«Uno de los objetivos de la FIM es superar tópicos y ofrecer una panorámica amplia de la escena iberoamericana, que va desde los sonidos de raíz tradicional hasta la electrónica de última generación»
Durante cuatro días, la ciudad de Guadalajara (México) se convirtió en el epicentro de la industria musical latinoamericana. Mesas redondas, talleres, conciertos y encuentros profesionales con la mirada puesta en el futuro cercano. Eduardo Guillot estuvo allí y nos lo cuenta.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Fotos: ROBERTO TAMAYO.
Del 31 de mayo al 3 de junio, Guadalajara celebró la segunda edición de la Feria Internacional de la Música (FIM), un encuentro para público y profesionales que supone una nueva apuesta de la ciudad mexicana (que ya acoge un gran festival de cine a punto de cumplir treinta ediciones y la prestigiosa Feria del Libro) por convertirse en el epicentro cultural del país y, por ende, de la cultura en español en el mundo. Un objetivo en el que tiene mucho que ver el trabajo de la Universidad de Guadalajara, institución que sustenta económicamente los eventos mecionados.
La FIM es, por ahora, el más modesto. En dos años, el proyecto ha crecido hasta duplicar el número de invitados y conciertos propuestos, pero todavía está lejos de aglutinar el sector musical latinoamericano al completo, como sí hacen la Feria del Libro y el festival de cine en los terrenos editorial y cinematográfico respectivamente. Uno de los motivos puede ser la consideración peyorativa del término latino aplicado a la música. Mientras que el boom literario latinoamericano de los años sesenta puso en el mapa a un puñado de autores incuestionables (García Márquez, Fuentes, Cortázar, Vargas Llosa), y el emergente cine latino ha ganado innumerables premios y sigue presente en multitud de importantes certámenes, con la música ocurre un fenómeno complejo: La etiqueta música latina parece corresponderse únicamente con un sonido focalizado en Miami y protagonizado por artistas «mainstream». Sin ir más lejos, Iberia ofrece en sus vuelos un canal musical denominado Latin Music en el que se puede encontrar, entre otros, a Juanes, Shakira, Pablo Alborán, Maná, Diego Torres, Juan Luis Guerra, Ana Torroja, Christina Rosenvinge, La Casa Azul, Fito y Fitipaldis o Maldita Nerea. Un batiburrillo sin sentido que, no obstante, ofrece pocas dudas acerca de la confusión que implica el uso de la palabra latino aplicada a la música.
Uno de los objetivos de la FIM es, precisamente, superar tópicos y ofrecer una panorámica amplia de la escena iberoamericana, que va desde los sonidos de raíz tradicional hasta la electrónica de última generación. Que cuenta con sellos independientes en permanente actividad. Y que tiene sus propias estrellas, aunque a menudo no logren superar las fronteras nacionales a causa de la hegemonía que el sonido Miami ostenta en cuestiones latinas. En el libro “Cultura mainstream” (Taurus, 2011), el sociólogo y periodista francés Frédéric Martel afrimaba: »Para muchos jóvenes sudamericanos, la música pop latina lleva los nombres de Juanes, Shakira o Gloria Estefan, a veces de Jennifer López o Ricky Martin. Éstas son las estrellas de la América Latina globalizada, y todas hoy son estadounidenses o están americanizadas». Pero existe otra realidad, y es la que alza la voz en foros como el de la FIM.
EN TORNO A LA INDUSTRIA
La situación quedó patente en diversas mesas redondas. Por un lado, en la titulada «Multinacionales y nuevos negocios», ejecutivos discográficos de grandes sellos, como Ana Villacorta (Sony) o Alejandro Abaroa (Warner), demostraban que la gran industria no tiene herramientas para enfrentarse a la crisis. En todo caso, seguir explotando a los artistas, ahora con los contratos de 360 grados, que pretenden (y consiguen) sustituir los beneficios que generaban los royalties (hoy inexistentes) por un porcentaje del caché de directo.
