«Por un lado, no dejo de sentir frustración al ver que lo que hago llega a muy poca gente, pero, por otro, vivo mucho más tranquilo desde que abandoné ese objetivo, y seguramente esa tranquilidad me ayuda a seguir haciendo música»
Cuatro años después de «Música de carrusel», su debut como solista, el cantante y guitarrista valenciano (que anteriormente había liderado el grupo La Caramba) regresa con “Una huida hacia delante”, nuevamente autoeditado y coproducido por Javier Larrauri.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Foto: ANA YTURRALDE.
En su página web se define como autor de canciones, y aunque pueda parecer una perogrullada, no lo es. Sergio Sanz es, ante todo, compositor. Pero en España nunca hubo un Brill Building, así que Sanz graba sus temas él mismo. “Una huida hacia delante” es el álbum que recoge su última colección de canciones, y el título no puede ser más explícito.
Pregunta fácil para empezar: ¿Es este disco una huida hacia delante?
Bueno, a menudo tengo la sensación de que seguir haciendo música es para mí una huida hacia delante. Es decir, que cogí tanto impulso en la adolescencia y luego he invertido tanto tiempo y energía en ello que, como dice la primera canción del disco, ya no puedo echarme atrás. Así que, en ese sentido, volver a la carga de nuevo parece un paso más en esa huida hacia delante. Luego, en el disco, hemos intentado transmitir esa sensación de vértigo propia de una huida, uniendo todas las canciones, haciendo que cada una te lleve a la siguiente. No dando un respiro. Bueno, algún respiro sí que hay, pero también tiene forma de canción, no de silencio entre canciones.
Desde la portada, te veo muy guerrillero. ¿O es cansado?
El diseño de la carpeta es de Neus Esplugues y está recibiendo elogios por todas partes, empezando por mí. Yo sólo le indiqué la referencia a la escena de Steve McQueen escapando en “La gran evasión”, que para mí es la imagen perfecta del lado romántico y aventurero de una huida, además de transmitir una vitalidad que espero transmitan también las canciones y la producción del disco. Así que todo empezó ahí y, aunque no era mi intención, tampoco me parece mal que haya quedado una imagen algo guerrillera. Pero de cansancio, nada… Todo lo contrario.
El contenido del disco podría dignificar las emisoras de radio del país, pero no accederá a ellas. ¿Crees que la causa está perdida y que sólo queda autoeditarse y seguir en esto como hobby?
Por un lado, no dejo de sentir frustración al ver que lo que hago llega a muy poca gente, pero, por otro, vivo mucho más tranquilo desde que abandoné ese objetivo, y seguramente esa tranquilidad me ayuda a seguir haciendo música. Sé que, para abandonar el amateurismo, hay que dar una batalla que ya no estoy dispuesto a dar a la espera de unos resultados que pocas veces llegan a producirse… Y poder autoeditarse me parece genial. Es un ejercicio de libertad impensable hace algunos años. Ya habríamos querido en los tiempos de La Caramba poder hacerlo con la calidad y los precios de ahora.
Esa actitud de combate, o de inconformismo, que suena menos bélico, se extiende al diseño del disco. ¿Buscabas envolverlo todo en un mismo concepto (el megáfono, la tipografía de tu nombre, los alambres de espino, los billetes)?
Una vez decidido por donde va a ir la portada, todo debe tener cierta conexión. Hay dos temas que guiaron a Neus para hacer el diseño: “Una huida hacia delante” y “El sistema”. Por eso los elementos dominantes son los que tienen que ver con esas canciones, aunque también están representadas las demás… Pero, insisto, para mí la referencia a “La gran evasión” responde a una interpretación de la huida como una aventura, de ningún modo a una actitud de combate. Quiero creer que hemos hecho un disco intenso y vitalista, más que inconformista.
Las letras tampoco se quedan cortas: “No es necesario gritar”, “El sistema” o “El que inventó la gaseosa” no pueden decir las cosas más claras. Sin embargo, y creo que es su gran valor, lo hacen desde un posicionamiento irónico. ¿Crees que es la mejor manera de encarar la situación?
