«Me impactó la pinta del tío, las gafas, la americana guarra y los pantalones vaqueros con vuelta, me pareció muy punk. Luego, el disco tenía un sonido crudo pero muy atractivo, la batería me sonaba genial. Y claro, las canciones, que eran todas buenísimas y variadas»
Álex Cooper, o Alejandro Díez, como se prefiera, presentará para el día de la tienda de discos un single especial y, además, su libro «club 45», en el que selecciona singles esenciales para él de la década de los 60, todavía sigue de novedad. Pero bien está que sepamos cuál fue el disco que le cambió la vida: «My aim is true», de Elvis Costello.
Elvis Costello
«My aim is true»
STIFF, 1977
Lo compré en el verano de 1984, yo estaba haciendo un curso de inglés en Chichester y el colegio hizo una excursión a Londres de fin de semana. Me acerqué a Carnaby Street y me sumergí en las tiendas y el ambiente. Mucho tiempo después supe que 1984 se bautizó en nuestra escena como The Year of Mod, la verdad es que Carnaby era verde, todo parkas, scooters y jóvenes mods en cada esquina. Incluso vi a un niño de unos siete años disfrazado de modernista (americana de pata de gallo, «jam shoes» y corbata) en el metro, ¡de la mano de su madre! Para un mod español primerizo y de provincias era como estar en la Meca. Me pillé mi primera parka, zapatos, una camisa negra con lunares blancos y varios discos. Había mil tiendas de ropa, pero también muchas de discos, locales sin decorar, con cajones por los suelos, no quiero ni imaginarme los “incunables” que dejé pasar ese día por entre mis dedos. Miraba los cajones y no conocía casi nada. Al final me pillé el primer album de los Who (la reedición de Virgin), y cosas de Any Trouble, Lambrettas, Madness y Costello. Vamos, cosas que me podía haber pillado en España… era lo que me sonaba. Especialmente sangrante era el caso del disco que nos ocupa, porque en la edición spanish traía de extra ‘Watching the detectives’, ¡pero en la mía no!
No fue el primer disco que compré, llevo comprando singles desde los 6 años, y ya tenía discos de los Stones, Beatles, Knack, Jam, Nacha Pop, Simon y Garfunkel, Cat Stevens y cosas así.
El disco lo conocí a través de un amigo que tenía una cinta que le había grabado una modette del norte de Inglaterra, una chica que había conocido durante sus vacaciones en la playa. Ahí venían como seis temas del «My aim is true», además de otras cosas de los Jags, Jam, Buzzcocks, Undertones y otras lindezas por el estilo. Me impactó la pinta del tío, las gafas, la americana guarra y los pantalones vaqueros con vuelta, me pareció muy punk. Luego, el disco tenía un sonido crudo pero muy atractivo, la batería me sonaba genial. Y claro, las canciones, que eran todas buenísimas y variadas. Y la voz de él, las modulaciones y las melodías. Además, qué narices, antes de oírlo ya sabía que me iba a gustar, ¡le gustaba a todos los que le conocían!
Todavía lo oigo muy a menudo. Cuando tenía la tienda de discos nunca faltaba una copia de ese disco en las baldas, cuestión de evangelización. En los acústicos de Cooper tocamos ‘Alison’, me he pasado media vida probando sonido con esa canción. Nunca he cambiado mi primera copia, tiene el lomo roto y varias marcas pero soy así de tontorrón.
De Costello seguí, sobre todo, sus primeras grabaciones. «Get happy» también me encantaba. Y años después aquella vez que colaboró con McCartney, aquella canción que se llamaba ‘Veronica’… era muy bonita, lo escuché mucho.
De «My aim is true» destaco ‘Alison’, por ser la balada perfecta, la canción del perdedor que lo lleva con dignidad; también ‘Welcome to a working week’, por romper todas las normas de patrones clásicos para el pop, por ser un pildorazo superconcentrado de energía y brillo; y por fin ‘Red shoes’, que es sencillamente deliciosa, seguro que con Cooper acabamos tocándola: en la furgoneta suena en cada viaje.
[Texto publicado originalmente en EFE EME 66 de marzo de 2005]
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Anterior entrega de Punto de partida: Loquillo y Buddy Holly.