FONDO DE CATÁLOGO
«Se bajaron del carro de forma inesperada para calzarse todos los cueros posibles, llenarse de ironía, reírse de ellos mismos y crear un nuevo espacio musical»
Tras discos hiperventas como The Joshua Tree (1987) o Rattle and hum (1988), U2 se desmarcaron de su propio camino con Achtung baby (1991). Hasta allí nos lleva Sergio Almendros para analizar las claves de este álbum.
U2
Achtung baby
ISLAND RECORDS, 1991
Texto: SERGIO ALMENDROS.
A uno le entra un poco de ansiedad y un mucho de mala leche cuando le hacen proclamar cuál es su disco favorito de toda la historia, así, como si esa decisión no creara un universo de conflictos en tu interior, aunque sea únicamente por no poder nombrar aquel o este otro, pero desde hace un tiempo tomé la decisión de no devanarme los sesos ni medio segundo más con esta pregunta tan malintencionada y responder con rotundidad y sin dudas que el Achtung baby de U2. Porque cuando uno encara esa disyuntiva, lógicamente empiezan a tomar importancia muchos elementos más aparte de los estrictamente musicales, y con este disco yo tengo mil de esos elementos que le hacen imprescindible, único y definitivamente trascendental. Pero como tampoco es espacio este para recrearnos en temas personales, también debemos decir sin ningún rubor que artísticamente este disco es una obra maestra con todas las mayúsculas del teclado.
Achtung baby es digno de alabar no solo musicalmente, sino que su reconocimiento es también un reconocimiento al riesgo, a la valentía, algo tan complicado de encontrar hoy en día en la música, por supuesto incluso en los propios U2. Porque después de convertirse en la banda más grande del planeta con su épico rock de estadio de bandera blanca, los irlandeses se bajaron del carro de forma inesperada pero en el momento idóneo para calzarse todos los cueros posibles, llenarse de ironía, reírse casi de ellos mismos y crear un nuevo espacio musical, único hasta entonces e irrepetible en el futuro.
Ya no hablamos de canciones, como haremos en unas líneas; hablamos de lo que no se oye, o lo que se oye pero no sabes de dónde viene. No es ni la producción ni la grabación ni la mezcla, o lo es todo. Es algo más, una atmósfera, una textura, casi un estado, lo que hace de este álbum algo realmente especial. Nada nunca volverá a sonar así, ni mejor ni peor, así. Fue algo novedoso y ligeramente experimental, pero en su justa medida, nada que hiciera eclipsar lo realmente importante en cualquier álbum. Que nos dejemos las canciones para el final no es significativo, ya que no recuerdo un disco en el que todos sus cortes aporten tantísimo al conjunto y que, en sí mismos, sean absolutos temazos, sin discusión. Porque si “Zoo station” es la necesaria e inmejorable puerta de entrada a este universo, “Even better than the real thing” es perfecta es su frescura, un hit tremendo, y a continuación, cuando irrumpe “One”, uno ya no sabe si dejarla en bucle para toda la vida o seguir.
Después llega “Until the end of the world”, que fue una voladura de cabeza y mi favorita durante mucho tiempo, y luego la pluscuamperfecta “Who’s gonna ride your wild horses”, y el descanso obligado pero delicioso de “So cruel”, para a continuación rendirse a la nueva religión del grupo y querer adorar a estos tipos para siempre gracias a “The fly”, el tema que les redefinió (y que me redefinió, pero ya dije que no entraría en asuntos personales). Con “Misterious ways” incluso le dan una vuelta al sonido recién creado y juegan un poco con él, y la delicia de “Tryin’ to throw your arms around the world”, que tiene algo especial que no sabes qué es, pero desearías estar todo el día abrazado a ella.
Y cuando ya no sabes qué esperar te das cuenta (o te darás cuenta) de que aún queda lo mejor, de que el tríptico final con “Ultra violet”, “Acrobat” y “Love is blindness” es realmente el alma de Achtung baby, y de que la tuya ya la has vendido a estas canciones y de que todo ha explotado en ti, por un disco, por tu disco, al que más de treinta años después le dedicarás unas líneas sin venir demasiado a cuento, unas líneas descontextualizadas y ajenas a cualquier análisis. Pero que no me hubieran preguntado cuál es mi disco favorito.
–