Javier Bergia: El disco de nunca acabar

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«Mi carrera es totalmente visceral. Grabo este disco porque efectivamente le tengo un cariño especial y porque lo tengo como un hijo desprotegido y que no está bajo mi control y lo hago pensando que voy a tardar menos de lo que voy a tardar, y al final me tiro tres meses»


Por tercera vez, y se supone que esta es la definitiva, Javier Bergia ha grabado su disco «Caracola», un álbum compuesto originalmente en 1992 cuyo contenido sigue vigente y que encandilará desde la primera escucha a aquellos que gustan de la música más exquisita y atípica.


Texto: JUAN PUCHADES.


Tras vivir catorce años en Val de Santo Domingo, en Toledo, Javier Bergia, que se declara algo rústico, está, sin embargo, de vuelta en Madrid, no en la ciudad, sino en la Sierra. Allí ha grabado por tercera vez «Caracola», disco registrado en 1992 pero no editado en su momento, aunque en 1993 lo grabó de nuevo y entonces, sí, vio la luz. Sin embargo, dieciséis años después, Bergia ha vuelto a grabarlo por las razones que explica en esta entrevista. Un disco hermosísimo, obra de este cantautor atípico e inclasificable, un músico completo, de esos que buscan el equilibro entre la perfección y la emoción. Y a fe que, como lo demuestra su singular y excelsa discografía, lo consigue.


¿Cómo te ha dado por grabar por tercera vez el mismo disco?

Esto es una especie de regalo que me he hecho yo mismo, este es un disco que salió en unas circunstancias muy malas.

¿La primera grabación, la de 1992, nunca se llegó a editar?
No, la primera grabación la grabé en Asturias para un sello de allí, y al final el sello se deshizo un poco antes de que termináramos el disco, con lo cual me bajé a Madrid y le ofrecí el proyecto a Macario Santamaría, a Saga, y lo grabamos entero de nuevo.

Pero, ¿por qué lo grabaste de nuevo, no te quedaste con la primera grabación?
No, acabamos muy mal, y aquella grabación se quedó a medias y estaba en un formato de 24 pulgadas analógico y no lo quisieron soltar, así que tuve que volver a grabarlo entero. Cuando lo terminé de grabar, Macario me dijo que o lo sacábamos en cinco días o había que esperar por sus planes de marketing, así que lo hicimos a toda velocidad y en unas condiciones técnicas bastante precarias, la carpeta tampoco me gustaba.

Vamos, que aquella segunda grabación no te gustó.

No, para nada, no me gustó ni la grabación, ni la carpeta, nada. El caso es que un par de años después le dije a Macario que porqué no retomábamos ese trabajo, porque me hubiera gustado mezclarlo otra vez y me dijo que no, que me olvidara del proyecto, que él no sabía nada de dónde estaban los masters. Se lo pedí un par de veces, y ante la negativa, me armé de valor, y a principios de este verano pues me puse a grabar el disco entero de nuevo.

¿Pero cuál es la razón, por fijación o porque te gusta mucho este disco?
Porque me gusta y porque tenía la espina clavada con el disco, porque sonaba muy mal.

Admitiendo el evidente cambio de sonoridad de una grabación a otra, ¿en realidad merece la pena el esfuerzo de retomar una obra ya hecha; ese mismo esfuerzo no sería mejor volcarlo en un disco nuevo, sobre todo en estos tiempos en los que parece que el disco tiene poco valor como obra?
Sabes lo que ocurre, como por otro lado prácticamente nunca a lo largo de mi carrera he tenido la directriz de una discográfica, o una multinacional que me haya pedido, me haya exigido o me haya sugerido cualquier proyecto… pues funciono por estímulos. Mi carrera es totalmente visceral. Grabo este disco porque efectivamente le tengo un cariño especial y porque lo tengo como un hijo desprotegido y que no está bajo mi control y lo hago pensando que voy a tardar menos de lo que voy a tardar, y al final me tiro tres meses, pero, bueno, estoy contento, porque ya está dentro del redil y ya forma parte incluso de mi propio sello, Tagomago. No lo tenía controlado y ahora ya me siento más a gusto. En estos momentos tengo material para hacer un par de discos nuevos, digamos que ahora mismo, técnicamente estoy descansando un poco porque acabo de llegar de una gira exhaustiva por Argentina, pero en cuanto pasen estas fiestas, tengo casi unas cuarenta canciones, vamos, que puedo empezar a grabar un disco y luego otro a continuación, y me voy a poner con ello. Incluso «Caracola» me ha venido bien porque me ha servido para retomar mi propio estudio, revisar las máquinas, ver lo que funciona, lo que no, recordar cuáles son las técnicas para masterizar, para mezclar, para grabar, así que en cuanto pueda me pongo con otro, pero esto era como una espinita. Como un reto personal.

