Qüasar: La luna, Morente y el punk

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«Muchos de los que hoy se burlan de nosotros y nos roban alardean de que en Mayo del 68 tiraban adoquines contra los gendarmes. Nos cuentan historietas de cómo eran rebeldes y salvajes y luchadores de la democracia. Si tanto lo eran y ahora ostentan el poder, ¿por qué no podemos nosotros arrojarle adoquines a ellos hoy y romperles la cabeza?»

El legendario Jesús Arias está de vuelta. Ahora pilotando Qüasar, grupo a su medida que se estrena con descomunal disco en el que han colaborado su hermano Antonio Arias o Estrella Morente. Eduardo Tébar entrevista al ex TNT.

 

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

Jesús Arias es un guerrillero tenaz. Un francotirador entrañable de la segunda línea. Teorizante del primer punk español en TNT, hermano mayor y bastón del líder de Lagartija Nick, veterano periodista cultural, íntimo de Joe Strummer y Enrique Morente… Y conversador torrencial. Desde 1997, le obsesiona el reto de patentar el disco de su vida –reniega de los resultados del mítico “Manifiesto Guernika”–, una obra pantagruélica y conceptual de cuarenta canciones. Sí, cuatro decenas de temas. Composiciones cebadas de rock, flamenco, sinfonías, cuartetos de cuerda y poemas en árabe. Ya, ya, ¿en eso ha derivado el espíritu punk? Conviene recordar que Jesús Arias no es un revolucionario al uso, como demostró hace 30 años en sus adaptaciones musicales de la poesía de Luis García Montero.

El guitarrista granadino reúne a un séquito de colaboradores dispares en Qüasar, la banda con la que al fin lanza “Eclipse parcial de lunas” mediante el sello Rock de Kasba. La primera entrega de la serie “Eclipse” se nutre de invitados como Estrella Morente, Antonio Arias, el guitarrista fundador de La Guardia (Quini Almendros), el cantaor Jaime Heredia “El Parrón” o el tocaor Pepe Maya.

15 años dándole vueltas a “Eclipse”. ¿Por qué tanta agonía?
Porque hasta ahora no habíamos tenido los medios necesarios. Hacer este disco en un estudio convencional habría sido una locura. Ningún sello hubiera apostado por nosotros ni por el proyecto dadas sus dimensiones. Teníamos que autoproducirnos. Un disco con banda de rock y orquesta sinfónica, con cuartetos de cuerda, con músicas étnicas, con sonidos electrónicos, con cantaores flamencos… Imposible. De modo que Ángel Doblas, nuestro bajista, el fundador de TNT, un día se lió la manta a la cabeza, se compró un ordenador Macintosh y me dijo: “Venga, Jesús, a grabar de una puta vez”. Comenzamos en 2008, y hasta ahora. Pasaron un millón de cosas: mucha gente entró y salió del proyecto. Unos pensaban que estábamos locos y otros pensaban que es una genialidad. Yo creo que ha sido mucho mejor de esta forma, sobre todo por los músicos que se han incorporado. Todos ellos son auténticas bestias tocando.

Es una obra ideada desde el núcleo de TNT.
Pero nunca fue una obra pensada para TNT. Aunque en un principio estábamos los mismos músicos de TNT, queríamos quitarnos el sambenito de pioneros-del-punk-español y todo eso. En 1997, decidimos llamarnos Exxon Valdez. “Eclipse” era el proyecto de Exxon Valdez. Pero no registramos el nombre y al final salieron por ahí unos franceses que se llaman Ekson Valdés; así, mal escrito, y tuvimos que cambiar de nombre de la noche a la mañana. El que haya músicos distintos ha hecho que se genere un sonido diferente.

