«No quería maquillar la crudeza del dolor físico y decidí ser muy prosaica en la descripción de lo que sucede»
Un nuevo disco que también es una obra de teatro, titulado Amadora, es la propuesta que trae Tulsa en el último tramo de 2023. Sobre las nuevas canciones, el dolor y las desilusiones habla Miren Iza en esta entrevista de Jagoba Estébanez.
Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Fotos: AITOR LASPIUR.
Amadora (Matxitxako records, 2023) es el séptimo trabajo de estudio de Tulsa, que además de un disco conceptual es una propuesta escénica junto a la dramaturga María Velasco. En ella se desgranan los dolores visibles e invisibles de las mujeres y la herencia que su sacrificio y abnegación por los demás dejan en las que vienen detrás. Lejos de todo consumo rápido, Miren Iza, alma mater de Tulsa, nos ofrece un realismo sucio y lirismo descarnado que se agarra a las entrañas con canciones intimistas y bailables entre sintetizadores, pop melodramático y post-punk, para erigirse como el mejor álbum de su carrera y uno de los más sorprendentes del año, que impacta y atrapa desde la primera escucha.
¿Quién es Amadora?
Un personaje supuestamente de ficción conformado por un montón de mujeres, entre otras yo misma.
¿Y qué es lo que te ha movido para dar forma a este proyecto?
Quería contar la experiencia del dolor que yo veía en muchas mujeres [Miren Iza es psiquiatra y ejerce la profesión]. También lo sufrí yo misma, viviendo con un dolor y una limitación del cuerpo sin saber qué evolución iba a tener, y esto me hizo reflexionar acerca de la negociación con él. Aunque por suerte ya pasó.
Me alegro de que estés mejor, Miren. ¿A qué dolor te refieres?
Muchas veces damos todo por sentado cuando tenemos buena salud, pero de repente aparece algo que condiciona toda tu vida, y debes entrar en un proceso de negociación contigo misma para no permitir que ese dolor lo invada todo, sobre todo el espacio mental. Esto fue lo que actuó de disparador del disco. De todos modos, el dolor del que hablo en el álbum está más relacionado con el rol femenino, ya que tenemos una herencia envenenada de ser santas, cuidadoras, estar siempre disponibles, ser buenas, tiernas… y todo lo que tiene que ver con el malestar que eso genera, que es una expresión bloqueada, con lo que es muy lógico pensar que dicho dolor se manifiesta en tu cuerpo porque no tiene otra manera de aparecer.
En el álbum hablas también de los dolores físicos de manera explícita: las tetas exprimidas en una bandeja como la mártir Santa Águeda, dolor en las pestañas, en el pelo y hasta en el maléolo tibial. ¿Se expresa de esta forma?
Sí, no quería maquillar la crudeza del dolor físico y decidí ser muy prosaica en la descripción de lo que sucede. El fármaco también está ahí expresando cosas, explicitado.
¿Sigue habiendo muchas Amadoras y síndromes de Wendy?
Sí, y muchas. Las hay en la generación de nuestras madres, que es lo que principalmente ha querido contar María Velasco en la obra de teatro, pero también las hay en mi generación. Yo lo veo muy cerca en familiares y amigas de mi edad, a quienes se les añade la carga de trabajar fuera con la de ser el último sostén de la casa. Son ellas quienes tienen ese conocimiento omnisciente de todo lo que pasa en la casa, mucho más que la pareja, lo cual supone una carga brutal. Es más, te diría que ahora el síndrome es más acusado que antes porque también hay mucha exigencia en los trabajos fuera de casa, lo cual sería genial siempre y cuando hubiera una delegación total de la carga de ser ese último soporte, pero esto normalmente no ocurre, ya que la delegación que hay es parcial.
Además de un disco, Amadora es una obra de teatro. ¿Cómo se te ocurrió moverte a los teatros?
Fantaseaba con poner en escena determinadas cosas que yo vivía en el otro ámbito de mi vida, el de la salud mental, donde llevo ya más de veinte años, para comprender qué me estaba pasando. Y creo que este tema del dolor es suficientemente complejo como para plantearlo únicamente para un disco, ya que se quedaría un poco corto para desarrollar el tema. Además, se junta una especie de hastío con las dinámicas de la música, en la que también llevo muchos años.
¿Qué te ocurre con la música?
Te dejas la piel en un disco y a veces te quedas con muchos sinsabores, dependiendo siempre de agentes externos para la presentación del mismo. Además, el circuito de salas, que es el más natural para los músicos, está un poco malherido, con lo que parece que al final dependes de los festivales y esto es muy doloroso, porque un grupo pequeño como Tulsa nunca vamos a tener el espacio físico ni temporal que necesitamos para hacer lo que queremos. Es por eso que fantaseaba también con ir al teatro, que es el templo donde puedes tener la atención total del público y todo lo demás desaparece. En el teatro en general hay una calidad mucho mayor.