En lo musical, parece que ha quedado más eléctrico que la versión anterior.
Sí.

A todo esto, menuda putada que nos dediquemos ahora a comparar una versión con la otra.
Claro, pero es lógico, pero para mí la versión anterior está olvidada, es hermosa y de hecho ha habido un proceso mágico porque he podido salvar las primeras ocho pistas iniciales que yo tenía de esa grabación, con lo cual he podido salvar alguna gaita de José María Climent, un laúd que había de Wafir Shaikh, algunas pistas sí las he podido salvar, con lo cual, a partir de esas pistas he vuelto a grabar el disco entero, pero todo lo demás es nuevo, las guitarras, las voces, todo, he perdido muchas grabaciones magníficas que había ahí.

Te comentaba que es un poco más eléctrico, ¿lo ves así?
Sí, es posible, también es verdad que al disponer de mi propio estudio y de otros materiales, de otros instrumentos nuevos, ha habido algunas canciones que las he querido endurecer porque en su día se me quedaron un poco blandas.

Como ‘A descerrajar’, que tal vez sea la más evidente.
Sí, por ejemplo, es una canción en la que he querido mostrar también la parte más dura de mi personalidad, a mí me encantan grupos de los 70 como King Crimson y ese tipo de sonidos así, y de hecho llamé a Antonio Toledo para que hiciera unos riffs de guitarra un poco en esa línea.

El disco incluye cantidad de detalles y un montón de instrumentos, hasta tubos de pvc, ¿se convierten tus grabaciones casi en un trabajo de orfebrería?
Pues sí, siendo prudente, siempre voy buscando sonidos y estéticas que me gustan, como Robert Fripp, que es un individuo que a mí me encanta por ese envolvente permanente, esos riffs de guitarra que hacía en su época. Empleo muchos instrumentos de cuerdas, efectivamente, tubos de pvc, o fregonas, alfombras, rascadoras, lijas y cosas de todo tipo que me gusta tener y que en cualquier momento pueden entrar en acción.

Siempre has querido unir ese mundo electrónico, de Robert Fripp, podríamos decir, con otro más tangible, más orgánico, e incluso autóctono.
Sí, es por la escuela de la que yo vengo, muchas de estas cosas las aprendí con Gregorio Paniagua. Durante muchos años trabajé con Atrium Musicae, que era un grupo que utilizaba y que agotaba este tipo de recursos tímbricos, los utilizaba incluso para los directos, cosa que yo no hago, en los directos, digamos que soy más rígido.

Más clásico, tal vez.
Sí, más clásico, de hecho en la gira que he hecho ahora por Chile y Argentina he ido con Diego Galaz al violín, una chica haciendo voces, lo más sofisticado que llevaba era un soruti, que es un órgano hindú, un percusionista que tocaba panderos, exclusivamente panderos, una colección enorme, y Luis Delgado que tocaba el bajo. En directo soy más ortodoxo, pero en los discos sí me gusta experimentar, y sobre todo cuando tengo la seguridad o la certeza de que me faltan timbres o que me falta el factor sorpresa en alguna canción o algo que lo haga más ácido.

¿Fue «Caracola», sobre todo en el proceso de composición, un disco madrileño o ya estabas en tu fase más «rústica»?
Es un disco más rústico, el factor de Madrid precisamente en «Caracola» no existe. «Caracola» está muy influenciado, pero mucho además, por los ambientes de Asturias, de Galicia, es un disco muy cantábrico, pero además, me gusta que me preguntes esto porque es que fue el descubrimiento de todo el movimiento folk que había entonces, que no sé si tendría o no la presencia que tiene ahora, pero que para mí, viniendo de Madrid, fue todo un descubrimiento. Aterricé un día en el Teatro Campoamor de Oviedo, conocí a Fernando Largo y este chico me introdujo de forma violenta en el mundo del folk y con él di varios conciertos en Francia, viajamos por toda la Cornisa, dimos muchos conciertos, monté un pequeño grupo en el que él tocaba el arpa y la zanfona y yo tocaba la guitarra sintetizada, que era una de las primeras guitarras sintes que aparecieron, pero todas sus composiciones estaban en torno a la música celta y para mí fue un redescubrimiento porque yo había odio muy sibilinamente a los grupos bretones pero en aquel momento tuve una presencia muy emotiva con todo el mundo del folk. Entonces, «Caracola» fue mi pequeña entrega a ese respecto, me empeñé por todos los medios en grabar una gaita irlandesa, que entonces en Madrid no se habían grabando ese tipo de instrumentos. Reuní en ese disco a gente que estaba cercana al entorno del folk. En ese sentido, José María Climent ha sido para mí un exponente fabuloso, porque además de ser uno de los fundadores de La Musgaña, es un tipo que se construye sus propios instrumentos, que tiene un dominio de las cornamusas, que son las gaitas de Europa del Este, en fin, es un músico que desde entonces ha participado en todos mis discos y me ha acompañado en directo. De alguna forma ha sido esa entrada al mundo del folk, que es tan interesante, por otra parte.

