Ya casi no me acuerdo, de Clara Morales

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LIBROS

«En los cuentos se percibe el hálito de la vida con toda su crudeza, pero también con toda su soberbia majestuosidad»

 

 

Clara Morales
Ya casi no me acuerdo
EDITORIAL TRÁNSITO, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Los cuentos de Ya casi no me acuerdo, que conforman el primer libro de la onubense Clara Morales, se basan muchas veces en sucesos reales. No en vano, ejerció muchos años el periodismo y estuvo atenta a la actualidad, aunque fuera en secciones de cultura. Lo que ocurre es que las cuestiones que abordan —variadas, desde problemáticas sociales a íntimas— están tocadas por la varita mágica de la buena literatura, del mimo artesano. Otra cosa en común: gran parte de los cuentos están situados en esos años del siglo XX que van desde los estertores del franquismo a la asunción plena de la democracia.

Cierto es que hay algunos relatos que cojean, no del todo bien resueltos, pero aquellos en los que consigue llegar al objetivo, a la meta final, clavando cada palabra donde debe ir, superan con creces el aprobado hasta llegar al diez. Es el caso de “Malo de lo suyo”, lleno de sutilidad y sugerencias. En las visitas a la abuela, los niños quieren ver a su tío Juanito, que no está para nadie (¿se adivinan maltratos…?). Algunos años antes, su tío los llevaba, siempre atildado y elegante, devoto de los perfumes, a un bar donde hablaba en secreto con otros hombres. Se sugiere una historia trágica detrás.

Algunos son muy líricos. Incluso su prosa, Dios me perdone, me ha recordado estampas de su paisano Juan Ramón Jiménez. Es el caso de “Nísperos dulces en invierno”, en que el lenguaje poético esconde una escena horrible. Trágico contraste. También en “Verbena”, una fiesta escolar para recoger fondos para el viaje de fin de curso, donde aparecen revestidos de oscuridad, los primeros e inocentes juegos sexuales. En ellos, importa más la atmósfera de las pequeñas estampas que la trama en sí.

En otras ocasiones, los problemas que trata son muy —demasiado— actuales. Es el caso de “A dónde me voy a ir yo”, que recoge cuestiones como la precariedad laboral, la especulación de la vivienda, la dependencia, la soledad de los mayores. Las cosas que importan a la sociedad. O “Sé el autor de tu propia vida”, donde, en unas sesiones de terapia, una mujer descubre abusos de su propio padre. Dentro de este grupo, aunque esté situado en 1977, se encuentra “Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”, que está basado en un multitudinario mitin de la CNT en Montjuic, el 2 de julio de 1977, donde empezaron a verse —sin temor a palizas policiales, las otras siguen existiendo— los primeros miembros del colectivo LGTBIQ+, antes de que se llamara así, claro.

También cercano a esa época es “La vida es una tómbola”, basada en la memoria de los detenidos y torturados durante el franquismo en la Dirección General de Policía, sita entonces en la Puerta del Sol.

Hay más temas en los trece cuentos, claro. Los españoles exiliados en los Estados Unidos tras la Guerra Civil, la patética y bellísima historia de amor que es “Jabón neutro”, donde el recuerdo perdura a través de los años. Cuando uno acaba la última página y cierra el libro percibe que en los cuentos que funcionan, que son muchos, el hálito de la vida se presenta en toda su crudeza, pero también en toda su soberbia majestuosidad.

Anterior crítica de libro: Primero estaba el mar, de Tomás González.

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