«Un grupo pequeño como Tulsa nunca vamos a tener el espacio físico ni temporal que necesitamos para hacer lo que queremos»
¿Así se gestó la colaboración entre María Velasco y tú?
Sí, con este desiderátum empecé a preguntar y milagrosamente empecé a recibir respuestas positivas, cosa que no esperaba. La verdad es que tengo muchos proyectos que han acabado en la basura y ahí están bien, no pasa nada.
Música, cine y ahora teatro. Has tocado todos los palos, ¿qué viene después?
Me gustaría profundizar más en la música. Siento que tengo oficio a la hora de hacer canciones, por lo que seguiré investigando en la música siempre, eso está muy vivo en mí, aunque ahora mismo no sé de qué manera voy a hacer otro disco. El teatro me ha parecido divertido, pero también muy duro, requiere una entrega total y mucho más intensa que la música, además de un equipo más grande, por lo tanto, más frágil. Me ha gustado la experiencia, pero tengo muchas ganas de seguir con la música, incluso me he comprado un piano ahora… tengo esa lívido muy despierta, muy activa.
¿Cómo ha sido el planteamiento del elepé al tratarse también de una obra de teatro?
Empecé hace un año y medio a escribir canciones y se las enviaba a María Velasco en forma de maqueta, para que ella empezara a escribir también, con lo que fue algo bastante simultáneo donde ambas fuimos formando el personaje de Amadora con esas dimensiones.
O sea, que tú no has musicado una obra ni María Velasco ha hecho una obra de teatro en base a un disco.
Exacto, aunque es cierto que María iba teniendo las canciones un poquito antes, con lo que el punto de partida fue musical. Ella veía que mis canciones eran ya muy narrativas, dudando incluso dónde cabría su texto, pero al final lo ha llevado a su propio universo y a su propia motivación desde donde ha escrito. Yo por momentos también me he permitido ser más crítica y más lírica, aunque también es cierto que soy muy explícita siempre [risas].
Ya lo creo, y esa explicitud se percibe en las canciones. Una tarde, volviendo del trabajo sonó “Una parte de mí” en el coche y me destrozó completamente, tanto que tuve que parar en el arcén porque rompí a llorar. Es escrupulosamente gráfica, no podía quitarme la imagen de la cabeza, ¿cómo se te ocurrió que alguien se sintiera como un zorro disecado con ojos de cristal en una vitrina?
¡Guau! A ver, hay una parte misteriosa que la verdad que no sabemos de dónde viene. Intentas controlar el proceso creativo y muchas veces lamentablemente no hay respuesta, pero es que además tampoco lo puedes repetir. En esta canción quería hablar de la disociación, donde te pierdes tú misma muchas veces y hay una parte de ti que no conoces, que se ha perdido. Es como alguien que va tomando decisiones a lo largo de su vida y llega un momento que no sabe si las ha tomado desde el deseo propio o el deseo ajeno. Aquí hay algo de la infancia que se ha perdido, que estaba en la persona y ya no está, por haber vivido a expensas de los demás.
Supongo que los coros en esta canción tendrán un potente significado, como lo tenían en “La boda” de tu álbum anterior, Ese éxtasis (Intromúsica, 2021). No das puntada sin hilo.
¡Ja, ja! Los coros representan a la gente de alrededor de Amadora, quien los oye de lejos y siente que le están pidiendo algo. Todo el mundo quiere de Amadora y ella ya lo siente como algo lejano, siendo cada vez menos capaz de saber lo que le están pidiendo. Ella se siente incapaz de seguir dando todo lo que estaba dando hasta el momento.
Además termina muy potente, está llena de contrastes y electrónica.
Tiene una historia muy curiosa. Inicialmente “Una parte de mí” era un arpegio de piano todo el rato, junto con la voz y el estribillo muy potente. Pero con Ángel Luján [que repite producción en este disco] tengo un nivel de juego y de libertad total en la que no nos da ningún miedo probar cosas nuevas. El caso es que le mandamos la pista a Carasueño, que es quien ha hecho algunas de las mezclas, y cuando la recibimos de vuelta nos dimos cuenta de que faltaba ese piano nuclear. A Ángel y a mí nos sorprendió, pero nos encantó así, con esa sensación de desaparición, de vacío, de suspensión… así que así se quedó. Pensamos que a lo mejor se le olvidó, así que bendito accidente.
Los sintetizadores le quedan fenomenal a Tulsa. “Melocotón” tiene madera de éxito y es increíblemente motivadora. Esta canción tan liberadora tiene una escena muy potente con los caballos galopando. ¿Qué significa este elemento disruptivo? ¿Es que Amadora se libera a sí misma?
