«En términos médicos, el problema que el cantante sufre se conoce como “anisocoria”, es decir, asimetría en las pupilas»
Inquietante, felino y extraterrestre. Los ojos de David Bowie le otorgan un aspecto que parece un ser de otro planeta. Ninguna estrella de rock tiene una mirada más hipnótica que el Duque Blanco. Sólo el camaleónico Bowie podría tener un ojo de cada color. O eso es lo que parece a simple vista.
Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.
David Jones y George Underwood eran grandes amigos. Se conocieron siendo niños y, como sucedió con muchos de los jóvenes nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, un acontecimiento les unió y les cambió la vida para siempre: el nacimiento del rock and roll. “Habíamos estado esperando y esperando a que sucediese algo fabuloso. Y finalmente sucedió”, explicó Underwood. “Aquello fue catalizador. Desde aquel momento, la música se convirtió en nuestro único tema de conversación”. De los dos muchachos, George fue el primero en montar un grupo de rock. La primera vez que ambos tocaron juntos fue en el verano de 1958, en un campamento del Club Scout en la isla de Wight. Mientras Underwood tocaba una enorme guitarra Hofner acústica, Jones tenía un ukelele.
A la hora de continuar sus estudios, las notas de David Jones eran lo suficientemente brillantes como para entrar en Bromley Grammar, una de las escuelas más prestigiosas de su zona; sin embargo, David prefirió matricularse en Bromley Technical School, el mismo lugar donde lo iba a hacer su amigo George. Además de ser compañeros y de compartir los mismos gustos musicales, estos grandes colegas tenían otra cosa en común que acabaría pasando factura a su amistad. ¿Qué otra razón puede fracturar una sólida amistad si no la entrada en escena de una mujer?
Carol Goldsmith fue la Helena particular en la propia Guerra de Troya que mantuvieron Jones y Underwood. La sangre de los jóvenes estaba alterada en la primavera de 1962, cuando tenían quince años. George tenía una cita con Carol, pero David le dijo a su amigo que la chica no se presentaría porque había cambiado de parecer. Ajena a todo esto, la pobre Goldsmith estuvo una hora esperando que Underwood apareciera para su cita, pero como éste no se presentó, la muchacha regresó a su casa con el corazón roto y el regusto amargo de haber sufrido un plantón. Ahora que la chica estaba herida y era vulnerable, el estratega Jones pretendía desplegar toda su artillería para conquistar a la joven desarmada.
Sin embargo, cuando George descubrió el juego sucio de David, se puso hecho una furia y dejó de lado su carácter afable y tranquilo para enzarzarse en una pelea. El puñetazo en el ojo que el enfurecido Underwood propinó a Jones tuvo consecuencias y le causó una grave herida en el globo ocular. Así recuerda David los resultados del altercado: “La pupila se quedó paralizada. Empecé a sangrar. Estuve en el hospital durante meses. Casi pierdo la vista en ambos ojos. Me operaron y salvaron el ojo derecho, pero el ojo izquierdo lo tengo todavía bastante torpe”. Durante varias semanas, el joven Jones se sometió a distintas operaciones en el Hospital de Farnborough. Sus padres pensaron en acusar de agresión a George Underwood, pero el muchacho se sentía destrozado por lo que había hecho y se disculpó ante el padre: “Quería decirle que no había sido mi intención. No quería dejarlo lisiado, ¡por Dios!”. Aunque se suele asegurar que Underwood llevaba un anillo, George lo desmintió: “Fue mala suerte. No tenía un compás, ni una pila, ni nada de lo que cuentan que tenía; ni siquiera llevaba un anillo, aunque tuvo que haber algo. La verdad es que no sé cómo se pudo hacer tanto daño en el ojo… no tenía en absoluto la intención de que fuese así”.
A pesar de la pelea, los muchachos recobraron su amistad y David entró como saxofonista en el grupo de rock de George. Todo el mundo apostaba que Underwood, alto, guapo y moreno, llegaría muy lejos en el mundo de la música. Sin embargo, Jones, aquel muchacho rubio y delgado, acabaría convirtiéndose en David Bowie, el extraterrestre que llegó de las estrellas con un ojo de cada color. Pero éstas son tres son mentiras sobre Bowie ya que ni es extraterrestre, ni llegó de las estrellas ni tiene un ojo de cada color. En realidad, los dos ojos son azules; lo que sucede es que el puñetazo paralizó los músculos que contraen el iris y la pupila izquierda quedó dilatada de por vida. En términos médicos, el problema que el cantante sufre se conoce como “anisocoria”, es decir, asimetría en las pupilas. Sin embargo, es habitual que se considere erróneamente que Bowie tiene “heterocromía”, o lo que es lo mismo, una pupila de cada color. El efecto que produce la pupila izquierda dilatada es la razón por la que parece tener un ojo azul y otro gris.
No obstante, este peculiar resultado sirvió para caracterizar a la perfección a los múltiples personajes que el cantante interpretaría en su trayectoria. La diferencia entre su ojo izquierdo y derecho no sería más que otra ambigüedad en el carácter de Bowie. Aunque esta lesión conllevó que David también tuviera problemas con la percepción de la profundidad: “Me dejó con una sensación muy rara de la perspectiva. Por ejemplo, cuando conduzco, los coches no se acercan, sino que simplemente aumentan de tamaño”. A Underwood le costó quitarse de encima la sensación de culpabilidad: “Siempre que lo miraba, pensaba ‘Dios mío, eso lo he hecho yo’”. Pero hasta el propio David Bowie acabaría agradeciendo el golpe de su amigo ya que, según George, David le dijo que “le daba un toque místico”.
Si Bowie se convirtió en uno de los iconos del rock, Underwood, aquel prometedor músico, acabaría desarrollando su carrera como artista, pintor e ilustrador. Dos de sus trabajos más reconocidos e identificables son las portadas de los álbumes de Bowie “Hunky dory” (1971) y “The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars” (1972). La historia de David y George es una historia de una amistad a prueba de puñetazos y un ejemplo de cómo una persona puede dejar huella en la vida de otro. Ya sea en su cara o en sus carátulas.
Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…
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Anterior entrega de la cara oculta del rock: El día en que Keith Richards se pasó de la raya.
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