«Un Serrano de planteamientos firmes e impasible al desaliento, insiste en no apartarse ni un ápice de su presupuesto formal habitual aunque logrando, como antaño, un trabajo muy redondo y homogéneo, sin apenas fisuras»
Javier de Castro, experto en la obra de Ismael Serrano, nos adentra en la nueva entrega del madrileño, «Acuérdate de vivir». Un disco que vuelve a reafirmar a Serrano como uno de los mejores cantautores españoles, a la altura de los grandes clásicos.
Texto: JAVIER DE CASTRO.
¡Cómo pasa el tiempo! Quince años ya de trayecto artístico y un bagaje de nueve discos –incluidos un par de directos y algún recopilatorio–, multitud de registros sonoros solidarios y de colaboraciones para artistas de diferente pelaje y latitudes distantes, además de incontables actuaciones a ambos lados del charco. Una aportación musical y popularidad, en suma, que nunca han dejado de crecer pese a los altibajos creativos que todo hijo de vecino sufre en este mar proceloso que es el del negocio musical, pero que permiten afirmar, sin ninguna género de dudas, que Ismael Serrano ha logrado por derecho propio ser hoy por hoy una de las personalidades más importantes de la canción de autor en lengua española.
Sí que es verdad, sin embargo, que una argumentación musical como la suya, modelada a partir de unas señas de identidad y formalidades que se han mantenido prácticamente invariables desde el inicio de su carrera, podrían llevar a pensar a mucha gente que hablamos a estas alturas de su historia de un artista estancado. Nada más lejos de la realidad. Para bien o para mal –sobre gustos no hay nada escrito y me encanta el refrán cuando de música se trata– su principal aval ha sido precisamente, a diferencia de muchos artistas y grupos que no han logrado superar la implacable vara de medir que es el tiempo y el favor popular, conseguir que una ecuación musical tan sencilla como la suya haya logrado prevalecer incólume tanto tiempo. Esto es, canciones aparentemente sencillas en su concepción; ilustradas a base de textos que invariablemente dicen cosas; envueltas de hermosas melodías casi siempre fáciles de retener en la memoria a la primera o segunda escuchas; arreglos elegantes por su mesura y reforzados por una producción siempre huidiza de cualquier grandilocuencia. Y… prácticamente, apenas nada más porque, la verdad, como él mismo ha sabido demostrar todo este tiempo, no le han hecho falta otros aditamentos o trucos efectistas al uso.
Bien es verdad que aquel factor y caudal iniciales de frescura y sorpresa que suelen provocar ciertos solistas y bandas nuevos –a veces positivo, a veces no, vete a saber–, en el caso de Serrano y con un debut discográfico tan espectacular como «Atrapados en Azul» (1997) y su inmediata continuación con «La Memoria de los Peces» (1998), plagados ambos de piezas mayúsculas y prácticamente sin ningún borrón que reseñar, se agotaron, como era previsible, al tercer o cuarto disco, a lo sumo. Eso que vendría después, trabajos también valiosos como «Los Paraísos Desiertos» (2000), «La Traición de Wendy» (2002) o «Naves ardiendo más allá de Orión» (2005) debemos, no obstante, calificarlos con justicia de continuismo, término en este caso en absoluto peyorativo pero lógico, puesto que en esas entregas posteriores de nivel en conjunto inferior que las primeras –no reconocerlo sería faltar a la realidad– pueden rastrearse, sin embargo, un buen número de composiciones extremadamente brillantes como ‘Km. 0’, ‘No estarás sola’, ‘Cien días’, ‘Pájaros en la cabeza’, ‘Qué andarás haciendo’, ‘Sucede que a veces’, ‘Reina del súper’, etc. Un ramillete amplio de canciones que analizadas en perspectiva y en términos de resumen parcial de su obra suponen, tras tres quinquenios de febril dedicación, su auténtica e incuestionable aportación artística. Un bagaje envidiable que debería hacerse sentir orgulloso a su autor y, de paso, a los entornos personal y artístico que lo cobijan y que seguramente han ayudado tanto a su concreción práctica.
EL NUEVO DISCO
Así pues, en este reciente «Acuérdate de vivir» (Universal), un Ismael Serrano de planteamientos firmes e impasible al desaliento, insiste en no apartarse ni un ápice de su presupuesto formal habitual aunque logrando, como antaño, un trabajo muy redondo y homogéneo en su conjunto y sin apenas fisuras, a diferencia de lo que a mi discutible entender ocurriera con «Sueños de un hombre despierto» (2007) su anterior álbum de estudio, ciertamente más desigual de lo que estábamos acostumbrados con el artista madrileño y pese a dos obras maestras como ‘Casandra’ y ‘Si se callase el ruido’ en él contenidas, cuya rotundidad logró elevar la media creativa del disco y equipararlo a otros anteriores de más altura media aunque sin hits de tanta envergadura como esos dos citados.
