Para grabar parte de su segundo disco, Corazones raros, Chema Vargas se fue hasta Circo Beat, el estudio bonaerense de Fito Páez. Allí grabó bajo la dirección de Guido Nisenson y contó con colaboraciones de Gringui Herrera y Ciro Fogliatta, entre otros músicos del rock argentino.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Se ha definido a Corazones raros como un disco español de rock argentino. ¿Cómo entra Chema Vargas en contacto con el rock argentino? ¿Mediante qué artistas, qué discos?
Cuando era niño, la primera referencia que tuve de rock en español fue Tequila. Creo que esos primeros sonidos se quedaron en mí de una manera perpetua. Luego vino Calamaro y en todas esas formaciones que fueron apareciendo siempre estaba presente la guitarra de Ariel Rot o las composiciones de Makaroff. Por supuesto también el gran Fito Páez, o gente como Ruby y los Casinos. De una manera u otra, esa luz especial del buen hacer argentino ha estado presente en mis oídos.
¿Cómo enfocaste la unión entre el rock argentino y el español? ¿Tenías algún modelo claro a seguir?
Creo que no seguí ningún modelo, al menos conscientemente. A la hora de componer lo hago de dentro hacia fuera, sin pretender más que contar mi propio mundo. Eso no quita que musicalmente se noten mis influencias, cosa que me parece normal, justo y necesario.
Se trata de un disco de sonido lujoso. En la era de internet y las descargas de música, ¿merece la pena el esfuerzo?
Claro que merece la pena. Merece la pena hacer que un tema crezca con una buena interpretación, con unos buenos músicos apoyando, con una buena producción. Y que todo ese trabajo florezca con un buen sonido. La verdad es que el hecho de que la gente lo oiga en soportes tan pobres es cosa que no me debe preocupar; de la misma manera que al tipo que destila un Chivas de calidad no le debe preocupar que haya elementos que lo mezclen con Cocacola.
¿Cuál es la materia prima en la que te basas a la hora de crear una canción?
La propia vida, el mundo con el que me mezclo y del que trato de aprender cada día. La gente, las calles, todo está lleno de canciones. Luego cada compositor es un filtro y una coctelera diferente para expresar lo que ocurre alrededor.
¿Cuál dirías que es la característica esencial de tu sonido?
Yo trato de hacer música de una manera sincera, sin pensar en imprimir un sello personal desde el principio. Eso creo que viene después y por supuesto corresponde a otros el etiquetado. Creo que lo característico de mi trabajo está en que Chema Vargas tiene su manera de mirar el mundo y su forma de contarlo.
En un mundo de inmediatez, ¿son las letras la última esperanza de la canción?
Las letras son fundamentales de por sí. Una frase puede convertirse en algo muy importante para una persona. Tanto, que puede acompañarla toda la vida. Pero igual pasa con la música. Pienso que el verdadero compositor no busca hacer canciones de usar y tirar.
¿Cómo fue la experiencia de grabar en los míticos estudios Circo Beat?
Un verdadero lujo. Fue poder trabajar en las mejores condiciones. Con unos músicos y unos técnicos impresionantes, con tiempo para ensayar y para dejar cada cosa en su sitio. Comíamos y cenábamos allí y hacíamos jornadas maratonianas. Eso me unió a los músicos como si fuéramos una banda. De hecho mantenemos el contacto y no descarto que en algún momento repitamos la experiencia. Creo que todo eso de alguna manera se nota en el resultado.
Has grabado con leyendas del rock argentino. ¿Qué sentiste?
Una profunda emoción. Estar al lado de gente tan grande que, además, está trabajando y poniendo todo su buen hacer y su cariño en un proyecto tuyo, te puedes imaginar lo que supone. Grandes músicos y a la vez grandes personas.
¿Con qué músico tuviste más afinidad en el estudio de grabación?
Creo que Gringui (Herrera), el genial Gringui. Un rockero de los pies a la cabeza. Y un tipo de los que se cuentan con los dedos de una mano.
Con la llegada de las grabaciones domésticas, ¿se está llegando a la extinción de los grandes estudios?
Espero que no. Hay muchos grandes profesionales y gente de talento que han hecho grande el nombre de un estudio. Además creo que es fundamental para un artista tener cerca ese personaje del productor. Alguien imprescindible, o por lo menos necesario, para darte esa segunda visión que necesita toda obra antes de ver la luz.
Sabemos que mantienes una estrecha relación con Antonio Vega. ¿Cómo os conocisteis, seguís en contacto?
Nos conocimos a través de Alberto Zapata, gran guitarrista que tenemos en común. Antonio me ayudó y me enseñó muchísimo. Fue una suerte haber caminado tan cerca de este genio. Hoy ya no tenemos las mismas oportunidades de compartir el tiempo. Pero sé que en cualquier ocasión ambos estaremos encantados de encontrarnos y de contarnos cosas. Antonio es alguien muy grande como músico y como persona.
El diseño gráfico de Corazones raros es realmente vistoso. ¿Supervisas hasta el más mínimo detalle?
El diseño y el concepto es mío. Se puede decir que es una producción casera, porque al final todo queda en casa. Por supuesto considero que la imagen de un disco es fundamental, y en este caso creo que hemos acertado en esa imagen, ese símbolo de reproducir el alma de un “bicho raro” a través de una silueta de espaldas con un ramo de rosas azules. Se puede decir que ese es Chema Vargas en el momento en que escribió este disco.
¿Cuáles son tus planes de gira?
Aprovechar la ocasión para acercarme a la gente que, poca o mucha, disfrute y se sienta parte de verdad, de ese mundo extraño que se encierra en Corazones raros. Allí estaremos para saludar a viejos y nuevos amigos. Todos ellos serán bienvenidos.