Sí, totalmente. Es la canción de fuga, la huida del personaje, que se quita la capa de la represión y conecta con lo que lleva dentro que tiene que dejar salir. De todos modos, debo decir que esta la única canción que no está en la obra de teatro, las otras nueve sí. Aquí la producción de Ángel es determinante, la velocidad y esos sintes tan asesinos son lo que llamo yo «lujanescos».
«Tengo muchos proyectos que han acabado en la basura y ahí están bien, no pasa nada»
En esta ocasión es un caballo, pero el disco está lleno de animales: peces, zorros, caballos, león, medusas… ¿A qué se debe esto?
No sé si me di mucha cuenta, pero es cierto que María me decía que había hecho como un bestiario, que estaba todo lleno de animales. Joder, es una cosa curiosa, ¡no sé qué me pasa! A ver, esto puede sonar demasiado antropocéntrico, pero creo que los animales nos ayudan muchas veces a comprender qué nos pasa, intentando ver cómo sus conductas las aplicamos a nosotros mismos. Aunque no tiene nada que ver, los animales son animales y no quieren ser humanos… [duda un momento] Creo que tiene que ver con una tradición cristiana, también.
Y el raciocinio es el elemento más diferenciador.
Es la diferencia fundamental, ellos no piensan en que están siendo un ejemplo de nada, y nosotros todo el rato nos empeñamos en traer a los animales para explicar nuestra conducta, y no [risas]. Me parece muy poético también incluir todo el abanico de animales, es bello.
Hablando de belleza, leí unas líneas de María Velasco que me marcaron mucho, cito textualmente: «La música es la prueba de que podemos reinventarnos a pesar de la pesada carga de la herencia y del daño». ¿El arte sana y abre otros caminos?
Sí, ¿no? Freud decía que el hombre, siendo consciente de su finitud necesita lenitivos, alivios, bálsamos. Los ha encontrado en las drogas, en la religión y en el arte. En realidad, no sé si esto que estamos haciendo es arte, pero quiero creer que sí, aunque estas canciones que hacemos me parecen algo tan pequeño y tan sencillo al lado de algo como una catedral… Pero sí que creo que el ser humano puede curar heridas o aliviarlas con la incursión en el arte, sobre todo compartiendo subjetividades con el cine, una pintura, una canción… Lo que haces es una comunicación, con lo cual se parará un poquito la hemorragia de una herida que está sangrando. No te digo que sea un revulsivo muy radical, pero nos pone en comunicación con los otros y con el mundo, entonces eso hace que la vida sea un poco más tolerable.
Con esto, entre otras cosas, ¿podemos zafarnos de la carga hereditaria de Amadora?
Creo radicalmente que sí, de lo contrario no me habría dedicado toda la vida al cambio, que es básicamente lo que he hecho. Creo que para desembarazarse de esa herencia primero hay que identificarla. Pero ojo, también hay herencias que son muy buenas, simplemente hay que desvelar el deseo propio, identificar qué cosas son impuestas por herencia, o en el presente incluso, aunque impuestas por el exterior, y tomar decisiones. La herencia tiene una parte buena, que es anestésica, en la que uno no se cuestiona nada, tirando hacia delante con lo que le han dado, y esto también apacigua muchas angustias. Si una persona está en equilibrio con eso, a lo mejor le sirve. Pero si vamos camino de la conciencia y hay un dolor que está enraizado y que no vemos, desde luego hay que remover los cimientos y ver qué hay ahí.
Pasemos a la gira. Habéis presentado la obra de teatro en Madrid, en el Teatro Canal y en San Lorenzo del Escorial. ¿Cómo está yendo?
Superbién, todo vendido. Me alucina porque es un formato increíblemente lujoso para nosotros, con la banda todo el rato en escena y tocando en esas condiciones de calidad. Además, la gente muy atenta y muy permeable a lo que está pasando en el escenario, y esto es una pasada. Luego tendré que acostumbrarme otra vez al barullo de la música [risas].
¿La llevaréis a otras ciudades?
Espero que sí, la intención es dejarnos llevar e ir donde nos quieran. Actualmente estamos cerrando fechas en otros lugares.
¿Habrá también gira del disco solo en formato de concierto musical?
Sí, la habrá.
Seguro que va fenomenal. Permíteme una última pregunta antes de despedirnos. Tras más de quince años ya en el oficio musical, con la perspectiva que tienes ahora, ¿qué consejo le darías a la Miren Iza de los inicios?
[Piensa un largo rato, y tras un largo silencio, concluye] Que por favor no sufra por amor, que es ridículo.