El Camino: cómo enfrentarse a los demás (y a uno mismo)

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«Ocho artistas valientes, no siempre mediáticos pero sí transgresores y tremendamente talentosos»

Una serie documental conducida por Dani Martín se adentra en las carreteras secundarias de artistas que se han hecho a sí mismos. Hablamos con Niño de Elche, Nach y Alana Sinkey, protagonistas de la primera temporada de El Camino. Por Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: RAMEN STUDIO.

 

Nadie nace encima de un escenario y rara vez conocemos las vicisitudes que sufren los artistas para llegar hasta él. Lo que les cuesta encontrar su voz, compartir su arte, ponerse bajo el foco y lograr un puñado de aplausos. ¿Cómo llegan hasta ahí? ¿Qué hándicaps se encuentran? ¿Qué barreras y prejuicios propios y ajenos? Todas esas preguntas pudieron ser el acicate de la serie documental El Camino, que se estrenó hace unos meses en Movistar+. Ocho capítulos que desvelan el recorrido de músicos dispares que han elegido rutas distintas, pero con trazas en común. Una de ellas, el riesgo. La otra, desmarcarse de lo establecido, convirtiéndose en pioneros o referentes de sus respectivos géneros. Cada uno con su peculiar travesía, algo que muestra la serie de manera exquisita, tanto en el tratamiento cinematográfico como en el aspecto humano de cada historia.

De lo humano se encarga el conductor de la serie, Dani Martín, que después de su última gira se largó, en pleno enero, a hacer —precisamente— el Camino de Santiago. Ahí empezó a dar vueltas a este proyecto que comparte con la marca Johnnie Walker y que le pareció perfecto para ensalzar la carrera de artistas que caminan por los márgenes de la industria, fuera de las radiofórmulas o de lo convencional. Escogió a ocho artistas valientes, no siempre mediáticos pero sí transgresores y tremendamente talentosos: Niño de Elche, Nach, Alana Sinkëy, Sara Socas, Rulo, Christina Rosenvinge, Pepe Motos y Albany. Él se ha encargado de acompañarlos en esta ruta, esquivando el foco para desviarlo sobre ellos, ejerciendo de cómplice y convirtiéndose en un confidente que escucha cada historia con interés, cariño y respeto.

 

Niño de Elche: «El escenario y sus posibilidades estéticas y discursivas hacen de él un espacio de liberación»

 

La primera tanda de la serie la protagonizan cuatro artistas que pisan muy distinto y cuyas historias son auténticas e inspiradoras. Entre ellas, Sara Socas, una joven que peleó para abrirse camino en el complejo mundo del freestyle y que se ha convertido en todo un referente del género. O el inetiquetable Niño de Elche, siempre partidario del arte que confronta y es crítico, sabedor de que este causa más rechazo. «He transitado y sigo transitando muchos desvíos diferentes que me llevan a lugares insospechados. Es lo más fascinante de mi forma de entender el arte como vocación, como pulsión vital», defiende. Un buen día descubrió que sentía más libertad cuando se subía a las tablas, y ahí empezó a forjarse su arte. «El escenario y sus posibilidades estéticas y discursivas hacen de él un espacio de liberación. Las posibles máscaras, ficciones, realismos o surrealismos lo convierten en un espacio de posibilidad libertaria, aunque todo ello tenga un cierto riesgo ante la fragilidad que toda exposición pública crítica conlleva. Pero todo ello no me ha frenado para seguir haciendo un arte crítico y radical, sino todo lo contrario, porque precisamente encuentro en todo ello una amplitud de formas de hacer que en otros campos no los he encontrado», explica el artista alicantino a Efe Eme.

Muy diferente ha sido la travesía de Alana Sinkëy. De origen guineano, tras pasar unos años en Lisboa llegó a Madrid y aquí empezó a moldear su arte. En El Camino aparece descalza porque, según dice, eso representa sus raíces. También representa su forma de enfrentarse a la música, desnuda y sin artificios. «Exactamente, de más joven soñaba con ser una superestrella, y a medida que he ido creciendo y entendiendo sé que lo que quiero es aportar mi visión única, contar mi historia y cómo veo el mundo, poner mi potencial al servicio del arte. Y cuanto más me “desnude” en ese aspecto, mejor». Se sincera al señalar que ella misma fue su primer límite: «La primera barrera que me encontré, y la más importante, vino de mí misma por el entorno en el que crecí, como primera generación viviendo el sacrificio migratorio de mis padres. Con recursos tan limitados llevaba mis sueños por dentro, creía que era imposible llegar a cumplirlos. Hasta que me di cuenta de que nunca sería feliz resignándome y que no tenía nada que perder. Así me metí en una aventura de cumplir mis sueños, de inventarme la vida que quería, crearla y construirla paso a paso. De hacerlo por mí misma, en lugar de esperar a que la vida me compensara».

