DISCOS
«Un disco lleno de energía, de inmensa sensación de costumbrismo, de pilas que nos rehacen»
Vecinos
Junta extraordinaria
MONT VENTOUX, 2024
Texto: CÉSAR PRIETO.
Hubo una serie australiana en los ochenta que tuvo poca presencia en España a pesar de ser una de la de las de más larga duración de la historia y crear toda una mitología: Vecinos. En ella se estrenaron Kylie Minogue, Jason Donovan o Paula Abdul, y abrieron sus vidas los residentes del suburbio Ramsay Street, una calle corta que consta de seis casas rodeadas por escuelas hospitales, talleres, hoteles, tiendas bares, gimnasios…
Hay un grupo que se ha apropiado de este nombre, aunque después sus canciones no reflejen las coordenadas de la serie y se centren un costumbrismo barcelonés, ciudad en la que residen los componentes del grupo y en la que han ido publicando diversos epés que ahora se recogen en esta puesta de largo con formato de álbum. La historia es más sencilla, Martín e Isma, los fundadores, solían cruzarse en el rellano de su portal con las guitarras a cuestas y decidieron formar una banda, así que buscaron bajo y batería y los encontraron de la misma manera que encontraron conciertos y un estilo entre el punk, el garaje, algo de pop —en “Paga y señal” el pop se derrama por todas las costuras— y unas letras costumbristas que utilizan la ironía como arma.
Desde la primera canción se precisan a las claras estas coordenadas. En “Ya verás, ya” está todo el espíritu del punk pop, desde Los Nikis —“Operación de miopía” es muy afín al grupo de Algete, con su sarcasmo de novia que ve bien y lo deja— hasta ellos mismos, pasando por toda una cohorte de grupos que no han tenido trascendencia más que en su círculo —Los Mejías. F.A.N.T.A y miles más, que es estilo se da fértil en España—, pero enormemente disfrutables. Energía a raudales, más que una tormenta de veinte mil rayos.
A partir de este momento, todo va a cien por hora. “Valerón Tristan” recuerda la delantera mítica del Deportivo de La Coruña, frente a un amor que se va, un sentimiento que terminó. “Tatuajes Cicatrices” aborda las amistades y las angustias con unas guitarras llenas de fuerza y voces que se van intercambiando en un retrato generacional como el que despunta en “Patinete eléctrico”—el nombre lo dice todo—, en el que apuntan bebidas raras, modernidad sin remisión, pisos en los que los vecinos denuncian ruidos y un Gymn.
Ello lleva, evidentemente, a un lenguaje que roza el argot y que hace que el costumbrismo sea juvenil con guitarras duras y melodías adictivas como las de “No hay ventas”. Y costumbrista es también “Fisiocrem”, el nombre de una pomada contra el dolor de articulaciones y músculos con unas guitarras que, al contrario del efecto de la pomada, los ponen en tensión.
En ocasiones, el disco es político. Sobre todo en “Ministro de interior”, las fantasías que proyectan sobre qué harían si llegasen al cargo. También lo es, en parte, “Tanto poder”, que critica la prepotencia, la falta de sensibilidad de quienes parecen no tener problemas. Y plantea un problema —con guitarras a la máxima potencia— que quizá sea el problema y siempre se pasa por alto: ¿Cómo es que hay gente con una capacidad económica tan grande, con tanto poder?
Poco más hay en el disco, aunque la que se aparta de sus coordenadas fundamentales es “Lo que sé de ti”, por su principio —un tanto más oscuro—, en la transición al post punk, pero cuando la batería se meta a piñón vuelve la rabia y las inmensas cascadas de guitarras que cruzan un disco lleno de energía, de inmensa sensación de costumbrismo, de pilas que nos rehacen.
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Anterior crítica de discos: 100% Sahara guitar, de Etran De L’Aïr.