«Con este disco aprendí algo muy valioso: a superar mis miedos»
Aún seguimos embriagados por La materia, el inesperado primer disco íntegramente en castellano de Alondra Bentley, en el que se erige su voz con un discurso tan profundo como evocador. De ahí que acudamos a ella para invitarla a pasar por nuestra sección Punto de partida, para descubrir cuál fue el disco que le cambióla vida. Y ella escoge el Hounds of love de Kate Bush, una de sus artistas de cabecera, en la que encuentra muchas de las virtudes que ella misma ha volcado en su último trabajo, a nivel vocal, melódico y compositivo. En las próximas líneas, Alondra nos cuenta cómo este puñado de canciones de la británica le ayudó a afrontar el miedo.
Kate Bush
Hounds of love
EMI, 1985
Texto: ALONDRA BENTLEY / EFE EME.
Hounds of love es uno de los discos que más me obsesiona desde que era pequeña. Kate Bush es la compositora, letrista, intérprete y productora más libre y valiente de la música pop rock.
El vinilo que andaba por casa era de mi hermana mayor, compré mi propia copia años después en un puesto de discos de segunda mano en Ginebra.
La cosa es que de pequeña escuchar el disco completo me suponía un reto muy grande porque me aterrorizaba. Mi hermana mediana y yo teníamos un juego que consistía en tratar de escuchar el álbum entero sin salir corriendo de la habitación. La cara A me encantaba, pero la B me petrificaba por completo, “Under ice”, “Waking the witch” y “Watching you without me”, estas tres canciones iban seguidas y me provocaban puro terror. En la primera unos arreglos de cuerda solemnes anuncian la tragedia, un coro de voces empieza a avisar de que hay alguien atrapado bajo el hielo mientras Kate Bush pide socorro gritando «¡Soy yo!», y su grito se pierde en un fade out sin respuesta. La siguiente canción, “Waking the witch”, comienza con unos ruidos de radio y unas voces que tratan de despertar a alguien, se funden sonidos tétricos, una especie de psicofonía, voces demoniacas, campanas de iglesia, monjas que rezan, gritos inquietantes y un coro que grita la sentencia «¡Culpable! ¡Culpable!». Superada esta canción llegaba otra algo más ligera que describía un fantasma en el pasillo y en la que se escuchaba una voz estroboscópica siniestra.
Recuerdo una tarde noche que mi hermana en mitad de la escucha salió corriendo, cerró la puerta y me dejó a solas con el disco sonando en la habitación, pasé tanto miedo que no fui ni capaz de levantar la aguja del tocadiscos o darle al stop, me quedé inmóvil llorando de miedo.
Así fue como con este disco aprendí algo muy valioso: a superar mis miedos, aprendí con él que por mucho terror que sientas termina pasando, solo tienes que tratar de mantener la calma. Cada poco volvía a escucharlo y probaba mis límites. Es un disco que sigo escuchando con mucha frecuencia.
Las letras de Kate Bush tienen un halo mágico parecido a leer novelas fantásticas, de hecho de pequeña lo relacionaba con el universo de la trilogía de The Snow Spider de Jenny Nimmo, que también me inquietaba mucho; obviamente las letras de Kate Bush van más allá, son profundas y adultas, muy descriptivas, siempre hay naturaleza, paisajes, bosques, cielos, hielo, tormentas, mares turbulentos, creando un universo sensual y salvaje.
Las melodías son riquísimas, a nivel compositivo Kate Bush es excepcional y la producción de este disco no lo es menos, que por cierto también es suya, tratamientos de la voz muy inesperados, coros masculinos, femeninos, gritos, samples, texturas orgánicas, sintes, pianos clásicos, ritmos y percusiones tradicionales, ritmos electrónicos, todo lo menos obvio que se te ocurra convive aquí acompañado a una de las voces más increíbles a nivel técnico e interpretativo, nadie canta con el registro y la intrepidez de Kate Bush. Conclusión: en mi opinión es uno de los mejores discos que se han escrito.
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Anterior Punto de partida: Ire Díaz (Victorias) y Nino Bravo.