La juventud, de Kokoshca

Autor:

DISCOS

«La banda de Pamplona estira la juventud a base de pop fresco y ritmos bailables en su quinto trabajo de estudio»

 

Kokoshca
La juventud
SONIDO MUCHACHO, 2024

 

Texto: MARÍA CANET.

 

La juventud parece eterna en carnes de quién la posee. Dulce, rosada, se estira como un chicle infinito; algo a lo que no se quiere renunciar, aunque haya perdido la gracia, el sabor. Algo que se puede conservar en canciones como las de Kokoshca. El conjunto pamplonica formado por Amaia Tirapu (guitarra y voz), Iñaki López (guitarra y voz), Íñigo Andión (bajo) y Álex López (batería) acaba de publicar una oda a la jovialidad con La juventud (Sonido Muchacho, 2024), su quinto trabajo de estudio, grabado en La Mina, bajo la producción de Raúl Pérez (Pony Bravo).

En La juventud, realidad y diversión echan un pulso. El asfixiante ritmo de vida al que empuja el capitalismo, la esperanza (transformada en presión) depositada en los jóvenes como generadores de cambio y artífices de un futuro mejor, camufla un deseo adolescente: que la fiesta, el baile, no acaben. Al menos mientras el espíritu y el cuerpo aguanten.

La voz del expresidente de Uruguay, Pepe Mújica, entona una reflexión existencialista sobre la fugacidad de la vida, e incita, a modo de gurú, a darle «un contenido» entre vientos oscuros, percusión tribal y sintetizadores futuristas en “Tienes que saber esto”, convertido en el manifiesto de apertura del elepé. Un siniestro arranque que contrasta con el tema que da nombre al disco, “La juventud”, que con un contundente y noventero riff de guitarra y el empaste de voces de Iñaki López y Amaia Tirapu, mezcla de ingenuidad y despreocupación, apuesta por exprimir ese estado casi adolescente.

La voz de Amaia se robotiza para trazar un símil con la deshumanización inducida por la producción capitalista —«tanto trabajar/solo quiero salir de esta jaula y ponerme a volar»— en “Lo que hay en mí”. Una composición bipolar que deja ver quiénes somos realmente, a través de un estribillo liviano —«shalalala»— al que se llega mediante guitarras psicodélicas y unos teclados setenteros que recuerdan a los Rolling Stones del “Sympathy for the devil”, y quiénes fingimos ser de lunes a viernes.

Se renuncia al trabajo, pero no al amor. “Huella de ti” es un edulcorado y redondo ejercicio pop: un amor que no se olvida, alternancia de voces entre Iñaki y Amaia, guitarras pegadizas respaldadas por teclados vodevilescos, palmas y un fuzz que lleva directamente a The Jam. El brillo contrasta con la nebulosidad de “El verano”, corte etéreo que parece anunciar el final del verano, de la diversión y la irrupción de las responsabilidades con menciones al matrimonio y al Banco Santander. Sensación que generan el ruidismo de la melodía y languidez en la entonación que remite al célebre Donosti sound de finales de los noventa y a formaciones como La Buena Vida. Un impasse que se termina con “Parkour”, acelerado y pegadizo himno que aboga por salirse de la norma —«sé que no es el más recto, pero es mi camino»—con dardos a la gentrificación y al capitalismo «mientras tu ciudad se vende al turismo».

Una divertida ambigüedad planea sutilmente en “Mi barrio”: un traje sonoro aparentemente romántico se mezcla con la ácida ironía de la letra y la dimensión popular que conecta con las charangas o las orquestas de verano, especialmente a través de la contundente percusión a modo de tamborrada. De la raíz, a lo artificial, “Sácame a bailar” es el corte más electrónico con un ritmo machacón que invita al baile, ritual de evasión por excelencia, que termina con un recital poético donde Amaia proclama «nunca seré tan joven como hoy». Las luces de la discoteca se encienden y dejan al descubierto los problemas en “Nos pasa siempre”, letanía reggae con guiños a la cumbia, o la vulnerabilidad en “Es una suerte”, donde las voces de Iñaki y Amaia vuelven a unirse y reaparece la voz de Mújica. Solo queda afrontar la realidad: «se esfuma mi juventud, no temo envejecer». Mientras suene la música de Kokoshca, la juventud es infinita.

Anterior crítica de discos: Songs for a nervous planet, de Tears For Fears.

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