En el lado contrario, el encuentro «Propuestas innovadoras de sellos independientes» demostró que se trata de adaptarse a los tiempos con nuevas ideas. Porque si bien la FIM no oculta su vertiente de feria en el sentido estricto (stands centrados en la venta de instrumentos o cursos de música), el recinto también acoge una notable (aunque todavía corta) presencia de compañías independientes. Como la mexicana Intolerancia. Gerry Rosado (que coprodujo dos discos de Corcobado) es su cabeza visible. «No somos un sello al uso», explica. «Mantenemos una relación con los artistas muy distinta de la habitual, y tratamos de tener una presencia importante en la FIM para poder vincularnos con los profesionales que asisten y darles a conocer lo que estamos haciendo. Debemos formar parte de un proyecto de esta naturaleza». Para Rosado, «es un síntoma muy claro que las multinacionales no estén presentes en la FIM».
En cambio, Josué Orduña opina que «los stands son muy caros y hacen publicidad del sello, no de los artistas», pero igualmente está presente en la feria como responsable de Terrícolas Imbéciles, compañía independiente que introdujo en España a Austin TV a través del sello Origami y que, al mismo tiempo que se celebra la FIM en Guadalajara, estaba también presente, por medio de Olga Straffon, en Primavera Pro, la feria profesional que se desarrolla en paralelo al Primavera Sound (Barcelona). «Yo fui director de negocios de Warner durante unos años, y me di cuenta de que los grupos mexicanos solo funcionan en España si van acompañados de una gran inversión económica», comenta Orduña, que ha editado en México material de Dorian, Napoleón Solo, Los Punsetes o El Columpio Asesino. «Es necesario generar expectativas», asegura.
Por su parte, Intolerancia licencia en México el catálogo del sello chileno Quemasucabeza, y adopta un modelo diferente en función del material que maneja. «Hay casos en que trabajamos con el grupo desde el principio, y otros en que distribuimos el material que ellos han editado por su cuenta», afirma Rosado. «Es una cuestión entre personas, no entre oficina y artista. La relación con los mercados externos busca generar redes que permitan circular a los artistas. Y no solo los nuestros, sino todos».
En ese sentido, su estrategia empresarial es clara. «Frente al modelo de 360 grados, que trata de apropiarse de todo, tratamos de construir las estructuras disponibles para que el artista decida si quiere utilizarlas, dentro de unas reglas benévolas, pero suficientes para funcionar. Es cierto que, fenómenos concretos aparte, la venta de discos es escasa, y se invierte en producción más de lo que se gana, pero no estaríamos aquí si hubiéramos apretado las tuercas a los artistas desde el principio».
SALTAR EL CHARCO
En el horizonte, una relación fluida con España. Intolerancia ha publicado, por ejemplo, “Vivalaguerra”, de Standstill. «El intercambio con España se ha producido a la velocidad que se nos ha presentado. También editamos ‘Cuando ya no quede nada’, un disco doble de La Habitación Roja inédito en España. Son cosas puntuales, porque para nosotros es muy difícil trabajar con un artista que no viene a tocar en directo, pero cada vez se van a dar más intercambios. Creo que el modelo de Terrícolas Imbéciles es el de funcionar como sello discográfico, mientras que en nuestro caso es una herramienta que nos permite extendernos en otras direcciones, como comisariar escenarios en festivales y otras acciones concretas. Es un modelo más vivo, que se adapta constantemente a las circunstancias».
Josué Orduña contempla el intercambio en ambas direcciones. «Nuestra manera de trabajar consiste en respetar la escena local. Cada grupo tiene su modelo de trabajo, y es lo que tratamos de hacer en España, dejarnos guiar y proveer desde aquí, respetando los medios locales. Trabajamos con muchos sellos, pero escogemos artistas concretos, no todo el catálogo. Nos parece mucho más eficiente». Y tras la buena acogida recibida por Austin TV, ya tienen nueva apuesta de futuro. «El siguiente proyecto es editar en España a San Pascualito Rey, un grupo que mantiene buena relación con Corcobado y que ha recibido el apoyo de Bunbury. Creemos que tienen posibilidades en la escena española».
HACIA EL FUTURO
Tanto Intolerancia como Terrícolas Imbéciles siguen trabajando con formatos físicos, ya que pese a la piratería, México es un país donde todavía se consumen discos. En otros, hay que aguzar el ingenio para mantener viva la industria, o lo que queda de ella. Varios sellos indies de Costa Rica se han unido en una plataforma denominada Hecho en Centroamérica, que también estuvo presente en la FIM. Con ellos, el músico y productor Tomás de Camino, que ha puesto en marcha Automata Records, un sello que distribuye música a precios muy bajos y en formato digital, a través de tarjetas con código único descargable, distribuidas en cafés y lugares frecuentados por gente joven. «Debemos olvidarnos de cómo hacen los discos los gringos o los europeos y hacerlos a nuestra manera, con una filosofía de producción propia y los recursos de que dispongamos», argumenta. ¿Quién dijo que no hay alternativas?
