«El show va a dar comienzo, exactamente el mismo que se verá en El Paso. Enrique y la banda toman el escenario y el concierto se inicia con serenidad aunque con mucha intensidad. El escenario del tour consta de cuatro cráneos sonrientes y dos lámparas orientales»
Aquí va la segunda parte del reportaje junto a Bunbury en sus ensayos previos al comienzo de la gira. Ahora, Juanjo Ordás nos narra el ensayo general en un viejo cine.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: PEDRO MENÉNDEZ.
PISANDO EL ESCENARIO
Arganda del Rey (Madrid). 14-04-2010
El ensayo sobre el escenario de gira, con sus luces y backline tuvo lugar en un antiguo cine situado en la madrileña localidad de Arganda del Rey. Allí, sentado en sus viejas butacas pude contemplar el concierto que verán los fans que acudan al inicio del tour en El Paso. Ni repertorio, ni banda, ni cantante decepcionaron. El arranque de gira va a ser brutal, concretamente será un intenso crescendo, con un inicio íntimo (¡y bastante inesperado!) y un fiero desenlace.
Cuando Enrique llega a tan cinematográfico local, la banda ya lleva ensayando un rato, con los técnicos moviéndose de aquí allá y Javier “Chinas” asegurándose de que todo está perfectamente sonorizado. Él es en quien todos confían, saben que en sus manos siempre sonarán bien aunque las condiciones sean adversas.
Antes de iniciar el concierto como tal, el grupo y Bunbury hacen los ajustes de sonido pertinentes. Para ello tocan ‘El porqué de tus silencios’, un fragmento de ‘El anzuelo’ y ‘Las consecuencias’, todas intercaladas por comentarios técnicos. En un momento dado, Enrique les dice a todos los miembros del grupo que se dedicará el tiempo necesario para que todos estén cómodos. Y mientras los técnicos deambulan por el escenario se dedica a preguntar a cada miembro de la banda cómo se sienten respecto al sonido. Se preocupa por su equipo, quiere que todos estén bien. Sin duda la mejor forma de que den lo mejor de sí mismos sobre el escenario y también la mejor manera de que la convivencia sea buena. Y es que todo el entorno que rodea al maño supura amabilidad y cordialidad, se trata de un staff muy bien avenido, se aprecia que son una familia.
El sonido que emana del escenario es de lujo y una vez solucionados los pormenores Enrique y la banda desaparecen. Pasan diez minutos, las luces se apagan y suena una introducción a piano. El show va a dar comienzo, exactamente el mismo que se verá en El Paso. Enrique y la banda toman el escenario y el concierto se inicia con serenidad aunque con mucha intensidad. El escenario del tour consta de cuatro cráneos sonrientes y dos lámparas orientales, escenografía mínima pero muy efectiva. Asimismo, la banda estrena nueva estética, más sobria aunque quien destaca es Enrique, con un traje que juega con el rojo y el negro, sombrero incluido. Una ristra de naipes recorre cada una de sus piernas y al cuello lleva un lazo que le hace parecer un elegante músico del salvaje oeste, el propietario de un «medicine show». Aquella tarde se le notaba contento pero concentrado en su interpretación, moviéndose cómodamente por el escenario o frente a un pie de micro de calaveras rojas.
A lo largo de prácticamente dos horas suenan muchos éxitos esperados, aunque también varias sorpresas que es mejor no revelar. Sólo decir que los fans americanos se preparen y que los españoles vayan haciendo lo mismo. Sin duda, una de las grandes bazas de esta gira es el rescate de temas que no eran tocados desde hace tiempo, como por ejemplo ‘Algo en común’, fantasticamente resuelta.
Tras finalizar una de las primeras canciones Enrique ofrenda un divertido “Thank you!”, como si ya se encontrara frente a sus fans americanos. Y es que se le nota la ilusión que tiene por iniciar la aventura norteamericana.
El calentamiento iniciático finalizó con ‘De todo el mundo’, en una versión que iguala a la registrada en “Las consecuencias”, pero que disfruta de una nueva dimensión con el frontman ejerciendo como tal y demostrando que tiene muy pocos rivales sobre las tablas. Su forma de actuar mientras cantaba la canción fue magistral. Da igual que agarre su guitarra acústica o que interprete sin ella en sus brazos, domina el lenguaje corporal a la perfección aunque con naturalidad, potencia el dramatismo de las canciones invocando la mitología del rock and roll con conocimiento de causa. Pocos músicos españoles poseen los conocimientos musicales de Enrique, pocos tienen su nivel cultural musical. Y son esos amplios conocimientos a nivel de melómano los que mezcla con su propia personalidad, creando este espectáculo gestual que hace de cada interpretación un voto frente al panteón del rock y la música popular. Sí, el rock and roll está en buenas manos cuando Enrique es el maestro de ceremonias del ritual.
La banda ya estaba a pleno rendimiento y Bunbury entró en ebullición definitiva con ‘Los restos del naufragio’, con un firme apoyo vocal a tres voces, con Jordi Mena, Álvaro Suite y Robert Castellanos cantando el estribillo. Esta canción se ha convertido ya en un clásico a la altura de ‘Alicia’ o ‘De mayor’.
