«Estamos diseñados para pelear y defendernos, y cuando nos va de la hostia, y no tenemos problemas, nos los inventamos»
Coque Malla despide 2023 por todo lo alto, alumbrando su nuevo disco, Aunque estemos muertos, editado por Warner, y con un Ondas a la trayectoria musical bajo el brazo. De todo ello habla con Arancha Moreno, autora del libro Coque Malla. Sueños, gigantes y astronautas (Efe Eme, 2019).
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: JUAN PÉREZ- FAJARDO.
La clave se la dio Bowie, aunque Coque Malla nunca ha sido de estar quieto y de pie en el mismo sitio demasiado rato. En los parámetros del rock se mueve como pez en el agua, pero lo mismo se monta un disco orquestal que hubiese vuelto loco a cualquiera que se lanza a un álbum más bailable o publica, como ahora mismo, Aunque estemos muertos, un trabajo en el que sobrevuelan el tempus fugit, la muerte y el abismo en un clima entre tenebroso, enérgico y luminoso. Quizá la clave esté en la adversativa, en el aunque, que es donde queda claro que no canta solo desde el lado oscuro, a lo Darth Vader, sino que opera a contraluz. Diez canciones que reúnen una mañana de noviembre, con la química de siempre, a departir en The Music Station, las oficinas de su discográfica, Warner. Y con el Ondas a la trayectoria musical -con casi cuarenta años de carrera- aún pendiente de recoger.
He visto un cartel gigantesco en la fachada de FNAC, en pleno Callao, en Madrid, anunciando un showcase para presentar tu nuevo disco. Y precisamente hoy, la ciudad ha amanecido envuelta en niebla, ¡y hasta tenía una telaraña en mi coche! Estoy fascinada con la puesta en escena de Aunque estemos muertos.
[Risas] Sí. Lo de Callao, ni en mis mejores sueños. Recuerdo una vez que pasé por ahí y estaba Miguel Bosé con la promo de Papito, con un cartel enorme, y pensé: «¡Qué nivelazo!». Y mira, ha llegado.
El comentario de la niebla, y del clima, no es casual. Porque el clima es muy importante en este disco. ¿Qué clima, físico e interior, tenías cuando empezaste a pergeñar el disco?
Se ha alargado tanto, creo que fundamentalmente por la pandemia, el tiempo entre ¿Revolución? y este disco que a veces me cuesta pensar el punto en el que empecé con las canciones. En este caso está bastante compuesto en el momento y para este álbum, pero hace poco me he acordado de que “Como la mañana”, que es el epílogo, la canción que cierra, se compuso para un musical, Clara y el abismo.
Pensé en un musical en cuanto empecé a escucharla, porque tiene un rollo muy Disney en el arranque.
Sí, pero no era nada Disney, el musical. En realidad era un monólogo durísimo de una mujer que tenía cáncer, por eso se llama Clara y el abismo, era muy bonita la historia porque estaba contada al revés. Empezaba con la mujer enterrada, viendo cómo la gente iba a su funeral, y luego pasaba al hospital, a punto de morir, cuando el médico le decía que tenía cáncer, cuando estaba sana… Es de un autor uruguayo [Gabriel Calderón] increíble, el texto era buenísimo, y de un director canario, Mario Vega, que tenía una compañía con su mujer. Me llamaron para hacer cinco o seis canciones para este monólogo, porque estaba acompañada por una pianista que a veces cantaba y le daba la réplica. Y una era esta, “Como la mañana”. Me gustó tanto la canción que pensé que tenía que usarla en algún momento, y cuando tuve claro el concepto de este disco la vi perfecta como epílogo. Después de toda la reflexión, no precisamente dulce, sobre el paso del tiempo, las pérdidas, el miedo a la tragedia… aparece esa canción como esperanzadora, bonita, dulce, pero al final se tuerce. Pasa a tonos menores y acaba con una nota que Jose [Nortes] decía: «Tío, ¡esto parece la matanza de Texas!». Quitando esa, todas las canciones están compuestas en una época bastante reciente.
¿Y en qué momento vital?