 

AQUELLOS AÑOS VERDES

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«Me revuelco en mi condición de músico de culto. Lo tengo asumido, tengo la sensación de ser una persona que ha triunfado plenamente en la vida, porque vivo muy bien, de la música, no me puedo quejar lo más mínimo, de hecho no me quejo para nada. Hago lo que quiero y lo que me gusta»

Porque tú, en origen eras un músico eminentemente pop, por llamarlo de algún modo, ¿no?
No, no creas, mis orígenes, en realidad, vienen de la música antigua, mi debut en la música es en el centro de Atrium Musicae tocando cuerda, tocando contrabajo y cantando.

Sin embargo, aunque tu primer disco es bastante difícil de definir –como el resto de tu obra– es un álbum de cantautor pop, canción de autor moderna.
Sí, por supuesto, pero de alguna forma fue por exigencias de la compañía, por miedo, porque el primer disco yo lo grabé con EMI. No sé exactamente lo que quería la compañía, yo había escrito doce canciones, y digamos que en ese sentido no estaba muy centrado, a pesar de que conté con la producción de Juan Alberto Arteche, pero en aquella época estábamos un poquito desbocados, nosotros lo que estábamos oyendo era a Weather Report y a la Mahavishnu, me encantaba tocar la tabla, pero me encantaban también las guitarras eléctricas y acústicas, estaba absolutamente fascinado por James Taylor, por Stephen Stills, por Joni Mitchell…

El folk rock californiano.

Exactamente, pero a mí me tiraba mucho también la cosa oriental y el caso es que nadie nos dio unas directrices. Entonces intentamos experimentar lo que pudimos y tuvimos una cierta libertad habida cuenta que el presupuesto del que disponíamos era prácticamente ridículo. Lo mío fue un fichaje porque Luis Delgado estaba allí de director internacional y a Javier del Moral le caíamos muy bien y nos ofreció la oportunidad de grabar un disco con ellos y nos dejó cierta libertad para meter esos instrumentos. Yo creo que llegamos demasiado tarde o demasiado pronto, pero fue un disco con el que no pasó absolutamente nada.

Bueno, Diego A. Manrique lo pinchó mucho en la radio.
Sí, sí, y en un Midem que se celebró en Marsella, se le consideró disco para coleccionistas.

Es una maravilla de disco.

Sí, es un disco que la gente lo persigue. Pero, ya te digo, fue un experimento más que otra cosa.

Volviendo a «Caracola»: ¿Cuando uno vuelve a construir un disco que ya construyó, vuelve a idearlo, a definir cómo deben ser las canciones, qué estructura han de tener, qué tipo de arreglos, cuando lo interpreta de nuevo en el estudio, uno aprecia si ha mejorado con los años, si la técnica es distinta a la de la anterior grabación?
Sí, sin duda. Con este disco salíamos como caballo ganador, a pesar de hacer un «planing» de por dónde quería ir, además de en algunas piezas estar sujeto a las pocas pistas que he podido recuperar de las antiguas grabaciones, con lo cual me hacía ir por un camino prácticamente dirigido, en todo momento no he tendido ninguna duda de por dónde he querido ir y, por supuesto, creo que hemos mejorado sustancialmente a todos los niveles. En la primera versión estábamos en un mundo analógico en el que no existía la informática, estaban a punto de aparecer los primeros ordenadores, pero se grababa todavía en magnetofones analógicos, este disco lo he grabado ya sobre digital, las guitarras que tengo ahora son infinitamente mejores, en aquella época es que era mi tercer disco, y ahora tengo unas guitarras enormes, he podido grabar unas Lauden fabulosas, una Martin de 28 que la uso únicamente para conciertos muy comprometidos, he podido contar con el bajo de Carlos Beceiro, un jazz bass, un Fender Precision sin traste. Y luego las colaboraciones, que son de lujo.

