La materia, de Alondra Bentley

Autor:

DISCOS

«El disco goza de un equilibrio entre la vida terrenal y material y la parte espiritual que nos conecta con el universo»

 

Alondra Bentley
La materia
SONIDO MUCHACHO, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En este su reciente disco, Alondra Bentley ha cambiado muchas cosas respecto al anterior Solar system. Han pasado seis años y todo es una novedad: su nuevo sello, el hecho de apostar en todas las canciones del disco por el castellano —obviando el inglés, al fin y al cabo su lengua materna— y, sobre todo, el espíritu y el sonido de esas canciones. El espíritu, porque las letras —y las músicas— se han hecho más espirituales, y evito decir filosóficas. Han ganado en simbolismo y en apertura a reflexiones vitales. En cuanto al sonido, abandona ese folk dulce y de aire setentero, para abrazar arreglos más imaginativos y, en aparente paradoja, minimalistas. Lo que no ha cambiado es su registro de voz, que sigue embelesando, como una luz tibia y agradable.

Así pues, el disco goza de un equilibrio entre la vida terrenal y material y la parte espiritual que nos conecta con el universo. Se diría que el tema principal es la percepción de estos mundos. En “La materia”, uno de los dos singles, ahonda en la visión de la realidad, que despega en un ritmo trotón e imparable y con el regalo final de un solo de guitarra. El otro single, “Realismo mágico”, también tiene algo de hispanoamericano, de bossa, en la melodía y en el título, y como la anterior ahonda en la búsqueda de un lugar en el mundo, un equilibrio que aquí se basa en términos lingüísticos y en un guiño a Franco Battiato. “La corriente”, que abre el disco, tiene algo de andino y algo de oriental y, con la naturaleza siempre presente, defiende la voluntad de integrarse en ella, de ser paisaje, con unos coros que se funden con la canción como el río con la hierba.

También algo de oriental tiene “Siendo yo”, que aborda el tema del doble, de aquel que sigue sereno dentro de nosotros cuando nos angustiamos. O de aquel que cuando estamos serenos nos angustia. El ying y el yang, la vida y la muerte, que aparecen en su forma descarnada en “Marchar”, sobre la muerte de su madre, con mensajes de consuelo y melodías llenas de un swing casi infantil.

La cara B es la de la naturaleza, sus seis canciones dejan entrar ya de pleno en el disco paisajes mucho más amplios que germinan del todo en la última canción, “Bosque ancestral”. A la manera de las Vainica Doble de “El tigre del Guadarrama” cuentan con un toque gregoriano en los arreglos que potencia la espiritualidad. Es la última del disco, que acaba con el rumor de los instrumentos, casi temblando. Antes de eso, se ha desplegado otra afinidad con Vainica Doble, “Herida andante deambulante” y, como un sueño, ha emergido “Se esconde el sol pero no se apaga”, que recupera la esencia andina, pero de forma mucho más minimalista y que, al final, se transforma en un cruce entre lo tribal y las canciones de campamento. Y tribal, a par de delicada, también es “El amor has de elegir”, que pone enfrente la existencia y la esencia e incluye sonidos que vienen de su bebé. Sonidos orgánicos, humanos y sintetizadores se combinan, pues, para abarcar un universo musical completo.

Y ya, de manera extrema se construyen “Ya no quiero nada”, con percepciones que bordean con la alucinación, la falta de conexión con el espacio y el tiempo para pasar a entrar en eternidades y universos paralelos, y “Fugaz pero eterno”, donde el amor se convierte en fórmulas científicas, en narrativa de ciencia ficción, llena de música bamboleante.

Música, encanto y un corazón que se abre al mundo, al universo, es La materia, el disco en que Alondra Bentley recoge todo lo que le ha dado su hijo y el confinamiento en la pandemia. Pensar en quién somos y en quién queremos ser. Nada más fácil y nada más difícil.

Anterior crítica de discos: Moon music, de Coldplay.

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