Estaba, paradójicamente, en un momento bastante bueno, lo que pasa es que tener una vida tan idílica… Somos máquinas de guerra, lo decía una amiga hace tiempo: estamos diseñados para pelear y defendernos, y cuando nos va de la hostia, y no tenemos problemas, nos los inventamos. La gente en África no tiene problemas existenciales porque tienen problemas reales. Nosotros nos inventamos problemas que tienen que ver con la muerte, el vacío… Estas dudas y este miedo aparecen en un momento idílico en mi vida, precisamente por el miedo a perderlo, a que el tiempo pase muy rápido, a que los niños se hagan muy mayores, a que les pase algo… Han sido una serie de acontecimientos. La pandemia nos ha pegado un hostiazo, nos ha puesto la muerte muy cerca y nos ha recordado que somos muy frágiles como especie. De hecho, el disco empieza «pierdo la alegría de sentirme indestructible». Luego, la pérdida de mis padres y la paternidad, dejar de ser hijo y ser solo padre, te coloca en otro lugar del tablero existencial. La edad, el paso del tiempo, ver lo rápido que crecen los niños… todo eso me ha hecho reflexionar. Para el que haya sufrido una tragedia tremebunda, la conciencia de la muerte es otra, pero si no es así, creo que hasta una edad pensamos que nunca nos vamos a morir, que es algo que le pasa a otros. Esa angustia existencial ha provocado este disco, que creo que es superpotente, no es mortuorio, triste, fúnebre… Tiene una mala hostia, una energía… tiene momentos oscuros y para dentro, pero tiene muchos momentos de mucha vitalidad. Es un disco sobre la muerte tiene mucha vitalidad. Como animales que somos, la conciencia de la muerte nos genera energía.
«La pérdida de mis padres y la paternidad te coloca en otro lugar del tablero existencial»
Reaccionamos ante ese «peligro».
Eso o te deprimes, te pegas un tiro y te tiras por la ventana, que no es mi caso. Tomar conciencia de la muerte te rebela como animal. Es un disco con una vitalidad brutal, flipo con cómo lo hemos grabado, la energía de la banda, el final de “Baila en la oscuridad” tiene una mala hostia y un rock que no tenía ni con Los Ronaldos, una energía rockera más madura. Porque es un disco muy rockero. Moderno, pero rockero.
Estoy de acuerdo. En ¿Revolución? andabas escuchando a Daft Punk, con la música de baile en la cabeza, y aquí encuentro unas coordenadas mucho más rockeras. Tú vienes del rock, pero ¿qué tenías entre manos, cuando diseñabas la música de este disco?
Varias cosas. Primero, dejar los arreglos fuera. En El último hombre en la Tierra, Irrepetible y ¿Revolución? teníamos en la cabeza hacer un disco orquestal, y eso influye mucho en la composición, en cómo suena la banda. Quitar los arreglos iba a generar otra energía: iba a ser un disco sin un solo arreglo. Una energía más de banda, más guitarrera, más rockera. Hay una influencia muy fuerte, y un reciente descubrimiento: The Smile, el grupo paralelo de Radiohead. The Smile me ha hecho bucear mucho más profundamente en Radiohead, creo que eso se nota en el disco. Tiene cosas medio grunge, de Pearl Jam, del Radiohead más guitarrero…
Nada que ver con tus noventa, con los discos de los noventa de Los Ronaldos ni de Coque Malla.
No, es noventero de los grupos de la época. Hubo un mantra que me repetí durante todo el proceso, una frase de Bowie que me voló la cabeza: «Si un artista está cómodo en su área de trabajo es que no está trabajando en el área correcta». Él decía que cuando va a bañarse y siente que hace pie, se mete más profundo, hasta que deja de hacer pie y siente que se va a ahogar, porque ahí es donde pasan las cosas interesantes. Dije: «Voy a intentarlo». Meterme más adentro, perder el control de la situación, no sentirme seguro, que ocurran cosas. Creo que lo hemos hecho, en el local de ensayo y en el estudio ha habido un clima de experimentación muy bestia. No hemos revolucionado la música con este disco, pero nunca me había sentido de esta manera trabajando.
Que tú pierdas el control es muy revelador, porque siempre te ha gustado tenerlo todo bajo control.
Absolutamente. Uno de los propósitos ha sido ese, no ejercer un control absoluto sobre cada nota. Sujetar mis caballos controladores y dejar que la banda fluyese. En muchos momentos lo he conseguido y ha sido alucinante. Se nota en el disco. Hay canciones que son más Coque Malla, pero en otras se nota que estamos viajando, improvisando.
Se te reconoce en las canciones, porque tienes un sello muy propio, pero es cierto que hay caras diferentes. Hay algunas maneras de este disco que me recuerdan al “Todo el mundo arde” que grabaste en Irrepetible, donde te acompañó Amable Rodríguez, el nuevo fichaje de la banda. ¿Puede que aquel camino haya desembocado en este disco?