Sí, hay cuatro colaboraciones de excepción: Rodrigo García, Luis Eduardo Aute, Pablo Guerro e Ismael Serrano.
Por supuesto. En el caso de Pablo ha sido fácil porque tengo una cierta relación con él, lo mismo que con Ismael. Rodrigo me ha costado mucho, es un tipo que no es fácil de acceder a él, y al final ha sido todo amabilidad y todo cariño y ha tenido una disposición permanente. Y en el caso de Aute igual, es un personaje enigmático, no sabes por donde tira, me lo sugirieron y yo le tengo un respeto y un cariño y una admiración especial, le llamé y fue fulminante, algo impresionante.

¿Conocían todos ellos tu obra?
Sí, la conocen, con Rodrigo nos hemos conocido a través de José María Guzmán y, en fin, yo llevo cantando canciones de Rodrigo desde hace muchos años. Con Pablo he trabajado. Pero ha sido maravillosa la voluntad que ha tenido.

¿Da rabia esa consideración que te persigue de artista de culto?
La tengo asumida. Con veinte años, en su tiempo, quiero recordar que me haría el daño suficiente como para asumirlo. Ahora todo lo contrario, me revuelco en ello. Lo tengo asumido, tengo la sensación de ser una persona que ha triunfado plenamente en la vida, porque vivo muy bien, de la música, no me puedo quejar lo más mínimo, de hecho no me quejo para nada. Hago lo que quiero y lo que me gusta, lo único que lamento, precisamente, es haber perdido mucho tiempo en haber tenido la esperanza de que alguna compañía me iba a contestar en aquella época en que yo mandaba mis maquetas a las discográficas. Como en el fondo soy muy ingenuo, me costó mucho tiempo convencerme de que a las compañías discográficas no les interesaba mi trabajo y me hacían perder mucho tiempo porque me generaban falsas esperanzas. Lo peor es que me generaban falsas esperanzas personas muy cercanas a mí que entonces estaban en puestos de mucha responsabilidad de alguna discográfica, no voy a decir nombres, pero todos conocemos a esas personas. Hasta que yo me convencí de que lo que tenía que hacer era montarme mi propio sello y trabajar firme, porque lo otro me hizo perder tiempo y muchas energías.

Ahora que ya hace tiempo que tienes tu propio sello, Tagomago, ¿te funciona bien?

Sí, en mi empresa soy yo, los gastos son mínimos y los beneficios enormes, con que vendiera solo mil discos estaría amortizando. Ahora trabajo con una distribuidora y por primera vez en mi vida gano dinero con los discos, gano el suficiente dinero para poder seguir grabando discos, que eso es lo importante. Lo único que echo de menos, que tampoco tengo problema con ello pero a veces sí es un poco amenazante, es que me gustaría tocar bastante más en directo. Sí tengo cierto problema a la hora de comunicar al mundo que he editado un disco, porque es complicado, tendría que hacer una inversión económica muy importante. En ese sentido tengo gente que sé que me quiere y me apoya pero entiendo que en los medios todo el mundo quiere o necesita hacer una entrevista a Joaquín Sabina porque los editores es lo que quieren. Al final, en este país, como en tantas otras cosas, la tarta se la comen entre cuatro.

Pero tener el perfil de maldito a veces tiene su lado atractivo para algunos medios.
Sí, por supuesto, y a mí me permite llevar una doble vida, disfrutar de la vida, del campo, de los viajes, de tomarme mi tiempo, de no tener esa presión.

¿Sigues trabajando como músico de la banda de Ismael Serrano?
Sí, por supuesto, hemos tenido un año sabático, pero a partir de marzo volvemos. Yo llegué de Argentina hace una semana –he estado allí mes y medio y he dado quince conciertos, nada menos–, nada más llegar me he incorporado a la grabación del próximo disco de Ismael Serrano, que en honor a la verdad hay que decir que él me ha abierto una puerta que yo hubiera tardado muchos años en abrir, a mí Ismael me ha abierto la puerta grande para poder trabajar en Argentina y esta es la tercera gira que hago en solitario.

Curiosamente, en Argentina tienes quince conciertos en mes y medio y en España es casi imposible que en ese periodo de tiempo tengas tal número de conciertos.
Claro. La capacidad de reacción que hay en Argentina es tremenda. Allí existe algo que aquí prácticamente ha desaparecido y es que la gente todavía ama la música, no les duele pagar una entrada, tienen esa capacidad de improvisación, esa fascinación por la canción de autor, por lo que llega de España, con lo cual a mí me va francamente muy bien por allí. Igual que en Chile.

