Operación Rescate: Kula Shaker

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Operación Rescate: Kula Shaker

Kula Shaker
K
SONY, 1996

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Dentro de la inmensa amalgama de sonidos que supuso el brit-pop de los años noventa, hubo una banda que se diferenciaba de todas las demás. Tenían mejores canciones, más base, manejaban mejores referencias musicales. Sin embargo jamás llegaron al público masivo. Corría 1996 y Kula Shaker editaban K, un debut de trece canciones y colorista portada dibujada por el artista de comic Dave Gibbons (sí, el dibujante de Watchmen). De hecho, ya desde su cubierta se podía apreciar que la influencia hindú se iba a sentir con fuerza. ¡Y así era!.

K se abría con el que quizá es el mejor tema que la banda compusiera jamás, una bomba de relojería en forma de single denominada “Hey dude”,  que disfrutaba de varias bazas que se repetirían a lo largo de la escucha total del disco. Esto es, una producción cristalina y unas estrofas que anticipaban inspirados puentes que desembocaban en estribillos de perfecto pop. Todo ello, eso sí, arropado por una instrumentación que vendría a ser lo más parecido a un choque entre George Harrison y Deep Purple (no en vano también grabaron una versión del “Hush” de Joe South). La idea no era construir la canción en torno a un único estribillo tarareable, sino encadenar melodías con gancho, un arte que se les daba francamente bien.

Los teclados corrían, las seis cuerdas bailaban sin estridencias y su vocalista –y también guitarra– Crispian Mills quebraba su garganta como si se tratara de un colono británico fagocitado por la mística del Ganges en un trip psicodélico de ida y vuelta, como ocurre en la comercial “Temple of everlasting light” o en la compleja “Govinda”, donde la pulsación del bajista Alonza Beva llena de color una pieza cósmica. Y todo con el mérito de que nunca se les iba mano en divagaciones, suponemos que las raíces pop ayudaron lo suyo. Los 60 y los 70 renacían con los bríos propios de la actualidad, en un intento por buscar la personalidad propia en el imaginario del Sargent Pepper Lonely Heart’s Club Band y en los surcos del Made in Japan, con acierto (excelente “Knight in town”). La conjunción de ambos universos era fácil de adivinar, pero el batido final era entretenido, mucho más que nutritivo pero efectivo. Incluso cuando “Magic theatre” dividía a modo de bisagra  el disco en dos partes, uno se veía forzado a pensar en el negro vinilo.

No se trataba de un disco perfecto, de hecho la segunda parte es menos memorable que la primera. En ella se encontraba un tema  guitarrero y brutal como “Grateful when you’re dead” (que unido a “Jerry was there” conformaba una mini-suite en la que se aprecia un homenaje a Jerry García y sus Grateful Dead), aunque  el ritmo aflojaba con un simple entremés como “Sleeping Jiva” y las aburridas “Into the deep” y “Hollow man”. No obstante, se trata únicamente de tres temas. Temas que palidecían frente a otros bastante más inspirados y que también formaban parte de la segunda mitad, como “Tattva”, la deliciosa y grisácea “Start all over” y la poppie “303”, con buenos desarrollos de guitarra eléctrica (muy buen guitarrista Mills) y órgano Hammond.

Kula Shaker viviría un disco más antes de disolverse para regresar en 2007, al calor de la ola de retornos que se llevan sucediendo desde hace diez años. Si uno desea introducirse en el particular universo del cuarteto, nada mejor que este debut. Si gusta, su segundo disco (Peasants, pigs and astronauts) también era un trabajo notable, aunque ese lo reservamos para otra ocasión.

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