Huele a entierro de TNT.
Nunca aparco ni entierro nada. Los TNT forman parte de mi historia personal, pero no tenía sentido seguir utilizando el nombre cuando dos de los miembros originales –Joaquín Vílchez, el batería; y José Antonio García, el cantante– habían dejado la banda. Y eso es el 50% de un grupo. Además, salvo temas como ‘Gilmore 77’, ‘Cucarachas’ o ‘1984’, ya estábamos un poco aburridos de tocar en directo el repertorio de TNT. Si algún día hace las paces conmigo José Antonio García, que se fue dando un portazo al proyecto, y Ángel Doblas las hace con Joaquín Vílchez, que tuvieron muchos encontronazos, será posible la reunión. Pero creo que, salvo algunos temas, TNT no fue más que una pandilla de amigos adolescentes que querían divertirse tocando y criticando el mundo cotidiano en el que vivían.

¿Te sigues considerando un artista punk?
Si te refieres a mi filosofía, sigo teniendo la misma que en los años 80: no cerrar los oídos a nada. Toda la música es interesante, no dejar de leer poesía, escuchar música clásica, flamenco, música árabe… Escucha lo que sea, y sé radicalmente tú aunque estés pasado de moda. Ya no sé si eso es filosofía punk o no. Joe Strummer, que para mí no era el cantante de The Clash ni una estrella de rock, sino un amigo, me dio algunas lecciones vitales al respecto y aprendí mucho de él en cuanto a actitud: “Siempre que veas una situación injusta, dedícale un verso”, me solía decir. Yo lo he pensado muchas veces. No hay una sola canción de The Clash que no clame contra una dictadura, una opresión, una situación injusta. Eso me lo grabé a sangre y fuego en la memoria. También tengo que decir en mi contra que Joe me llamaba El Hombre de las Ocho Direcciones, porque yo siempre quería estar metido en un montón de cosas al mismo tiempo.

Pues como para imaginarse las reflexiones que Joe Strummer formularía hoy.  
Creo que hoy la actitud punk es más necesaria que nunca. Tengo otro recuerdo de Joe, cuando me decía: “Sobre un escenario sé radicalmente violento, pero una vez que bajes sé radicalmente humilde y amable”. Hoy estamos viviendo una situación en la que somos víctimas de una violencia radicalmente atroz por parte de banqueros, políticos, especuladores, jueces que no escuchan a la gente, gente corrupta que se nutre de inmigrantes mal pagados, ricos que apuestan dinero para ver pobres jugando a la ruleta rusa por pura diversión. Y hay que levantarse contra ellos. Hay que levantarse contra los mercados, que es un concepto que está ahí, en el aire, como una nube, y que nadie sabe lo que es. ¿El miedo a los mercados? ¿Qué es eso de que tal país actúa de tal forma para satisfacer a los mercados? ¿Quién ha votado a los mercados? ¿Quién los ha elegido? ¿Qué es el mercado?

¿Y la reacción?
Hace falta una actitud de rabia total contra los explotadores, los embargadores de casas, la gente que se enriquece a costa de los demás, instituciones como la Iglesia, que recibe millones de euros de los contribuyentes, sean creyentes o no. Creo que el error del 15-M es ir de buen rollo, cuando lo necesario sería una actitud salvaje y rabiosa, como el punk del 77 en Londres, el punk de las revueltas. Muchos de los que hoy se burlan de nosotros y nos roban alardean de que en Mayo del 68 tiraban adoquines contra los gendarmes en París. Nos cuentan historietas de cómo eran rebeldes y salvajes y luchadores de la democracia. Si tanto lo eran y ahora ostentan el poder, ya sean de izquierdas o de derechas, ¿por qué no podemos nosotros arrojarle adoquines a ellos hoy y romperles la cabeza? La violencia del punk es necesaria, porque nunca fue una violencia física, sino musical, aunque la respuesta del poder siempre será la misma: no me imagino a Johnny Rotten rompiéndole la nariz a la Reina de Inglaterra mientras canta ‘God save the Queen’. Pero la policía inglesa sí golpeó, censuró, detuvo y prohibió a los Sex Pistols. Esa es la diferencia entre la revuelta punk y los mecanismos del poder. Tú gritas con tu música. Ellos te golpean de verdad.

