Podría dibujarte si quisiera, de Francisco Nixon

Autor:

DISCOS

«Una resolución que acaricia y regala tanto a los ojos como a los oídos»

 

Francisco Nixon
Podría dibujarte si quisiera

MADMUA RECORDS, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No necesita ninguna presentación la figura de Francisco Nixon, a pesar de que lleve siete años sin editar. Australian Blonde en los noventa, La Costa Brava en el nuevo milenio y sus discos en solitario a partir de 2009 son memoria viva de la música de este país, y cuentan con algunas de las canciones más elegantes y divertidas que se hayan hecho en él, ecuación difícil de lograr. Precisamente el prestigioso sello —con ediciones cuidadas y pulcras— que editó el anterior se encarga ahora de Podría dibujarte si quisiera.

Se trata de un breve epé, solo cuatro canciones, pero amplio en emoción. Francisco Nixos ha firmado himnos incontestables, como “Adoro a las pijas de mi ciudad” o “Erasmus borrachas”, pero en estos cuatro cortes despliega su lado más sensible para trasmitir el amor más sincero y más puro a su hija Elvira, con un par de canciones estremecedoras, de poner piel de gallina.

Los dos cortes restantes tienen otros objetivos. Recordar de nuevo sus aventuras con Sergio Algora, por ejemplo, como en el disco anterior, Normandía y Algora. Se trata de “Los reyes de Francia”, que evoca una al fin y al cabo triste anécdota. A Algora lo echaron de casa sin ropa y sin dinero, y fue a refugiarse a un bar que llamaban “del francés”, cuyo dueño le prestó enseres y billetes, obligado por su pertenencia a “Los Mosqueteros de la Guardia”, los sucesores de los tres mosqueteros famosos, y el respeto debido a su orden . Sergio juraba haber visto la medalla y los documentos que daban fe. Los arreglos para esta proclama de orgullo y dignidad son íntimos y preciosistas, con pequeños coros de la estirpe de los Beach Boys.

Comparte la cara A con “El verano de COU”, una de sus visiones costumbristas y nostálgicas, que aún es más básica que en el resto del epé, sostenida únicamente por una guitarra que guía a una bossa nova canónica. No hay mejor ritmo para evocar cómo se quedan en la piel las sensaciones del pasado y cómo cuando empieza a amanecer los sueños, huyen sin remedio.

Las dos canciones dedicadas a su hija ocupan la cara B, como si fueran —que lo son— más íntimas o pudorosas. “Podría dibujarte si quisiera” es una tonada folk, casi country, con una letra que gira alrededor de las sensaciones que le provoca su hija, en que cada instante queda grabado en el archivo más selecto de la memoria de padre. “Elvira” no está hecha para la ocasión, es una nana que le cantaba en la cuna, y que le intentaba trasmitir el mensaje optimista de que había que construir un mundo en el que la gente pudiera ser feliz. Para ello, amplía su campo de acordes y construye un sonido muy bucólico que acoge la calma que se precisa en estos mensajes de optimismo y confianza.

No se sabe qué admirar más del disco, si la belleza de las canciones o la del arte que ha ideado Óscar Sanmartín. En realidad, las dos cosas están trabadas es una resolución que acaricia y regala tanto a los ojos como a los oídos.

Anterior crítica de discos: Chorus, de Mildlife.

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