y productora de Santiago Auserón. Un álbum de rock libre, a contracorriente y preciosista en el que Antonio ejerce de productor y multiinstrumentista. Un placer conversar con este músico amable y de hablar pausado.
Tu primer disco en solitario, «Jardín secreto», es de 2002, dejas pasar tiempo entre los discos. ¿Te lo tomas con calma o es fruto de las circunstancias?
En este caso han sido las dos cosas. Al no estar atado a un contrato discográfico he podido tomármelo con cierta tranquilidad y hacer un nuevo trabajo tranquilo, pero sin pausa. He podido trabajar más a conciencia sobre las canciones. Reuní treinta o treinta y tantas canciones y me quedé con once de ellas. Once que tenían un nexo de unión, sobre todo en las letras, de ahí el nombre de «Balas de amor», que me pareció el título ideal, además de que le da nombre a una de las canciones.
Todo el disco gira alrededor de la soledad y, de alguna manera, de la búsqueda del amor.
Sí, es un concepto amplio, acompañado, tal vez, de un trasfondo crítico e hiriente en algunos casos. Hay sentido del humor en algunas letras, pero sí, el fondo es un poco… no sé si llega a ser trágico, pero muchas tienen que ver con la marginación. La misma letra de ‘Balas de amor’ se refiere a uno enganchado a la heroína, pero el estribillo le da una especie de ánimo a que salga de ahí, a que despierte, a que se levante. Esa letra es de Dogo.
El de Dogo y los Mercenarios.
Exacto, con él hice algo en el disco anterior, una canción que se llama ‘Sin perder el compás’. Le veo poesía dentro del rock, escribiendo lo veo poeta.
Todos los textos del disco, excepto uno en el que colaboras, son ajenos, ¿no te sientes letrista?
Es que en mi manera de hacer las canciones siempre se da primero la música, porque me siento con libertad al pensar en una melodía no atada a un texto ya escrito. Evito sacrificar la música, quiero que la melodía sea libre, la escribo desde un punto de vista puramente musical, que el sentimiento vaya en ella. Una vez que tengo la melodía clara, se la paso a los letristas con la parte musical ya hecha, con la estructura, a veces incluso acompañada de arreglos. Hay veces que uso frases en inglés que aunque no tengan sentido, sí sonoridad, y es el letrista el que se adapta a esa melodía ya dada.
A mí eso, visto desde fuera, siempre me parece un marrón para el letrista.
Sí, ya, es posible. Tengo la suerte de contar con una gente que desde un primer momento le pareció interesante la idea, tengo buen «feeling» con cada uno: con Santiago [Auserón], total; con Dogo, igual, con Pedro Oliva, que es otro de los que colabora en este disco, también. Vamos, con todos, con Pive Amador, con Manolo Fernández… fíjate, Manolo y yo tenemos una relación por teléfono desde hace seis años, y no nos hemos visto todavía. En mi primer disco, también colaboró. Hay buen rollo, pero no nos hemos visto, y tenemos ganas de coincidir un día y tomarnos una cerveza.
Lo primero que hay que decir para aquellos que tengan en la cabeza el sonido de Smash, es que lo que haces es bien distinto. Como decías, es música libre.
Bueno, en mi las influencias de un principio, de los tiempos de Smash, siguen estando ahí, lo que pasa es que con el tiempo que llevo trabajando en esto, la cantidad de músicos con los que he tocado, y la diversidad de música que he escuchado influye. Incluso en Smash teníamos un abanico amplio de influencias, porque si se observan los temas de Julio Matitos con los de Henryk, cada uno tiene un carácter, o con los de Gualberto, o con los míos. Yo era el más jovencillo, porque yo cuando Smash tendría quince años, pero cada uno de los que componíamos el grupo nos dábamos libertad a la hora de hacer y de mostrar nuestros gustos y nuestras influencias, y de ahí salía el grupo.
Tocas muchos instrumentos, pero se te conoció como batería, ¿con cuál te sientes más a gusto?
El aprendizaje o la relación con los demás instrumentos ha sido también a través del tiempo que llevo en la música. Me vuelvo a remontar a la época de Smash: cuando escuchaba música me gustaba oír cada instrumento y entender la función de cada uno dentro de la canción que estaba escuchando, y eso ha sido, de alguna manera, lo que provocó en mí el sentirme atraído por tocar otros instrumentos, y he dejado que fuese de manera natural. Pero, incluso en Smash, recuerdo que Henryk tocaba la guitarra, pero también tocaba el violín, tocaba la tabla, le gustaba el sitar. Julio a veces, estando en el ensayo, cogía la batería, nos intercambiábamos ideas. O sea, que ese sentido global de la visión de tocar también nos hacía participar de ideas con otros instrumentos. Desde entonces creo que ese espíritu ha ido conmigo.