DOS GRANDES FENÓMENOS
De entre las numerosas propuestas en directo de la FIM, un par de artistas jóvenes han destacado por méritos propios y diferentes razones. Se trata de Juan Cirerol y Carla Morrison [en la foto].
El primero es de Mexicali, y ha pasado de cantar norteñas en taquerías y fiestas de amigos a actuar en Vive Latino, el festival más grande de México. Es un tipo nervioso y con arrojo, que se planta en el escenario vestido de negro, con su guitarra acústica y su armónica, y se transfigura en un cruce imposible entre Hank Williams, Bob Dylan y Johnny Cash. Le canta a la metanfetamina, a las juergas nocturnas y a los amores pasionales, en canciones de humor desvergonzado que él mismo denomina anarco-corridos y que causan furor entre el público. Todavía es un personaje de culto (especialmente fuera de su país, donde apenas se le conoce), pero «Haciendo leña», su segundo álbum oficial (el primero, “Ofrenda al Mictlán”, era una autoproducción), que incluye una versión de ‘Se vale soñar’ (un tema del Tigrillo Palma que comienza diciendo: «Quisiera que cuando llueva / En vez de agua, cayera perico») va camino de convertirle en una estrella.
Quien ya lo es, a tenor de las casi dos mil personas que asistieron entregadas a su concierto en el Teatro Diana, es Carla Morrison, primera artista que ha logrado alcanzar el primer puesto en las listas de ventas mexicanas desde la escena independiente. El disco que lo ha logrado se llama “Déjenme llorar”, su primer álbum tras tres epés, y tiene más mérito porque no ha sido difundido en radio ni televisión. El folk de alto octanaje emocional que interpreta la cantante de Tecate conecta con los girl groups de los sesenta tanto como con el sentimiento del corrido, y quizá ahí resida su secreto.
EL TRIUNFO DE JUAN PERRO
La representación española en la FIM recayó en dos artistas de diferente perfil. Por un lado, Chico Ocaña, que presentó en el Foro Expo “Canciones de mesa camilla”, su primer disco tras la disolución de Mártires del Compás. Por otro, Juan Perro, que protagonizó una noche memorable en el Teatro Diana.
El veterano José Fors, fundador de Cuca (una de las bandas mexicanas más longevas, desde sus inicios a comienzos de los noventa), fue el encargado de abrir una noche que se adivinó especial desde que arrancó con ‘El tonto Simón’. Fue un pequeño homenaje que se extendió a tres canciones, y que Santiago Auserón agradeció iniciando su show junto al guitarrista Joan Vinyals interpretando otro rescate de Radio Futura: ‘A cara o cruz’. Únicamente se trataba de un guiño, porque de inmediato continuó con ‘José Rasca’ y otros temas del cancionero de Juan Perro, reivindicando un repertorio que no atiende a la nostalgia, sino a su necesidad de crecer como escritor de canciones.
Pero no era una noche cualquiera, y cuando el dúo completó su actuación tras permanecer más de hora y media en escena, el telón del fondo del escenario se levantó para descubrir a los integrantes de Sí Son, una banda que se puso al servicio de Auserón para enfilar la última parte del concierto. Fors volvió a escena para compartir protagonismo vocal, una sección de metal apareció por un lado como si fuera un pasacalle en pleno Mardi Gras, y con doce músicos sobre las tablas llegó el momento de la versión rap de ‘La negra flor’, un sorprendente e inesperado ‘Son del dolor’ (versión de Cuca) y, para cerrar, ‘Semilla negra’. Un despliegue espectacular, que puso al teatro en pie y coronó, tras más de una década de ausencia, el triunfo de Juan Perro en la FIM de Guadalajara, donde además participó en una mesa redonda sobre la canción junto a Daniel Melero, Gerardo Enciso, Yigo Sugasti y Fernando Rivera Calderón.
El concierto era el arranque de una gira que también pasó por Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Tijuana y el Distrito Federal, donde Auserón volvió a meterse en el bolsillo al público del coqueto Lunario.