 

Alana Sinkëy: «Con recursos tan limitados, llevaba mis sueños por dentro»

 

Alana venció sus miedos con trabajo, tesón y esfuerzo. Y la música le ha llevado a lugares inimaginables, recorriendo Europa, Latinoamérica, Estados Unidos, Japón… «Incluso giré con mi hijo a las espaldas por Cuba, China, Hong Kong y muchos otros lugares. Me queda la espina de conocer más mi proprio continente», confiesa, en alusión a África. Sus pies desnudos se fueron adaptando a cada bache del asfalto, demostrándose a sí misma que sí podía hacerlo. «Muchas veces me he sentido frustrada con mi realidad, a veces he sentido que era injusto el esfuerzo que requería conseguir cada cosa y que la vida estaba en deuda conmigo. Darte cuenta de que no es así es realmente liberador. Te hace ver todas las bendiciones que tienes y lo que te fortalece realmente luchar por lo que crees». Al final, lo imposible se hizo posible, y a base de caminar sobre barro, piedras y astillas se ha hecho tremendamente fuerte. «Sigo flipando, la verdad. Sigo superando mis propias expectativas».

A mediados de los noventa, Nach tampoco lo tuvo nada fácil. El camino del rap en nuestro país estaba sin asfaltar. Pero, como relata en el documental, se planteó que transmitir a través de ese género no era algo imposible. «¿Por qué no voy a contar yo mi verdad?», se preguntó. La respuesta son casi treinta años de carrera que le han convertido en un referente absoluto. «Siempre he tenido claro que el arte debe contar una verdad. Yo no puedo controlar lo que otros hacen con su música, pero el valor de plasmar mis verdades en canciones, de denunciar, de relatar situaciones que he vivido es una de las cosas más importantes para mí. Creo que si no lo hiciera así perdería el sentido y me costaría mucho defenderlo. Respeto mucho a la gente que hace música solo para entretener, pero a mí me llena mucho más provocar algo más profundo y real», nos cuenta.

 

Nach: «La música me ha ayudado mucho a comunicarme conmigo mismo y con otras personas»

 

Por supuesto, no lo tuvo fácil. Le cayeron «hostias» cuando fichó por una multinacional y perdió mucha energía en derribar montañas de prejuicios, pero lo hizo con naturalidad. «Fichar por una multinacional iba a dar más envergadura a lo que yo hacía y, por supuesto, mi esencia no iba a cambiar. Al final la gente habla, hagas lo que hagas. En su momento, lo sopesé, consideré que era una buena idea… y hasta la fecha». En el documental deja reflexiones tan hondas como el sentido que tiene componer para él: «Muchas veces hago música por el miedo al vacío que puede haber cuando yo no haga música», dice. ¿Qué siente cuando hace música? «La música es un espejo que me ha ayudado mucho a comunicarme conmigo mismo y con otras personas. He aprendido mucho sobre mí gracias a ella. Me apasiona tener una idea y trabajarla hasta que va tomando forma en el estudio. Me gusta sentirme artesano de lo que hago». ¿Y qué vértigo tiene a dejar de hacerla? «El tipo de vértigo que tengo a dejar de hacer música se basa en que quizá, si esto sucede, me aburriré mucho y descubriré lo que ya sé: que ninguna otra cosa me llena como esto. Supongo que me da miedo deprimirme por ello».

Son historias crudas. Historias que dejan al descubierto los primeros pasos, primeros tropiezos, primeros miedos… y múltiples abismos. Pero también son ejemplo de fe, de pelea, de fortaleza ante cada obstáculo. Todos parecen haberse enfrentado a los demás y, quizá, también a sí mismos, para llegar al lugar que ocupan. Y eso es lo que refleja la serie: no importa el calzado que lleven (o no lleven), sino el impulso que les ha llevado a luchar por la música. En 2024 El Camino regresará con otros cuatro capítulos sobre Christina Rosenvinge, Rulo, Pepe Motos y Albany, y ahí volverá a estar Dani Martín acompañando, entendiendo sus fragilidades y sus vértigos, y compartiendo su admiración por compañeros de raza que lograron caminar kilómetros y más kilómetros contra el viento. Buen camino y keep walking.

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