Puede ser. También hay una cosa importantísima que has comentado: Amable ha jugado un papel fundamental en este disco. Sus guitarras, sus sonidos, su energía nos han arrastrado también. En esas guitarras, en esas capas de sonido, tiene mucho que ver Amable. Y yo he permitido que sucediese, le he dejado. Ese ha sido el ejercicio de contención que he hecho. No controles, deja que ocurra. Amable ha sido absolutamente clave. Toda la banda…
Pero Amable (que sustituye a Toni Brunet a la guitarra) ha sido el punto diferencial.
Exactamente, es el nuevo y ha introducido cosas nuevas. Lo noto en los Stones, han rejuvenecido treinta años y estoy convencido de que es por la incorporación de Steve Jordan. Cuando les vi el año pasado, en el en Wanda Metropolitano, no lo podía creer. Es el mejor concierto de los Stones que he visto, ¡con ochenta años!, y les he visto diecisiete veces desde el 89, que tenían mi edad de ahora, que eran unos chavales. Creo que tiene mucho que ver con la energía de Jordan. Amable ha traído nuevas energías.
¿Que bailes con los muertos, como haces en “Bailo con los muertos”, es un guiño inconsciente al “Thriller” de Michael Jackson?
[Risas] Puede ser que el subconsciente me haya traicionado. No lo había pensado, qué bonito que el subconsciente de mi primer amor musical haya aparecido.
Antes me has explicado todo el hilo conductor del disco. ¿Es entonces un disco conceptual?
Sí, aunque me parece un poco pedante por mi parte. Según me hago mayor me da más pudor decir que es un álbum conceptual, porque el arte conceptual es otra cosa, son palabras mayores. Yo hablaría más de conseguir que el clima no se rompa en todo el disco. Para que ese clima no se rompa todo tiene que estar a su servicio. Resumiendo, un álbum conceptual. Creo que es en el que más lo he conseguido, de todos los que he hecho. No hay una sola fisura en ese sentido.
«En el local de ensayo y en el estudio ha habido un clima de experimentación muy bestia»
“Volverán los dioses a fijarse en mí”, cantas en “Volverán”. Los dioses no sé, pero parece que las musas no te dejan de lado. ¿Te cuesta sacar un disco adelante o las cosas son cada vez más sencillas con el paso de los discos?
Cada vez soy más consciente del viaje que es, tal y como me lo tomo yo, además. Con esto del concepto, del clima del disco, el nivel de concentración de trabajo, de intensidad, de las letras, es tan fuerte durante tantos meses que cada vez me agota más. Antes iba a grabar un disco como si fuera la primera vez, a ver qué pasaba. Ahora ya sé lo que pasa. En cada disco pasan cosas nuevas, pero ya conozco el proceso, y es agotador. Cada vez me agota más saber que viene eso por delante y me libera más terminarlo, pero lo que es la composición, de momento, me pongo y sale. El disco son los deberes y los exámenes, y la gira son las vacaciones, el recreo. Lo que pasa es que soy un buen estudiante. En el cole no, era un estudiante desastroso. Aquí soy un buen estudiante, pero por bueno que sea… cuando viene la época de exámenes, heavy, Soy más consciente y me cuesta más, pero no por un problema de inspiración.
En tus canciones siempre pones mucho sentimiento, pero en esta ocasión noto algo distinto en la interpretación. Por ejemplo, en “Baila en la oscuridad”. No sé si ha habido algún cambio en el estudio, en ese sentido.
Yo soy muy intenso, no hago discos ligeros. Siempre hay una implicación emocional muy bestia, o casi siempre. En ¿Revolución? había una canción más ligera, como “Un lazo rojo, un agujero”, pero este es denso, y se nota. Parece una chorrada, pero hay un detalle técnico: cambiamos el micro habitual, y noto que la voz suena mucho más cercana, más de verdad, se me nota la garganta, el sentimiento. Normalmente grabamos con el micro que me dice Jose [Nortes], que es con el que Michael Jackson grabó no sé si Thriller u Off the wall, las voces de verdad las grabamos con un Neuman, que es con el que grababa Sinatra. Pero esta vez probé las voces y me gustaba más el micro de referencia, y lo dejamos así. Y es el mayor acierto de producción que he hecho en toda mi carrera. La parte técnica es más de Jose, la mía la dirección musical, pero esta vez pillé el material y me arriesgué, y cogí un micrófono de menos categoría, pero se ha notado. Aparte de la implicación emocional, que siempre hay.