La ironía es una posibilidad a la hora de afrontar los textos, pero en absoluto te garantiza una buena letra. Supongo que el truco consiste en saber cuándo y cómo utilizar ese tono. Y, sí, hay una cierta dosis de ella en el disco, pero yo no diría que es el tono dominante… Con la excepción de “El sistema”, que es toda ella una ironía sobre lo burdo de cierto tipo de protesta panfletaria articulada sobre slogans y canciones que ofenden a la inteligencia… O sea, una canción, esta sí, inconformista, pero frente a cierto estilo de inconformismo.
Musicalmente, creo que el disco es muy sobrio, con arreglos elaborados, pero que no tapan las melodías ni distraen. ¿Buscabas cierta limpieza en las canciones?
Pues esa limpieza, sobre todo, la ha buscado Javier Larrauri, mi compañero de fatigas en la producción, pero ha tenido que pelear mucho conmigo, que tengo tendencia a la sobreproducción; así que sospecho que nos hemos quedado a mitad de camino. Eso sí, los dos estamos de acuerdo en que lo esencial son las canciones y cualquier arreglo que dificulte la escucha de la melodía o del texto es eliminado por mayoría absoluta.
A nivel rítmico se mantiene la variedad fruto de tus gustos heterogéneos, pero también me parece que no hay dispersión, sino que has buscado la cohesión global del álbum. ¿Era lo que pretendías?
Ése era uno de los retos. El hecho de unir las canciones nos obligaba a que la transición entre una y otra fuera verosímil. De hecho, se trataba de generar la ficción de que las canciones se habían tocado seguidas, tal como se escuchan, cosa que, por supuesto, no se hizo. Es decir, que hemos tratado de conseguir una sensación de naturalidad y de continuidad trabajando de la forma más antinatural y discontinua que existe, o sea, grabando las canciones a trozos, cortando y pegando de un modo casi indecente, llevando arreglos tocados en una canción a la siguiente y sin ningún reparo a la hora de editar lo que se grababa… Así que, si se ha conseguido esa sensación de unidad, aunque sea dando un rodeo, pues nos alegramos mucho.
¿Intentaste que alguna compañía sacara el disco? ¿Con qué resultados?
No. No veo qué podría aportarme una discográfica, ni qué podría aportarles yo a ellos.
¿Compones para otros artistas? ¿Es, a veces, la única manera de poner el material al alcance del público?
Por supuesto, estoy dispuesto a escribir para quien me lo pida, o al menos a intentarlo. Para alguien que, como yo, se considera, antes que otra cosa, un autor de canciones, ésa sería la opción más indicada. Aunque, hasta ahora, entre la gente que ha grabado canciones mías, sólo la actriz Cristina Perales (“El comisario”) ha llegado a publicarlas, y eso fue el año pasado, en su disco “Pequeña”, y recurriendo, por supuesto, a la autoedición. Lo cual se agradece especialmente, porque supone por su parte un fuerte compromiso con esas canciones. Pero ese grado de implicación es muy poco frecuente. Así que no voy a quedarme a la espera del intérprete que lleve mi canción por el mundo. Más bien se trata de seguir grabando discos con las herramientas que tengo a mano, con mi voz y mis propios recursos y continuar así construyendo un repertorio, que es al fin y al cabo, mi pequeña obra.
Qué pasa con el directo? ¿Vas a montar una banda y patearte los garitos, o ya no tienes el cuerpo y las ganas para eso?
Las ganas sí las tengo, lo que no tengo es el cuerpo (risas). La verdad es que, aunque no estoy en las mejores condiciones para echarme a la carretera, sí me gustaría aprovechar el impulso del disco y el hecho de tener una buena banda a mis espaldas, formada por Raquel Moncho (batería), Ana Moncho (bajo), Sergio Serra (teclados), Charlie Colas (guitarra), y Gema García, Mireia Gascón y Mónica Zamora (coros), para mantener, al menos, esa tensión de tocar de vez en cuando y darle vuelo a unas canciones que lo merecen.
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