Por azares del destino, Robin Williamson, uno de los genios del folk-rock y ex componente de la Incredible String Band, regresa a la escena discográfica con un álbum grabado y editado en Lérida. En este artículo, se narra tan peculiar historia mientras se analizan los sonidos registrados en Just like the river and other songs with guitar, que así se llama esta nueva obra del músico escocés.
Texto: JAVIER DE CASTRO.
Foto: HERMINIA SIRVENT.
Que la Incredible String Band fue una de las formaciones más originales de la era psicodélica es, hoy por hoy, una constatación mayoritariamente aceptada. Pioneros del mestizaje y creadores de una modalidad de folk-rock de acústicas lisérgicas y experimentales, aquella banda liderada por los escoceses Robin Williamson y Mike Heron y en su época fundacional, concretada junto a Clive Palmer, se mantiene aún en estos días en nuestra memoria como uno de los mitos más singulares de la música popular del siglo XX.
Su disgregación en 1974 propició el inicio de sendas carreras en solitario de todos sus miembros bajo nuevos planteamientos en los que la magia bizarra, que tan maravillosamente emanaba de la banda, dejó de apostar fuerte. Nuevos caminos bifurcados: Palmer desapareció súbitamente del mapa; Heron con cierta fortuna comercial decidió decantarse hacia un rock electrificado y contundente; Williamson, por su parte, optando más por la voz y el arpa céltica como instrumentos principales, se ocupaba de recuperar las sonoridades de la gran tradición de los druidas y de los magos, arrancando una extensa discografía en solitario, necesaria e intensa, y donde su gran potencial como cantautor –a pesar de no haber abandonado nunca totalmente el formato de banda–, quedaba levemente a la sombra de una, sin embargo, valiosa faceta de recuperador y renovador de la tradición musical británica.
Pese a que durante años Williamson asumió la función de gran bardo contemporáneo, un sorprendentemente numeroso núcleo de seguidores, fanáticos absolutos suyos, manifestaba su añoranza por una nueva entrega discográfica en la que el orondo escocés recuperase como antaño la guitarra acústica como acompañamiento principal a su voz de juglar medieval y que la fuerza de sus canciones fuese el hilo conductor de un disco con suficiente concepto pero sin huir de su habitual carga poética.
Just like the river and other songs with guitar empezó a coger forma cuando durante el verano de 2007 el productor leridano Josep Ramon Jové –que fue manager de la reagrupada String Band de principios de la década y que aún hoy, lo sigue siendo del propio Williamson– habló con el escocés para proponerle que hiciera aquel disco tan esperado, para su propia compañía discográfica, el sello leridano Quadrant Records, que ya contaba en su fondo de catálogo con material de la propia String Band y también de Mike Heron en solitario. Williamson quiso meditar un poco sobre la propuesta aunque su respuesta no tardó en llegar y, para alegría de propios y extraños, fue rotundamente afirmativa.
LA NUEVA OBRA
Ese nuevo álbum, se registró los días 14, 15 y 16 de diciembre de 2007 en Crazy House, un estudio tranquilo y muy acogedor situado en un paraje perdido y amable de la huerta leridana. Con Xavi Roma (ex Rosas Rojas y líder de los actuales Crazy Notes) en la ingeniería de sonido apoyado por Tonet Rufié otro experimentado especialista local en técnicas de grabación, les sesiones fueron muy fluidas y relajadas. En ellas, el artista ejerció de multiinstrumentista acompañando su voz y su guitarra con una armónica, diversos órganos, un bombo y otros elementos sencillos de percusión destinados a enriquecer, sobre todo, a la psicodélica “Song for Bina” que cierra brillantemente el disco y que ilustra, como en la mayoría de los tracks, su enorme maestría instrumental.
Además de la dulzura y suavidad de canciones como “Take a heed of me sometime”, “When first to this country” o “The man in the van”, las interpretaciones que ofrece Robin Williamson constituyen una simbiosis interpretativa majestuosa y que debería considerarse en bastantes pasajes de esta obra hasta alquímica. Me refiero al empleo espectacular de formas y elementos absolutamente infrecuentes hoy en día como la asociación épica que una voz y entonaciones, singulares como las suyas, describen al fundirse en los sutiles acompañamientos acústicos de cortes espléndidos como “Through the horned clouds”, “The silence between the words”, “Jordan is a hard road” o el que dota de título al álbum. Todo ello en aras de alcanzar una pasión interpretativa –que se me antoja– de una teatralidad sublime y poco común para los tiempos que corren. Las doce canciones que nutren en total el repertorio escogido, van desde títulos de reciente cuño compositivo a revisiones muy actualizadas de temas antiguos (“Down in Cupid’s Garden”, ”Matt Groves and Lady Barnard”) junto a dos versiones catalogables de absoluta antología: “Wild horses” y “Absolutely sweet Marie”. La primera, composición de aire naíf que Jagger y Richards pergeñaron con la ayuda del malogrado Gram Parsons y cuya elección en esta ocasión, por lo atípico, parece extraordinaria para el universo personal que Williamson siempre ha representado; la segunda, por su parte, obra aparentemente menor que el maestro Dylan incluyó en su histórico Blonde on blonde de 1966, que recuperada en esta reciente adaptación adquiere, cuarenta años más tarde del estreno del original, tintes de sugerente rara avis. Este par de gemas y todo lo anterior, aparece escrito por un sonido global excepcional, límpido y cristalino que ha logrado recoger el ambiente íntimo y en ocasiones sobrecogedor de los grandes álbumes de la historia de este género.
Debería destacarse, finalmente, que durante la escucha antes de la masterización del material grabado –el 90 % del cual nunca había sido registrado antes por Robin– se propició la decisión por parte del productor de que, al margen de la obligada edición en soporte de disco compacto, habitual para la distribución comercial estándar, el resultado artístico obtenido se merecía un tiraje suplementario de esos que los discófilos empedernidos aprecian aún más. Es decir, un esplendoroso plástico de 180 gramos que sin duda hará las delicias de los coleccionistas más puristas que, en el caso del folk, son auténticos fanáticos del soporte vinílico. Si a ello añadimos el magnífico concepto gráfico aplicado a la carpeta desplegable y las evocadoras y atmosféricas fotografías de Herminia Sirvent que la ilustran, la única conclusión que puede extraerse del análisis en conjunto del disco, es que se trata de la obra de un artista que, pese a su innegable veteranía, se encuentra en un estado de forma y facultades absolutamente envidiables.
Just like the river and other songs with guitar está editado por Quadrant Records.