El archivo de los sentimientos, de Peter Stamm

Autor:

LIBROS

«Una historia de pasiones e imaginación en la voz de un curioso documentalista»

 

Peter Stamm
El archivo de los sentimientos
ACANTILADO, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Peter Stamm goza, de momento, de dos etapas en su vida. La primera, de estudios —Filología, Psicología e Informática— y viajes, y la segunda, desde 1990, dedicada a la literatura y a colaboraciones en prensa, radio y televisión. Hace tres años publicó, dentro de una producción que ya empieza a ser abundante, El archivo de los sentimientos, una historia de pasiones e imaginación en la voz de un curioso documentalista.

La historia comienza con una extensa descripción, un plano secuencia, de uno de sus paseos a orillas de un río. De hecho, en toda la novela parece no salir de ese paseo y da la impresión de que todo sucede en su cabeza. Es un tiempo interno más de chicle que proustiano, en el que de vez en cuando vuelve a masticar, y aparecen y desaparecen sus recuerdos. La descripción del entorno es sensorial y está bien trazada, se percibe el ulular del viento, los trenes que pasan a lo lejos, la circulación de los coches.

Este narrador ha renunciado a casi todo. Apenas sale de casa, compra a última hora por internet, rechaza la vida social… Pero hay una cosa que lo llena sobremanera. Al expulsarle de su antiguo empleo, se llevó a casa el archivo en papel de la empresa, que ya estaba digitalizado, y entre sus carpetas atesora una, dos kilos largos, en la que guarda documentos de Franziska, una antigua compañera de pupitre que ahora se hace llamar Fabienne y es una cantante de éxito.

Empezamos a conocer cómo es el narrador sin nombre, obsesionado por contar, ordenar, clasificar y por los recuerdos de la infancia. Quizás también muy imaginativo. Vive en la casa que heredó de su madre y no quiere que nada cambie. Simplemente habita con sus recuerdos. Los de una Franziska a la que él esperaba cuando ella dejaba a sus novios y a la que vio en sus primeros conciertos en pequeños escenarios porque siempre la acompañaba. Un momento de pequeña intimidad surgió la única vez que compartieron la habitación de un hotel de la Selva Negra.

Son historias que, años después, el narrador no sabe interpretar. Veladas por el tiempo, no se llega a conocer hasta qué punto llega a actuar la fantasía y hasta qué punto la realidad se ha anclado en el marco de la narración, que parece que vuelve a centrarse —no demasiado— cuando consigue el correo electrónico de su antigua compañera, que contesta y expone su voluntad de verlo. Treinta años después.

Sigue quedando todo en el limbo de lo efímero. El narrador imagina el encuentro, incluso acude a la dirección que le ha dado Franziska, pero no llega a entrar. Hay conversaciones telefónicas, sueños con ella y viajes a la casa para disculparse. Y algo más real: una amiga de Franziska, Anita, con la que la relación sí que va a ser real y muy real.

Peter Stamm disecciona en esta novela los códigos de la novela sentimental. Los lleva a veces al extremo y otras veces los trata con humor. Es un maravilloso retrato de la juventud y una obra con una maestría sublime en su tono, que en mitad de una reflexión da detalles de ambiente que acrecientan o tensionan el clima. Tiene mucho de bildungsroman y mucho de novela romántica alemana, también mucho de frase corta, de esas que despiertan la melancolía a la manera de Modiano. Tiene mucho de vida y mucho de ficción, justo lo que se le debe pedir a una buena novela.

Crítica anterior: Fuera de combate, de Raúl Núñez.

Artículos relacionados