Eso también tiene que ver con una cierta vocación experimental de acercarse a la música, ¿no?
Exacto.
¿Es complicado grabar un disco ejerciendo de multiinstrumentista?
Según cómo te lo plantees. Te decía que me he tomado con cierta calma hacer este disco, pero es que con relación a los instrumentos también sentía curiosidad por ver qué color sonoro podía conseguir interpretando yo esa serie de instrumentos. Pero también antes he tocado para otros, por ejemplo en la canción ‘Camarón’ de Pata Negra fui el bajista, con Kiko [Veneno], a lo largo del tiempo que estuve con él, he grabado guitarra acústica, incluso un vibráfono en una canción. Con Lole y Manuel también he grabado el bajo. Entonces, a la hora de hacer este disco, ya le venía dando vueltas a la cabeza desde hacía un tiempo al poder grabar varios instrumentos. Me decidí, y al planteármelo así le dediqué tiempo a cada instrumento hasta tener claro el tratamiento de las canciones, una vez logrado esto, es cuando comienzo a trabajar con los demás músicos que también han colaborado en la grabación. Si te lo organizas y lo tienes claro, es cuestión de transmitírselo a los técnicos que te van a grabar. En este caso he sido mi propio productor, tanto artístico como ejecutivo, he sido el que lo ha organizado todo, incluso había referencias, me las llevaba hechas desde mi casa, llegaba al estudio y, la verdad, grabar la voz de referencia no lo he hecho, lo que creaba era una atmósfera en cada canción que me resultara cómoda para meter esas baterías dentro de un ambiente así calentito. Claro, los temas son míos y los conocía, entonces con las referencias creaba un ambiente con teclado, con bajo sintetizado, y una vez que la batería está hecha, empiezo a quitar cosas y a meter las grabaciones reales.
¿Por qué has vuelto a grabar el ‘Forever walking’ que escribiste y grabaste con Smash?
Ni me lo he preguntado. Desde que empecé como Antonio Smash, en un formato acústico que llevo, daba buen resultado ‘Forever walking’ con dos guitarras acústicas y coros, y pensé en un arreglo para cuerdas, en este caso para dos violas, que quedaban muy empastadas, y vi ahí una versión curiosa de grabar, aparte de que le tengo un cierto cariño a la canción, pero vi curioso que resultara una versión distinta a la que hicimos Smash, porque ahora tiene otra atmósfera.
‘Adela’ casi parece un tema de los que escribían Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. No es un tema tuyo, cuéntame la historia de esta canción.
Es otra versión que hago en el disco, hay dos, esta y ‘Forever walking’, esta es de un amigo músico, sevillano, conocido aquí como Mane: estuvo en los Gong, hace mucho tiempo, un grupo que llevó Gonzalo [García-Pelayo], sonaban muy bien. Esta canción tiene muchísimos años, la vi curiosa de hacer y le dije a Mane que me gustaría versionarla. Esto fue hace tiempo, él me la pasó en una cinta y la canción, en un principio, tenía carácter de una balada muy lenta, lo que pasa es que le di la vuelta. A la hora de arreglarla le he dado este ambiente y es una canción de pop. Las armonías son las que te pueden recordar a Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, a mí me recuerda a los Beatles, a John Lennon, se la escuchaba así a Mane y me recordaba a Lennon.
‘Emily’ cuenta una historia bien curiosa: una señora que se despierta 37 años después de tomar ácidos, y suena casi como un tema dance.
¿Lo dices por el ritmo insistente? Sí, a Pive la música le inspiró hablar de esto. Musicalmente tiene esa cosa dance, pero el teclado que hay de fondo tiene una cierta atmósfera psicodélica y las guitarras son un poco Stones.
Es como que conectas dos mundos: el de la señora que hace 37 años se tomaba sus ácidos y su despertar ahora.
Sí, es una letra con un componente crítico: «era el verano del amor, ya no es el verano del amor», dicho con cierta ironía, Pive para eso tiene su rollo.
¿Cuál es la relación con Santiago Auserón y La Huella Sonora?