Estas quince nuevas composiciones dadas a conocer hace tan poco, transitan por territorios temáticos ya sobradamente conocidos por su amplia y larga corte de seguidores de aquí y de allá, aunque me imagino que la recepción de las mismas, como ha ocurrido casi siempre con su poética, no ha sido asumida igual a ambos lados del Atlántico. Un combativo mensaje social y la continua y reiterativa reivindicación que propician sus letras y que hasta la fecha, quizás, habían registrado más eco en un Cono Sur ancestralmente maltratado, que entre nosotros los peninsulares donde, tal vez, calaban más esas canciones de proximidad cotidiana, personajes variopintos o de amor. Así, con lo que está cayendo, la situación puede cambiar ahora que en nuestro país, por desgracia, hemos entrado en un estado de las cosas en el que, a todos aquellos que les guste reflexionar con música de fondo, las canciones de Serrano pueden servirles como materia prima analítica de primer orden o incluso como recurso de auto-ayuda. Por ejemplo, ‘Podría ser’, el corte que inaugura el pantano, donde el tema recurrente es su visión sobre la crisis y el desempleo, como consecuencia más hiriente y de máxima actualidad, aunque como suele ocurrir con muchas de sus canciones, incluidas las más duras, acaba subyaciendo un mensaje de optimismo y esperanza de cambio o solución. Destaca también ‘Se ha enredado en tu cabello’, grabada con músicos sudamericanos y, por consiguiente en cuanto a su sonoridad, incuestionablemente sureña; de paso, tal vez, un homenaje de agradecimiento a la buena acogida de siempre a su trabajo y a su persona por aquellos confines lejanos y, simplemente leída, poesía de alto calado.
De sentimientos hablan una triste ‘Te vas’ y la preciosa ‘Mensaje en el contestador’, tonadas de amor –o de desamor, quién sabe– que demuestran de nuevo la sensibilidad de su autor para contar historias y, en el caso de la última, la constatación fehaciente de su capacidad para innata para componer una pequeña joya musical de menos de dos minutos pero con la profundidad poética de las grandes obras. ‘El espejismo’ es una proclama en clave de rechazo, delicada y fuerte a la vez, sobre la inmundicia que nos rodea a tantos niveles y cuya moraleja es que se requiere, más que nunca, nueva efervescencia social capaz para cambiar la realidad o al menos alterarla en positivo. En una línea argumental parecida se situaría ‘Regalo para un primer cumpleaños’ que parece una metáfora sobre aquellos que aún no están entre nosotros pero que algún día llegarán; para ellos, ojalá, mejores tiempos y más esperanza que los presentes.
‘Oxímoron’, es muy oscura y más pesimista de lo habitual, pura contraposición con la anterior. ‘Vuelvo’ recupera la temática amorosa, aunque en esta ocasión en términos de conflictividad personal y refiriendo cotidianos juegos de verdades y mentiras. Como la precedente, hermosa y dura al tiempo. ‘Tu susurro’ y ‘El hueco en el que anido’, son otras de esas pequeñas historias caseras que Ismael teje habitualmente con enorme habilidad y de las que ya cuenta con una apreciable colección. La segunda una de mis preferidas del disco con un tempo placentero y las hermosas armonías de una Melina Liberati, que también suena en ‘Volveremos’, a explotar con más asiduidad en trabajos venideros.
El apartado de experimentación lo cumplen ‘Papel encontrado en la cocina’ y ‘No reconozco’. Si la primera es una curiosa mezcolanza entre flamenco –con guitarra por bulerías– y ¿sonidos porteños?, la segunda es la más “arriesgada” del lote por su soniquete electrónico alejado de la sonoridad general reinante. Ismael cierra con ‘Balance’, una especie de autoexamen personal, acaso biográfico, que reflexiona sobre mucho de lo vivido y valorando a partes iguales aspectos de la vida privada junto a otros relativos a su profesión de músico, ambos con sus pros y sus contras.
Aunque sea un tópico afirmar que raro es el disco que entra a la primera y entronca absolutamente, éste en concreto, como ya se habrán podido percibir los que aún no lo han escuchado, no es una colección de trallazos de pop, sino otro muestrario de historias a las que Ismael nos tiene tan acostumbrados. Todo y que reconozco que este artista es santo de mi devoción prácticamente desde que lo descubrí muy al inicio de su andadura, siempre me ha ocurrido lo mismo con la mayoría de sus composiciones e interpretaciones. Como sé de su profundidad, las escucho y las escucho y cuando acaban entrándome lo hacen para los restos; inevitablemente. Incluso el tiempo y la revisión de tal o cual de sus materiales me ha hecho variar pareceres de tal suerte que al rescatar de forma estacional algunos de sus discos, suelo descubrir matices poéticos o texturas sonoras que en un principio habían quedado ocultos. Su música es cualquier cosa menos plana, por eso sigue siendo un placer seguir descubriendo en ella, dejando que el tiempo discurra, nuevos puntos de encuentro. En esto, al margen de su empatía, radica una gran parte de su grandeza como artista y este «Acuérdate de vivir» –creo– ha vuelto a demostrarlo sobradamente.
No sería justo, antes de acabar, pasar por alto el trabajo de los músicos –la mayoría, habituales en grabaciones anteriores y algunos también para el trabajo en vivo del cantautor vallecano–, a saber Vicente Climent, Javier Quílez, Víctor Merlo, un Javier Bergia menos pródigo que de costumbre, Jacob Sureda y Fredi Marugán, que se nos antoja a la altura de la calidad a la que ya nos tienen tan mal acostumbrados. En el caso de éstos dos últimos, a destacar, además, su contribución suplementaria en las tareas de los arreglos, labor en la cual se han complementado con el propio Ismael que ha asumido más protagonismo en esta faceta de crear atmósferas y marcos ambientales, que en trabajos anteriores. Para completar el elenco instrumental de acompañamiento –remito al lector a los créditos del disco para no hacerme excesivamente prolijo en estas pocas líneas– se ha contado con más músicos “especialistas” en percusiones, cuerdas y vientos varios que junto a los seleccionados en tierras argentinas, han ayudado a cristalizar este crisol sonoro primorosamente cuidado e interpretado, que va a servir para consolidar, aún más si cabe, la carrera del bueno de Ismael Serrano como tercero del escalafón en este segmento de la canción de autor, tras el Noi del Poble Sec y el Rey del Ripio, por supuesto.
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