En el caso de Qüasar, gritáis con casi medio centenar de piezas que pretendéis esparcir en varios discos. ¿Está el mercado para tales dispendios?
No. Pero tampoco lo está para locuras como esta. Nuestra idea es hacer el disco y que quede ahí. Si tiene éxito, me alegraré un montón y lo disfrutaré. Me encantaría tener éxito y que el disco fuese apreciado por mucha gente. Pero si no, pues ahí está. Tal vez la gente lo descubra dentro de 15 años. Yo recuerdo la época de depresiones del “Omega”, de Enrique Morente y Lagartija Nick, en el que participé. Muchas veces yo le decía a Enrique Morente: “No te preocupes, dentro de 15 años estarás tocando ‘Omega’ en París o en Nueva York”. Y él sonreía. Siete años después, lo estaban haciendo. Con este disco tengo la misma intuición.

Al final lo publicáis a través de la discográfica de Joni Destruye, ensayista punk y fan de TNT desde 1983.
Sí, fue una enorme casualidad. Cuando ya teníamos los temas prácticamente terminados, Ángel Doblas se puso a buscar casas de discos y le dieron el teléfono de Kasba Music. Él contactó con Joni D. Al principio no le hizo mucho caso, pero cuando Ángel comentó que él había fundado TNT, Joni se puso como loco. Le pidió que le enviara lo que estábamos haciendo y se quedó alucinado al escucharlo. Se ha involucrado al 100% en la historia. Curiosamente, nosotros tocamos en Barcelona, en la sala Las Rías, en 1983. Joni estaba allí. Dice que tiene fotos de aquello. Yo no me lo podía creer, porque en la sala debía haber solo veinte personas como mucho. Ángel, que se encargó de ir a Barcelona para masterizar el disco, me contaba que, cuando los ingenieros y todo el personal de la discográfica escucharon “Eclipse parcial de lunas” al completo, ya con todos los temas ensamblados, hubo una especie de asombro general. Una sensación como de “esto es distinto”. Me encantó el comentario.

Aglutinas músicas e instrumentistas de procedencias muy diversas. ¿Vocación de world music?, ¿de ONU musical?
En realidad, hay vocación de curiosidad musical. Debo decir que he aprendido mucho de la vida, de la gente, de las mujeres. He tenido novias de Marruecos, Kenia, Guinea Ecuatorial, Ecuador, Japón… Y ellas son de lo que más he aprendido. En “Eclipse”, muchas canciones irán unidas por chicas de todo el mundo cantando sus canciones de infancia. La mayoría fueron novias mías a las que grababa en un casete. Descubrí que el conocimiento de los demás es el mejor antídoto contra el racismo y la estupidez. Ahora sé un poco de swahili, de árabe, de fang o de japonés gracias a unas chicas que me abrieron los ojos. Para mí, por ejemplo, la cultura árabe no es la de Bin Laden ni la de los fundamentalistas obtusos, sino la de un mundo riquísimo en todos los aspectos. El ser humano tiene dos grandes polos en su relación con el otro: por un lado, la curiosidad, y por el otro, el prejuicio, que lleva al desprecio y al miedo. Yo opto por la curiosidad. La música siempre tiende a eso. Por eso los músicos se llevan tan bien, sean de donde sean. Conocer al diferente, al distinto, siempre te llevará a aprender otro idioma, degustar otra comida, admirar otra forma social de comportamiento. No creo que en un pueblo perdido del Atlas marroquí la gente me reciba a pedradas o pegándome tiros. Porque yo no lo he hecho nunca tampoco. Al contrario, te acogerán con curiosidad, te invitarán a sus casas para que comas, te preguntarán cosas. De esas personas es de las que hay que aprender. No de los movimientos que acusan al inmigrante de intruso, o de los estados que inventan guerras ficticias. Quien tiene otra cultura te hace más rico.