Cada miembro del grupo destaca por sí mismo, distinguiéndose por distintas cualidades. Castellanos y Suite son esencia de rock and roll. Concretamente, Suite se encarga del solo final de ‘En brazos de la fiebre’, respetando el original de Juan Valdivia pero añadiendo su toque personal con técnica y exquisitez. Pero el mítico tema de “Avalancha” no es el único revisitado del repertorio de Héroes de Silencio. Enrique ha tenido el acierto de retomar una vieja canción de “Senderos de traición”. ¿Apuestas? Tendréis que esperar hasta Texas para saber cual es, pero no penséis en las obvias.
Antes citábamos a Castellanos y es destacable su labor en ‘Hay muy poca gente’. Empieza la canción, Bunbury da un espectacular giró sobre sí mismo guitarra en ristre y Robert se torna en la columna vertebral de la canción. Su forma de tocar es muy distinta a la de otros bajistas con los que haya tocado Enrique. Es especialmente ágil, con el grosor justo y muy sutil. Uno de los grandes momentos del espectáculo fue cuando se acercó a la batería de Ramón Gacías para, entre los dos, llevar el peso rítmico de la clásica ‘Infinito’, esta vez más seca y rotunda que nunca, mucho más maciza. Gacías no falla jamás, tiene recursos y exprime su batería al máximo. Con economía de medios es capaz de lanzar una canción como ‘El extranjero’, al igual que es capaz de estallar en una versión de ‘Apuesta por el rock and roll’ más cruda que de costumbre, muy americanizada, por momentos rockabilly. Es en esta versión de Más Birras en la que Mena y Suite tienen espacio para sendos solos, aunque también Jorge Rebenaque, que hace arder sus teclados en más de una ocasión. Por ejemplo, en ‘El extranjero’ es su acordeón el que dirige la canción.
Es fácil prever que ‘Los habitantes’ arrancará aplausos (especialmente tras el sensacional solo que Jordi Mena se marca al final), se trata de un tema perfecto para el directo. El riff, compuesto por Enrique según me contó Jordi, suena aún más arrebatador en vivo. Igual de fácil es imaginar que la recuperada ‘Enganchado a ti’ emocionará a toda la concurrencia. La canción ahora parece sacada del “Love and theft” de Dylan, suena un poquito más charleston y llega un momento en el que Álvaro y Jordi doblan al unísono los punteos de guitarra, creando una vibración muy especial. El acelerado final de la canción es dinamita pura.
Bunbury se muestra holgado en las interpretaciones, no sufre en ningún momento, su garganta está engrasada pese a los maratonianos ensayos que lleva conduciendo desde que regresó de Los Ángeles. De hecho, parece no descansar nunca. Cuando no está ensayando con la banda está ocupado con multitud de asuntos derivados de la gira, ya sean relacionados con equipo o visados. A veces tiene la cabeza dividida entre estos ensayos fundamentales y el concierto que grabará para Canal Plus el fin de semana. Es mucha presión para tan poco tiempo, pero la sabe conducir de forma efectiva. Parece que con el paso de los años su voz emociona cada vez más, como si escarbara en los recovecos de su alma para alimentar cada canción. Da mucho de sí mismo en cada concierto, en cada ensayo, en cada frase.
Puede que “Las consecuencias” sea un disco reposado, pero el concierto es puro rock. Se trata de un espectáculo menos efectista que el Hellville Detour pero bastante más crudo, mucho más “in your face”. El juego de luces es sencillo pero se usa con acierto, jugando con los ambientes necesarios para cada canción, haciendo del escenario un lugar recogido y organizado. Durante ‘Es hora de hablar’ el escenario se sume en una oscuridad con leves tonos rosas y las calaveras son iluminadas en rojo. Cuando Enrique encara la parte final de la canción comienza a gritar de espaldas al graderío, creando una imagen realmente espectacular.
Lo cierto es que resultó muy extraño ver a Bunbury y sus Hellvillers frente a una sala vacía. Lo normal es que tengan delante a miles de personas y esta vez éramos muy pocos los que ocupábamos la sala. El equipo técnico y poco más. El efecto era curioso, aunque aún lo era más el hecho de no escuchar aplausos entre canción y canción. Allí todo el mundo estaba trabajando y haciendo los ajustes precisos, aunque todos disfrutaban. No se trata de una gira tan mastodóntica como la última. Es lógico, por una parte “Las consecuencias” no es un disco que pida ser presentado en aforos enormes. Por otro lado, el tour americano va a recalar en salas medias y pequeñas, aprovechando los lugares donde Bunbury es fuerte y abriendo camino en los que no abarca tanta porción de mercado. Es muy meritorio que un músico de su experiencia siga ilusionándose por llegar a nuevos sitios y por seguir trabajándose a las audiencias, estando preparado para entrar en acción frente a un público gigantesco o frente a uno reducido. Otra de las grandes sorpresas fue la inclusión de una canción perteneciente a “El tiempo de las cerezas”. Grande y sorpresa porque se trató de uno de los temas que Nacho Vegas se encargó de cantar en el citado disco y que ahora cobra nueva vida en la voz de Enrique. Otro buen motivo para hacer quinielas.
Tras acabar el concierto, técnicos, banda y líder se reúnen para terminar de hacer ajustes. Momento de despedirse de todos ellos.
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