Nonetheless, de Pet Shop Boys

Autor:

DISCOS

«Son los Pet Shop Boys de siempre pero con ese plus de madurez que modulan ahora mejor que nunca»

 

Pet Shop Boys
Nonetheless

PARLOPHONE / X2, 2024

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Es fácil caer en la tentación de venirnos arriba y decir —como con los últimos Depeche Mode— que esto es lo mejor que han hecho Pet Shop Boys en lo que llevamos de siglo. Pero es que hay razones. No habrá otra dupla como ellos: cultos, populares, elegantes, cachondos, distinguidos, pegadizos, cosmopolitas, distantes y cercanos a la vez. Siguen siendo todo eso, pero es que, además ahora, han dado en el centro de la diana escogiendo a James Ford (Arctic Monkeys, Depeche Mode, Gorillaz) en la producción, tras tres discos con Stuart Price. Y lo han hecho de la forma menos previsible, más cerca de la fina lluvia de Behaviour (1990) que del chaparrón colorista de Very (1993), por citar dos cumbres reconocibles que sugieren consenso. Si nos lo dicen cuando éramos unos críos y les descubríamos viendo sus videoclips en Rockopop, hubiéramos flipado.

Aquí hay introversión, sensibilidad, nostalgia sin alcanfor. También exuberantes invitaciones al baile. Y un manojo de melodías brillantes. Son los Pet Shop Boys de siempre, pero con ese plus de madurez que modulan ahora mejor que nunca. Esa filigrana disco music que es “Loneliness” ya nos avisó: un corte a la altura de sus grandes clásicos. Hay más canciones para danzar con lágrimas en los ojos, como la sensacional “Why am I dancing?”. Otro par de pepinazos destinados a bullir bajo la bola de espejos como “Bullet for Narcissus”o “Dancing star”, que me recuerda al “Lucky star” de aquella Madonna recién salida de Danceteria. Una “New London boy” que recuerda a “West end girls”, con ese rapeado al servicio de una adolescencia marcada por el glam, Bowie y Roxy Music. Y, sobre todo, un puñado de medios tiempos extraordinarios, regidos por señoriales arreglos de cuerda, como “Feel”, “Love is the law”, “A new bohemia” (otro instantáneo clásico de sonoridad otoñal) o “The secret of happiness”, con cadencia cercana a la bossa nova. Tan solo “The schlager hit parade” desmerece (un poco) entre tanta excelencia, que brota a casi cuatro décadas vista de su debut. Casi nada.

Anterior crítica de discos: La estafa de la vida adulta, de Luis Prado.

 

Artículos relacionados