En tiempos del “Rimado de ciudad” evidenciasteis que el punk entiende de canciones de diez minutos. ¿Así lo ves?
Si una composición es buena, da igual lo que dure. No quiero comparar aquí nuestra aportación a “Rimado de ciudad”, pero nunca me paré a pensar cuánto dura el ‘Cuarto movimiento’ de la ‘Novena’ de Beethoven, ni la ‘Consagración de la primavera’ de Stravinsky, ni el ‘Réquiem’ de Mozart, ni una obra de Steve Reich o José García Román. Una vez que te pones los cascos y escuchas la música, todo es un viaje que puede durar lo que sea. Lo digo como ejemplo, no comparando el “Rimado de ciudad” con esas obras. Siempre he pensado que si ‘Honky tonk women’, de los Rolling Stones, hubiese durado 30 minutos, habría sido un cañón de canción. Lo importante, para mí, es ofrecer al oyente el detalle preciso, la pincelada, para que continuamente siga escuchando algo. Es como cuando vas al Museo del Prado y te quedas horas y horas mirando un cuadro, apreciando cada detalle. Y cada vez descubres más detalles. A mí me encantaría llevar la experiencia de mirar un cuadro de Dalí durante horas y convertirlo en música.

 

«En la época de ‘Omega’, Enrique solía aparecer por mi casa a la una de la mañana con una botella de J&B. Me motivaba: ‘Saca el ajedrez, que vamos a tener ideas’. Aquello era una locura. A ver quién decía la tontería más grande»

 

CON LA FAMILIA MORENTE

Este proyecto empieza a gestarse en tiempos de la gira de “Omega”. ¿Qué te decía Enrique Morente?
Hablé muchas veces con él. De hecho, yo quería que él fuese el cantaor en ‘La seguiriya del hierro I’. Esa idea de alarmas industriales aparece por fin ahora, pero se desechó en “Omega” porque en esa época era cruzar la línea roja, incluso para los flamencos más abiertos. Morente era un genio rabioso, loco, indeciso, impredecible siempre. Un día me comentó lo de las alarmas: “Esto es brutal, pero hasta mis amigos van a querer meterme en la cárcel”. Yo le entendí porque Enrique se estaba jugando mucho con “Omega” y preferí no insistirle. Bastante estaba haciendo con todo. Lo curioso es que la idea de las alarmas se le ocurrió a otro hermano mío, José Ángel Arias, mientras escuchábamos una seguiriya de Morente, ‘Mírame a los ojos’. Cogimos aquella seguiriya y buscamos sonidos de alarmas. El efecto era increíble. Luego, al cabo de los años, pasado ya el susto sobre cuál podría ser la reacción de “Omega”, Enrique me dijo un día: “Oye, aquello que me dijiste… ¿Por qué no lo hacemos cualquier día de éstos?”. Y fui feliz.  Me respondía: “Pues cuando quieras, tiramos pa’lante con lo tuyo, Jesusico”. Incluso en las demos de lo que será “Eclipse” hay varios temas flamencos de referencia con Enrique: una saeta con helicópteros, un cante con soldados apuntando sus armas. Eso quiero que lo hagan ahora Estrella, Soleá o Kike Morente, que son sus verdaderos discípulos.