Es chocante, porque prácticamente eres un completo desconocido en España.
Sí, de hecho yo tengo aquí dificultades para ir a tocar a Cádiz porque no me conocen, sin embargo allí me acabo de hacer un viaje de Tucumán a San Martín de los Andes, que son treinta y seis horas de autobús, y me he recorrido prácticamente toda Argentina y Chile. De hecho ahora me están llamando para ir a tocar a Centroamérica, a Costa Rica y a México, porque hay una tradición y un amor a los textos todavía ya que, de alguna manera, Serrat ha abierto una puerta enorme y hay que decirlo, Ismael Serrano también, en otro orden, pero por supuesto que la ha abierto.

Imagino que allí se te identificará como el brazo musical de Ismael.

Sí, bueno, claro. Desde el principio, durante estos doce años, desde su primer disco, yo comencé a funcionar como multiinstrumentista de Ismael. Entonces él, en todos los conciertos, en Latinoamérica y en España, ha tenido siempre la gentileza de sacarme a cantar una canción mía a mitad de su show, incluso muchas veces hemos cantado juntos. La verdad es que le estoy muy agradecido porque me ha hecho una promoción enorme.

Sin embargo, ese proceso no ha funcionado en España.
No, en España la gente bien, escucha a ese tío que sale a cantar una canción, pero en general es un poco cautivo. Pero en España, si Ismael dice que tienen que comprar el disco, se lo compran, o que tienen que ir a verme.

¿Qué músicas escuchas últimamente?
Intento estar pendiente de lo que se hace, pero lamentablemente escucho muy pocas cosas de lo que se hace ahora, quizás porque tengo una edad que lo veo de frente y lo veo y no lo veo [risas]. Sigo escuchando mucha música clásica, la mal llamada clásica porque a veces es la más moderna, y sigo anclado en los 60 y los 70, sobre todo en los 70 y los 80, tengo una colección enorme de discos de esa época y estoy haciendo una revisión permanente, a mí me gusta mucho Led Zeppelin, que los sigo escuchando mucho, lo mismo que a Joni Mitchell, permanentemente. También escucho mucha música étnica, mucha música de India, tengo gustos un poquito extraños. También escucho mucho a los impresionistas, a Ravel, Debussy, a Satie. Intento estar informado de las cosas que salen ahora, y las escucho, pero de cincuenta, lamentablemente, me quedo con muy poquitos, joder, es que hay mucha música hecha y entonces se hace mucha música mala porque la gente no es leal a, digamos, los grandes maestros. Sobre todo en el mundo de la canción de autor muchos chavales me preguntan qué tienen que hacer y les digo que, sobre todo, intenten escuchar música buena, que hay mucha. En ese sentido he intentado ser muy autocrítico y eso también tiene un precio enorme, porque después de oír o de ver en directo a James Taylor o haber escuchado a los Beatles o haber vivido toda aquella época, si eres honesto contigo mismo, te cuesta mucho, pero lo puedes conseguir porque se trata de sacar punta sin que se rompa la mina para hacer canciones que te emocionen. A mí, en ese sentido, además en la literatura y en el cine me pasa exactamente igual, lo que no me emociona, no me interesa. Después de haber visto «Doctor Zhivago», no me puedo tragar cualquier cosa.

A fin de cuentas, la música es emoción.
Exactamente, a mí me tiene que emocionar. Pero intento ser leal a los grandes maestros, a aquellos que han hecho una música emocionante y que verdaderamente me han puesto de pie, en el rock, en el pop, en la clásica, en la antigua, en el jazz, etcétera.

Antes decías que tenías material para dos discos, ¿habrá próximo álbum en breve?
Creo que sí, voy a intentar tener antes de junio un disco nuevo, desde luego. Me voy a poner con ello en breve.

¿Eres muy prolífico componiendo?
Lo que sí intento es no dejar espacios grandes de tiempo sin componer porque creo que este es un trabajo que luego cuesta recuperar, es importante estar permanentemente dispuesto a escribir.

Es importante la disciplina, ¿no?
Por supuesto, y yo tengo que estar estimulándome permanentemente y leyendo constantemente a los grandes poetas, haciendo una revisión permanente de los grandes libros. Leo sobre todo mucha poesía y mucho ensayo y estoy haciendo un ejercicio constante. Abrí un blog que me sirve de ejercicio literario, de expresión. Pero sí, es importante estar a diario escribiendo canciones, haciendo cosas y estimulándome con lo que ocurre, con los recuerdos, etcétera.


Desde aquí puedes acceder a la web de Javier Bergia.

En su myspace puedes escuchar algunas canciones de Bergia.

Este es el blog de Javier Bergia.

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