Ariel Rot dinamita Madrid

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Ariel Rot dinamita MadridAriel Rot
4 de junio de 2009
Sala Joy Eslava, Madrid

Texto: JUANJO ORDÁS.
Foto: RAIMUNDO RUIZ.

Hacia tiempo que Ariel Rot no se presentaba bajo su propio nombre en directo, habiendo estado ocupado durante todo el último año con el regreso a los escenarios de Tequila. No soy de los  que se mostraron entusiasmados con la resurrección de la legendaria banda, cuyas canciones siguen estando vigentes pero que no hacen sino alejar al músico de la madurez adquirida durante su carrera en solitario. En cualquiera de los casos, Rot se ha ganado el derecho a hacer lo que le venga en gana con su carrera, sus inmensos discos en solitario y su experiencia le avalan en cualquier aventura musical que quiera emprender, dando por sentada la calidad.

No obstante, el concierto en la madrileña sala Joy Eslava sirvió de reencuentro con su trayectoria en solitario, que se reactivará a finales de año, grabación de nuevo disco en octubre incluida. Hay ganas de volver a escuchar canciones nuevas a manos del mejor guitarrista del rock español, aunque a nivel vocal –dentro de los parámetros del rock y la canción pop– también da la talla de sobra, aportando su personal garganta a un repertorio de categoría que sus fans deseamos que siga creciendo.

La Joy Eslava registró una muy buena entrada (¡y estamos hablando de un jueves!), con un público fiel, con ganas de arropar a Ariel y a su banda, esta vez compuesta por el gran Toni Jurado a la batería, Osvi Greco a la guitarra rítmica, Mac Hernández al bajo y Luca Frascca a los teclados. Buena formación para el ritual que su líder inició y finalizó con convicción, seguridad en sí mismo y carisma, mucho carisma. Rot sabe cómo conquistar al público desde antes de que suene el primer acorde, con una mezcla de simpatía y autoridad que solo él es capaz de conseguir.

El inicio con el “Vals de los recuerdos” dejaba claras dos cosas, que Ariel se encontraba en plena forma y que el repertorio había sido renovados respecto a su último tour, con novedades como la recuperación de “Bruma en la Castellana” y “Colgado de la luna”, canciones que hacía tiempo no se dejaban escuchar cuando son de lo mejor de su repertorio, aunque también caerían clásicos de sus etapas grupales como “Dulce condena”, “La milonga del marinero y el capitán” o el medley de Tequila. El concierto se dividió en tres partes, dos de puro rock and roll con un intermedio entre acústico e intimista. Fue durante ese tramo desacelerado durante el cual sonaron “Mucho mejor” en su versión tango, “Eche veinte centavos en la ranura” (otra novedad) y “Madrid”, de Andy Chango, con el autor acompañando a Rot al piano y a las voces. Fue curioso contemplar a Chango bastante más comedido de lo habitual, no apagado pero sí sereno.

Durante la segunda parte del concierto, con la electricidad de nuevo tomando el control de la ceremonia y con Rot pletórico de fuerzas, entraron en escena los otros dos invitados estrella, Rubén Pozo (Pereza) y Jaime Urrutia, que se unieron a Ariel para acometer una bonita versión conjunta del “Cuatro rosas” de Gabinete Caligari. Después Rubén regresaría para “Baile de ilusiones” y Urrutia haría lo mismo para dar lo mejor en una colosal “Adiós mundo cruel”. Pero el protagonista era quien era, y es que Ariel sobre el escenario es todo un espectáculo, siendo un guitarrista capaz de entrenter con su técnica, ¡algo que muy pocos pueden decir! Y es que se puede dominar el instrumento y aburrir ferozmente a la audiencia, pero con Rot eso no ocurre, por la sencilla razón de que no solo es un vistoso, sino un “songwriter”, un escritor de canciones que busca lo que el tema precisa, al margen de maniobras sobre el mástil. Como cantante, además, hace años que domina la tarea, lo cual unido a sus brillantes canciones hacen del concierto algo sensacional.

Muy buena noche, sin duda, de pura dinamita, aunque ya puestos aprovechamos para pedirle a Ariel que en su próxima gira rescate canciones como “Al amanecer”, “Sin saber que decir” o “Una casa con tres balcones”… Y es que acumula un cancionero tan rico, emocionante e impresionante que podría tocar durante horas y horas sin aburrir a nadie.

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