Supongo que muchas ideas nacieron en vuestras famosas partidas de ajedrez.
Bastantes. En la época de “Omega”, Enrique solía aparecer por mi casa a la una de la mañana con una botella de J&B. Me motivaba: “Saca el ajedrez, que vamos a tener ideas”. Aquello era una locura. A ver quién decía la tontería más grande. Yo le proponía verdaderas burradas: hacer el ‘Réquiem’ de Mozart en versión flamenca, hacer un martinete con bidones de gasolina… Él lo encajaba bien: “Apunta eso”. Luego soltaba: “¿Y de música renacentista no hablamos o qué?”. Y nos echábamos a reír. Lo echo mucho de menos. Aún no me he hecho a la idea de que no esté. Aunque sí está, porque él era muy cósmico. Pero, sinceramente, le echo muchísimo de menos. Era mi hermano y nuestros encuentros ante una botella de whisky y un ajedrez eran geniales. Aprendí lo más grande con Morente. Y muy poca gente podrá tener la sensación de contar con Enrique Morente en el salón de casa a las cinco de la mañana, cantándote una seguiriya o una soleá. Solo para ti, sin testigos, en voz baja. Eso solo lo ha vivido su familia, que es, además, una familia grandiosa.

Os adelantáis a Los Evangelistas en el lanzamiento de ‘En un sueño viniste’, referencia del Morente que adaptaba a San Juan de la Cruz.
Lo de Los Evangelistas ha sido pura coincidencia en el tiempo. Aunque ambas bandas hayamos versionado el mismo tema, los conceptos son radicalmente distintos. ‘En un sueño vinieste’ es un tema en el que yo trabajaba desde 1995, en la época de “Omega”. Morente tenía una teoría que a mí siempre me ha encantado: “Si un cantaor clava a la perfección una seguiriya, da igual que el acompañamiento sea un yunque, una guitarra flamenca, una orquesta sinfónica o una banda punk”. Yo apliqué la misma filosofía: “Si haces bien un tema, da igual que venga del flamenco o de donde sea”. Muchas veces le toqué a Enrique mi versión con una guitarra eléctrica, y a él le encantaba. Desgraciadamente, nunca llegó a escuchar el resultado final. Yo quería darle una sorpresa un día, como regalo. Pero se nos murió Enrique Morente a todos de pronto, asesinado por el cielo. Murió asesinado, y eso sí que lo tengo en el alma clavado. Lo mataron de pronto. Pero no quiero hablar de ese asunto. Lo curioso, y regreso a la pregunta, es que en aquella época, en 1995, le hice prometer a Estrella Morente, que tenía entonces 14 o 15 años, que ella cantaría esa canción. Me dijo que sí. Y cumplió su promesa. Además, la grabamos en el estudio de Enrique, en su propia casa, donde él había grabado tantas cosas. Era la primera vez que Estrella bajaba allí desde la muerte de su padre. Fue todo muy emocionante, muy mágico. Solo estábamos Estrella, Javier Conde, el ingeniero, Sergio Vera, Soleá Morente y yo. Fue una noche inolvidable para mí.

¿Cómo transcurrieron esas horas con Estrella?
Estrella y yo siempre hemos sido casi “hermanicos”, muy cómplices. Cuando ella tenía 15 años, Enrique me encargaba que le echara un ojo, que cuidase de ella, porque a él no le hacía caso. Y en el estudio fue todo extraño, especial. Estrella hacía una toma, la escuchaba, no le gustaba, hacía otra. Yo le planteaba: “Puede ser todavía mejor, hermana”. Y así, entre los dos, íbamos experimentando cosas. A ella se le ocurría algo, a mí se me ocurría otra cosa. Ella tuvo un montón de ideas buenísimas: cómo hacer quiebros en la introducción, detalles aquí y allá. Comenzamos a grabar sobre las diez de la noche y terminamos a las cinco de la mañana. Al final, me dijo: “Por primera vez me siento bien en muchos meses. Trabajar contigo es como trabajar con mi padre de nuevo. Él me criticaba, me provocaba, me planteaba retos. Yo quiero hacer más cosas para ‘Eclipse’, Jesús”. Entonces, le expliqué que tengo una letra que a su padre le encantaba, una seguiriya, y le enseñé la letra de ‘La seguiriya del hierro’: “Eclipse es/ que se apague el sol/ que no se encienda la luna/ y que me ciegue / la muerte”.

