Fundamental, de Copiloto

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DISCOS

«Canciones potentes, deudoras de mucho del pop anterior, pero con una personalidad propia, sin dobleces, con auténtica naturalidad»

 

Copiloto
Fundamental
COPILOTO MÚSICA, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Lleva años el oscense Javier Almazán en esto de la música. Digamos que, por lo menos, veinte. Fue en 2004 cuando se mudó de su ciudad a Madrid y empezó a trabajar en algunas canciones que al año siguiente grabó de manera amateur y que le llevaron, en 2006, a dar algunos conciertos. Pronto llegaría el primer álbum que, roto el acuerdo con una discográfica, tomo él de la mano, buscó como productor a Paco Loco y se encargó después de grabarlo de ir distribuyendo las copias a mano.

Fue, finalmente, el sello zaragozano Grabaciones en el Mar quien plastificó este primer elepé oficial. Desde entonces han pasado muchos años y muchos discos, en los que hay una querencia natural por su tierra aragonesa, que se puede observar en las colaboraciones de este su reciente disco, que incluyen en muchas de las canciones a Juan Aguirre, de Amaral. Por ejemplo en “Tu cara cuando miras los aviones”, una preciosa descriptio puellae que trata de recuperar el asombro de una pareja cuando comenzaba su relación, cuando cualquier día y cualquier sorpresa eran un milagro.

También participa el componente de Amaral, junto a Nat Simons, de voz intensa —ya dimos cuenta en estas páginas de como su disco Felinas ponía la piel de gallina—, serpenteando entre los fondos de ritmo matemático y estribillo luminoso. Son revisitaciones, canciones que toman otro aire con estas colaboraciones. La de Ixeya, dúo acústico también aragonés, hace que “Ser un libro abierto” recoja ese aire con una sencilla guitarra y palabras también sencillas, de despedida, con el café del desayuno ya frío y la ruptura ya abierta. Copiloto se revela aquí como un proyecto íntimo y efectivo.

También acústica es “Fundamental”, con un inicio casi folkie, una sencilla visión de futuro que casi acaba el disco con propósitos que se resuelven en la canción que le sigue, la última del disco, “Se lo tengo que decir”, con la simpleza de seis cuerdas acústicas. Recoge el quinto corte, que antes había sido un derroche de guitarras eléctricas, con un optimismo sentimental casi de autoayuda. También acústica es “Ella dice”, pero algo más hispana, con vecindades de Falla o Albéniz y un ambiente de jardín íntimo y de perfecto diálogo entre las voces de Almazán e Irene Gómez.

Este carácter íntimo se percibe también en las letras. “Ya me conoces” es un autorretrato nada complaciente en las últimas horas de la noche, y “Crecer es matar a un niño” vuelve a las guitarras potentes que indagan en el final de la infancia y evidencia un mensaje: no la destierren del todo cuando se acaba. Guitarras, quizá no potentes pero sí blueseras, están en “Todo irá bien”, con los arreglos acompañando a la voz como un coro preciso, que prepara un futuro que se entiende esplendoroso.

Lo contrario de lo que avisa “Dotes innatas”, que abre un piano con notas graves y una guitarra que eleva armonías luminosas para explicar cómo estamos educados para tomar siempre la mala decisión, con la plantilla de batería empujando siempre la canción en un crescendo que bebe de los últimos discos de The Beatles.

En definitiva, canciones potentes, deudoras de mucho del pop anterior, pero con una personalidad propia, sin dobleces, con auténtica naturalidad.

Anterior crítica de discos: Wild god, de Nick Cave.

 

 

 

 

 

 

 

 

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