Una sección de ADRIAN VOGEL.
El otoño está aquí y por tanto pasó la época de los grandes festivales. Haciendo un repaso a vista de pájaro (o a vista de “vogel”) me quedan claras algunas cosas. Que intentaré desgranar a continuación.
La accesibilidad y portabilidad de la música “enlatada” ha significado una merma en la calidad de reproducción del sonido. Y en algunos casos también en las fuentes de origen: las grabaciones. Esto no parece importarle a la gente joven de hoy en día. Quienes prefieren la cantidad sobre la calidad. Y también, y esto sí que me parece relevante, la posibilidad de elegir y seleccionar las canciones que les gustan. Lo cual implica un cambio importante en sus fidelidades a la hora de escuchar música. En su A&R personal ahora prima la R, de repertorio, sobre la A, de artistas. A quienes se mantienen fieles en sus apariciones en festivales, donde además encuentran la oportunidad de reunirse con sus iguales.
¿Pero qué ha pasado este verano? Podríamos decir que los grandes triunfadores han sido los veteranos. ¿Qué entiendo por veteranos? A todos aquellos que han sobrepasado la edad límite de supervivencia. Esos 33 años que Mick Jagger fijó como edad de retiro, a principios de los 70. Y que tuvo continuidad en los títulos de dos álbumes Too old to rock ‘n’ roll: Too young to die (“Demasiado viejo para el R&R: Demasiado joven para morir”) de Jethro Tull (1976) y el Los viejos rockeros nunca mueren de Miguel Ríos (1979), que es el que está marcando la tendencia hoy en día.
Porque repasando carteles, la lista es apabullante. A los cuarentones que siguen en activo tenemos que sumar a aquellos que se han vuelto a reunir o han decidido abandonar sus cuarteles de invierno. Cito un puñado de ejemplos: Tequila, Calamaro, Nacha Pop, Iggy Pop y los Stooges, Chuck Berry, Tom Waits, Bob Dylan, Neil Young, Bruce Springsteen, Lou Reed, The Police, Blondie, Leonard Cohen, Sex Pistols, Patti Smith, Burning, Enrique Morente [en la foto] y Lagartija Nick. Y en estos dos últimos quisiera detenerme un instante:
Han rescatado su proyecto Omega, de 1996. Y al igual que Lou Reed con Berlin (1973) que lo presentó por primera vez en directo en 2006, Morente y Lagartija Nick han realizado actuaciones muy escogidas. Y leyendo El País del pasado jueves, Xavi Sancho en su “Tócalo otra vez, pero que sea de principio a fin” nos cuenta que esta tendencia ya es moda. Tuvo su origen en el festival ATP (las iniciales del tema “All Tomorrow’s Parties” de la Velvet Underground) y su creador lanzó posteriormente los conciertos Don’t look back. La formula llegó a España de la mano del Primavera Sound.
Repasando las críticas de los festivales del verano, hay unanimidad en que los triunfadores se encuentran entre un puñado de artistas que son Neil Young, Springsteen, The Police, Dylan y Leonard Cohen (sin olvidar la reunión de los Jayhawks). Es más, nuestros hermanos del Rockdeluxe en su último número dicen que la foto de Morente y Cohen es la imagen del FIB, uno de los templos de la modernidad. Un pequeño inciso: al igual que en una entrada anterior les daba “un meneíto” por su escaso apoyo a la música española en un ejemplar concreto, en este caso alabo su ultima portada (El Guincho), así como su informe sobre el nuevo indie nacional (primera parte) y el CD conmemorando los 25 años de la discográfica independiente Munster. Es decir, lo nuestro, tanto artistas como emprendedores.
¿Qué está sucediendo para que la nostalgia se lo esté llevando crudo? Ya sabemos aquello de quien tuvo retuvo. ¿Pero a estos niveles? ¿Hemos perdido la capacidad de riesgo? Al menos la han perdido las discográficas, que ante el “acoso” –y el descenso en ventas producido como consecuencia– restringen presupuestos y apuestan sobre seguro. Que casi nunca suele ser la mejor música (cumpliéndose los pronósticos de algunos a quienes nos consideraban agoreros). La gente ha encontrado nuevas formulas –y más económicas– para conocer nuevos sonidos. Pero estas nuevas formas de exposición no alcanzan masa crítica. Lo cual dificulta su conocimiento y difusión. Siendo los directos, como siempre, la mejor forma de conocer la valía real de los nuevos aspirantes al Olimpo. Mientras que los promotores y organizadores de conciertos y festivales, apostando sobre seguro, pujan por los grandes nombres. Aquellos que atraen al público, a los políticos en el poder y a los patrocinadores. Elevando el precio de las entradas. Cuadrando este círculo vicioso en el que estamos sin encontrar la salida…
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