¿La grabó?
Estrella la grabó a capella, sin acompañamiento musical ni nada. Como siempre, y eso es la que la hace brutal, no le gustó la primera escucha, ni la segunda, ni la tercera. “Ahora ya lo voy a hacer de puta madre”. Y de pronto le surgió de la garganta una seguiriya que al ingeniero y a mí nos puso los vellos de punta. Era la leche. Le dije a Estrella: “Sal y escúchate, porque vas a llorar, Estrella”. Salió, se escuchó: “Joder, está muy bien cantado”. Y entonces me sorprendió: “¿Sabes? Hay un quiebro en el que he copiado a mi padre”. Y le respondí: “Lo sé, de ‘Fantasía del cante jondo’, la seguiriya”. Y Estrella puso los mismos ojos malévolos de Enrique Morente: “Cabrón, ¿cómo lo has adivinado?”. Yo sonreí: “Porque a tu padre me lo conozco, Estrella. Que lo he escuchado mucho”. No cambio esa sonrisa de complicidad de Estrella Morente en ese momento por nada del mundo. Pensé que si Enrique estuviera allí en ese momento, habría dicho: “A ver, Estrella y Jesusico, dejaros de tonteriítas y vamos a ponernos serios”. Siempre que rememoro a Morente me acuerdo de sus ironías.

La versión de Los Evangelistas ha quedado muy mística. La vuestra es más ‘stoniana’.
Exacto. Los Evangelistas le han dado a todo su LP un tratamiento más oscuro, más místico, mientras que el nuestro es un doble homenaje. Por un lado, a Enrique Morente. Por otro, a los Rolling Stones. Quisimos inspirarnos en ‘Paint it black’, que fue la primera canción que yo oí de los Rolling Stones y que me impactó para siempre. Algún día me gustaría grabar ‘Paint it black’ con una formación marroquí. He hablado de ello con Bachir Attar, el líder de The Master Musicians of Jajouka. Eso sería genial, un sueño para mí. Verme en el Atlas de Marruecos haciendo ‘Paint it black’.

La poeta Maram Al-Masri también empasta bien con la presencia de Estrella.
Es una gran amiga mía desde hace muchos años. Ella vive en París y grabó su parte allí. Además, Estrella y Maram se adoran mutuamente. La poesía de Maram Al-Masri es erótica y brutalmente femenina. Buenísima. También recuerdo una anécdota con Estrella y Maram en el Albaicín, en Granada. Una noche, tras un recital de Maram, nos fuimos Estrella, ella y yo y un par de guitarristas flamencos a tomar algo. Entonces, a medianoche, a Maram le dio por descalzarse los pies y bailar muy sensualmente mientras recitaba en árabe sus poemas. Estrella le replicaba con un cante. Aquello era chulísimo, íntimo, increíble, con la Alhambra iluminada al fondo. A eso de la una de la madrugada apareció una patrulla de la Policía Local. Se jodió la magia.

Y cuentas con el laudista de los tiempos del Bunbury arábigo, Suhail.
Son todos viejísimos amigos. Yo llevaba mucho tiempo dándoles la tabarra con que si “tienes que grabar eso en este tema” y cosas así. Suhail vive en Granada y no hubo ningún problema. Pasamos una tarde muy divertida.

¡Solo te falta Tymon Dogg! ¿Le has llamado?
Sí. Ha sido por falta de coincidencia. Cuando él estaba en Almería, nosotros no estábamos en Granada. Tymon va a participar en “Eclipse”. De hecho, yo quiero que sea él quien escriba la letra de una canción llamada ‘Strummer/Lorca’, de homenaje a Joe y con el recuerdo de una tarde increíble en Víznar buscando los restos de García Lorca. Me gustaría que la cantase Mick Jones, pero con él no tengo tanta confianza. De todas formas, con Tymon hemos grabado maquetas y cosas. Tenemos incluso un ensayo tocando ‘Loose this skin’. También queremos que esté Richard Dudanski, de los 101’ers y los PIL, vecino nuestro en Granada.

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