Con Santiago hace tiempo que comenzó la relación, fue en una gira, yo iba con Kiko Veneno y se hizo la gira conjunta «Kiko Veneno y Juan Perro vienen dando el cante», y ahí la plantilla de músicos que acompañábamos a los dos éramos ocho o nueve, porque nos juntamos los dos grupos. Fue una gira de unos quince teatros y entablamos una buena relación, cogimos ambiente, buen «feeling». Había veces que los conciertos se hacían temprano y luego echábamos un rato en la habitación de alguno y tocábamos algo. Yo a veces tocaba ideas de canciones que tenía, y un día Santiago me dijo, «¿por qué no te planteas grabar, porque te escucho cosas muy interesantes?». Yo entonces no tenía ni planteado cantar en español, y él es el que me provoca y el que me dice: «si quieres trabajamos en esos temas que te he escuchado». Y se ofreció a hacer letras, y me pareció superinteresante, me lo planteé en serio y es con la primera persona con la que trabajo en ese aspecto. La primera canción que hicimos fue ‘Un nuevo día’, del disco «Jardín secreto», recuerdo que se la envié en una cinta y él me enviaba las ideas para la letra hasta tenerla entera, así hicimos también ‘Jardín secreto’, la canción. Digamos que la primera experiencia de atreverme a cantar en español me la provoca él y con el tiempo me he ido convenciendo más y más, y creo que lo he ido madurando.
A la vez, La Huella Sonora te da el soporte para sacar los discos, ¿no?
Sí, en el primer disco llevaron a cabo la producción ejecutiva, y en este segundo disco, no. Este, una vez que lo finalicé, lo mostré por diferentes sitios hasta que Santiago me ofrece otra vez sacarlo con ellos. Estuve a punto de hacer algo con otra gente, pero Santiago vio el contrato [risas] y me dijo, «no hagas esto con estos tíos. Te propongo hacerlo conmigo». Y me pareció estupendo.
Smash es un nombre mítico del rock español, ¿pesa mucho su leyenda?
Según en qué casos, pero no le echo mucha cuenta. Últimamente se ha hablado más a raíz de un documental, «Underground, la ciudad del arco iris», que está bien, es un buen trabajo que tiene que ver con la Sevilla y la Barcelona de la época, tanto social, musical como política, reflejando el ambiente que se respiraba en aquellos tiempos. Interviene mucha gente y Smash tiene una parte importante en el documental, también sale el grupo Máquina! y mucha gente que tiene que ver con la política o con el mundo del arte. A partir de ahí se nos ha reclamado a Smash más de una vez, y en alguna que otra entrevista me preguntan más de una vez por la fusión con el flamenco, y siempre digo que Smash no es un grupo de rock andaluz, que la fusión con el flamenco se dio de manera experimental y que el gitano con que contamos, Manuel, tampoco era el típico y se prestó de manera competente a hacer aquello.
Tras Smash, estuviste como batería con muchos grupos y solistas, ¿cuál ha sido de esas experiencias la mejor o la que recuerdas con más cariño?
Con cada uno tuvo su interés. De Pata Negra podría destacar el ingenio y la inspiración, la improvisación, el espíritu de riesgo al máximo, que ya estaba en Smash, pero que con Pata Negra ya fue demasiado [risas], tengo muy buen «feeling» con ellos, hombre, claro que sí. Con Lole y Manuel no colaboré en actuaciones, pero sí en disco y mi función fue hacer arreglos y producción, y toco la batería en un tema y también hice algo con el bajo. Lole y Manuel era calidad, delicadeza, exquisitez. Esos recuerdos me los quedo y me han alimentado, me han aportado mucho. Con Silvio…
¡Estuviste con Silvio! ¡Has estado con los locos más maravillosos!
[Risas] Silvio era artista por excelencia, era animal de escenario. Con Silvio salí muchas veces, y me reía muchísimo. Con Kiko Veneno he conocido a muchos músicos interesantes y de él admiro sus letras, su facilidad para conectar con ellas, para contar historias sencillas, me alucinan sus formas.
¿Estás tocando en directo?
Llevo tiempo funcionando con un formato acústico, somos tres, dos guitarras acústicas y mi mujer haciendo voces y percusiones. Hemos hecho algunas presentaciones del disco y queremos retomarlas en septiembre. Es una fórmula, para los tiempos que corren, práctica, y las canciones mías se prestan también a ese formato. Pero me gustaría poder hacer alguna presentación eléctrica, como el disco.
¿Pasarán diez años hasta el próximo disco?
Espero que no. De hecho estoy trabajando en nuevo material, tengo aquí ya un buen número de temas acabados y muchos grabados en casa y el ordenador lleno de ideas nuevas y recientes. ¿Sabes qué pasa? Que yo no tardaría tanto, pero las cosas tardan tanto, no por culpa tuya, sino porque no se terminan de dar, y tienes que hacer uso de la paciencia pero no amuermarte, la manera de combatir el muermo es no dejar de trabajar. Pero espero que no pasen diez años, ahora me conservo más o menos, pero cuando pasen diez años… ¡como no me meta en formol!