DISCOS
«Este hombre camina sobre el mapa, siguiendo la hoja de ruta que le indica qué tierra tendrá ahora su turno. Solo él lo sabe; Twanguero se ha vuelto salvaje»
Twanguero
Panamerica
COSMICA ARTIST 2024
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Diego García Twanguero llevaba haciendo las Américas –primero– en alma y –segundo– desde hace unos años en cuerpo. Con Panamerica (Cosmica Artist, 2024), su séptima entrega discográfica, Twanguero va de Tierra de Fuego hasta Río Grande. «Los Ángeles es como un mapa sonoro de las Américas. En esta ciudad puedes encontrar ese cruce que estoy persiguiendo. […] Me mudé aquí para experimentar esa visión de la música norteamericana y las raíces sudamericanas, latinas e hispánicas», cuenta el guitarrista.
Es un cocodrilo de la albufera a lo Django Reinhardt conociendo a Tito Puente. En Panamerica (coproducido en Culver City), las referencias han cruzado la frontera hacia el sur, recorriendo el trópico dirección al altiplano. Bien mirado, este disco podría ser la banda sonora de una road movie del Quentin Tarantino de los noventa. El ejemplo es “Rancho del olvido” con Mireya Ramos, que salió por los caminos buscando un hombro amigo. Canción para cuando toque bailar con la serpiente (esto se repetirá poco tiempo después en “Reguetwang”).
Si de algo no adolece Twanguero es de cómo interpretar la tradición. Explica el músico que Panamerica es «un viaje sonoro por las Américas, mezclando elementos nostálgicos con creatividad contemporánea. Se trata de honrar las tradiciones musicales mientras se abrazan nuevos sonidos e influencias». Ya en Carreteras secundarias, Vol. 2 (Casa Twang, 2022), su acercamiento a la música latinoamericana era algo más notable que en trabajos anteriores, más centrados en el norte del continente. Quizá en esa línea vaya el cuarenta por ciento del repertorio de Panamerica, empezando por “Danza de Acolita”, que de hecho es la encargada de abrir este elepé, cuya portada (obra de Dr Alderete) refleja el sentir tropical de la grabación, cargada de cócteles con “La Bikina”. Hay quien escuchando estas diez canciones se aplicaría un antimosquitos.
“Me gustas mucho” es para los que mueven los pies aún estando sentados. Canta la guitarra con tino, es la «voz» de una canción instrumental. Quien conozca la versión original (compuesta por Juan Gabriel y conocida por Rocío Dúrcal) canturreará de carrerilla esta ranchera.
Dice el autor de “Pupilas” que es una cumbia-western, «una canción de desamor con final positivo» que fue grabada en la pandemia, durante una sesión live con la banda al completo. «Tiene ese aire solitario del desierto, con imágenes y símbolos como el fuego, los ojos, la arena… Es lo que yo llamo cumbia reposada, o cumbia-western». En ella canta el mismo Twanguero. Nocturna, de guitarra acústica a la lumbre, cuenta con la compañía vocal de Alih Jey. «Hace años me enseñaron a confiar a creer / En mis noches aparen tus pupilas de fuego y miel…» Y cuando parece que la canción va a seguir por este tono, se suma la voz femenina y, poco después, la guitarra eléctrica y la percusión golpean de repente. Una pieza sensual. Parece que hasta se escuchan jadeos.
Sin saber cómo ni cuándo, Panamerica se pasa precisamente en un jadeo. Se ha consumido más de la mitad de este viaje de los corazones salvajes. “Fue tanto el amor”, la siguiente a “Pupilas” (posiblemente de las mejores del disco), pertenecería al grupo de «las lentas». Un alto en el camino, como “Rancho del olvido”, pero sin tanto tequila y con más slide (¿un pedal steel?). Solo eso: una paradita, pues con “La cumbia sin nombre” (seguramente hermanada con “Cumbia del Este” y “Cumbia del Oeste”, de tiempos pretéritos) se terciará el baile hasta que salga el sol de la mañana (remítase a “Rumba #2” para comparar).
La expatriación de los parranderos se acerca con “Exodus”, muy norteamericana (en su sentido sonoro). Pero es que así es como se cierran esta clase de discos, con nocturnidad y alevosía, con unas guitarras que de pesadas son manto de estrellas durmiendo al raso, en el bosque o en la selva (cerca de esto estaría “Fue tanto amor” algo más atrás).
Es este un repertorio de sudar. La decena de temas de Panamerica no desentonaría, repartida, en alguno de los anteriores trabajos de Twanguero, pero este hombre camina sobre el mapa, siguiendo la hoja de ruta que le indica qué tierra tendrá ahora su turno. Solo él lo sabe; Twanguero se ha vuelto salvaje.
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Anterior crítica de discos: Pájaros de desván, de Litus.