Es cierto que es más guitarrero, y que hay furia, pero la voz, y las voces que te acompañan son claves. Por ahí está Jacobo Serra, con el que tienes mucha química. No creo que le consideres un heredero, pero ¿notas que has pasado el testigo a otra generación, cuando ves lo que hace Jacobo?
Creo que Jacobo es un maestro, no tengo que enseñarle nada. Sí creo que hemos bebido de lo mismo, por eso somos tan amigos y hay tanta conexión, porque hay una conexión espiritual también. En otros artistas noto una influencia, que siguen mis pasos, pero Jacobo es muy grande. Hay una conexión brutal y ha ayudado a que sean los mejores coros que he grabado nunca.
Los coros, y las voces femeninas que te hacen el contrapunto en “Como los gatos salvajes”, también son muy buenos.
En muchas de mis canciones hay un coro femenino que replica al narrador y que hace como de coro griego. Esa combinación ha sido brutal, esa manera de estructurar los coros, que juegan un papel importante, y la armonización de Álex Olmedo, que la ha hecho él, y la combinación de las voces de Álex, Jacobo y Anni B Sweet ha sido brutal. Y Araceli y María, que también han intervenido. Pero lo de Anni es brutal. No la iba a grabar en “Como los gatos salvajes” porque pensaba que iba a aportar la parte más indie, más delicada, como la de “El dragón”, esa cosa pura que tiene. Y Jose dijo: «Vamos a dejarla». Él la había escuchado en otro registro. La canción acaba con un coro góspel, cuando cantan «vuelvo a mi hogar». Conseguir ese coro en España es dificilísimo, que suene a góspel, que no suene como a OT. Tiene un registro la tía… es una cantante mayúscula, hace lo que le da la gana. Se grabó las tres armonías del final. Se añadió a Araceli y a María, pero fundamentalmente es ella haciendo las tres voces. Y tiene la potencia y el vibrato, esa cosa negra, y es creíble, siendo española. Parece un coro de negras, es brutal, es la primera vez en mi vida que lo consigo.
Me has comentado antes de la entrevista que cuando comience tu nueva gira llevarás más de un año sin tocar, y que ya te subes por las paredes. ¿Estás diseñando ya la gira?
Sí, y es jodido, tiene dificultad. Igual no lo debería decir, pero lo digo: he pensado en tocar el disco entero, hacer el disco de arriba abajo, en su orden, pero tiene dificultad. Con El último hombre en la Tierra y ¿Revolución? pensábamos que iba a ser traumático trasladar esas canciones sin los arreglos y no lo fue, fue fácil. Pero este es más jodido. Tiene tantas capas, tanto clima, es un disco inmersivo, y al reproducirlo en directo hay cosas que se caen. Nos obliga a llevar cosas grabadas, pero no acaba de funcionar por la claqueta, el tempo… estamos viendo qué vamos a hacer. Por eso no duermo por las noches [risas], porque todavía no tengo agarrado el show, y para mí es lo más importante.
¿La formación será la misma del disco?
Sí, sí. No va a haber vientos esta vez. Quizá en el Price invitemos a los gatos salvajes, a Anni, Jacobo y Álex, pero más allá de eso será una banda de rock.
El disco no viene con un pan bajo el brazo, ¡pero trae un Ondas!
[Risas] Sí, un subidón. Se rumoreaba, aquí, en Warner, pero pensaba que no me lo iban a dar ni de coña, que soy el tipo menos considerado para los premios de España, pero mira, se ha roto el maleficio.
¿Lo vas a colocar junto al cabezón del Goya?
Supongo que sí, lo que pasa es que lo tengo en el piano de pared, y ya lo tengo lleno de cosas, y el Ondas es un bicharraco, es un caballo, y no sé si me cabrá.
Coque, al margen de todo lo que has hecho en estos casi cuarenta años, hay un libro sobre tu historia, que escribió alguien; el documental Jorge. Una travesía de Coque Malla, de Lasdelcine, que es candidata a los Goya… ¿Lo próximo va a ser Coque Malla, el musical?
[Risas] Jose y yo hacemos bromas, porque todos mis discos tienen esa cosa medio teatral, cinematográfica. Cuando le pusimos “Como los gatos salvajes” a Morgan [Britos, su mánager], me dijo: «Hostia, parece un musical». Y Jose y yo siempre hacemos la broma de: «Aunque estemos muertos, el musical».