TREINTA ANIVERSARIO
«Una obra que tiene grandes canciones y pone de manifiesto que Mike Scott recorre un camino que no está marcado de antemano»
Hasta el sexto álbum de estudio de Waterboys se remonta Fernando Ballesteros esta vez. Un disco que cobró vida durante la estancia de Mike Scott en Nueva York, lo que le llevó a contar con músicos de sesión norteamericanos para un repertorio orientado definitivamente al rock y a las guitarras.
Waterboys
Dream harder
GEFFEN RECORDS, 1993
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Hace menos de un año, con motivo de su última visita a Madrid y presentando su nuevo disco, el decimoquinto de su carrera, leí aquí mismo una muy buena entrevista con el líder de los Waterboys, Mike Scott. Su titular no habría podido estar mejor elegido: «Los artistas deberíamos de mejorar a medida que envejecemos». Así de rotundo se expresaba un hombre que parece tener clarísimo lo que es el arte y cuál tiene que ser el papel de una persona que se dedica a crear. Crecer y mejorar como artista radica en dejar que tu arte fluya por encima de las exigencias del mercado y esa premisa siempre ha estado muy presente en su cabeza.
En 1993, Waterboys ya habían grabado cinco discos, llevaban diez años editando música y habían escrito un puñado de canciones que se habían convertido en clásicos. En un momento determinado, tras This is the sea, las expectativas puestas en ellos se desbordaron y tuvieron que lidiar con ellas. Algunas no se cumplieron. Otros grupos terminaron protagonizando un despegue que a ellos se les resistió y, tengo para mí, por lo que he leído a Mike en varias ocasiones, que a él tampoco le importó demasiado.
En este contexto llegaba el sexto elepé de la banda. La respuesta fue Dream harder, una obra que tiene grandes canciones y pone de manifiesto que Mike Scott recorre un camino que no está marcado de antemano, quizá porque siempre se ha sentido en ese papel de secundario que tiene suficiente éxito y al que le sobra el reconocimiento de compañeros generacionales y alumnos, porque él, de prestigio, va sobrado. Nunca ha tenido problemas con eso el escocés, la suya es una historia de éxito muy controlado. Siempre me ha dado la sensación de encontrarse, a la hora de crear, en un estado de perfecto equilibrio, y los resultados están ahí; también la evolución y la forma que ha tenido de enseñar nuevos perfiles, todo forma parte de un creador con mayúsculas.
Desmarcándose de las grandes expectativas
Seguramente, cuando la banda se puso a componer los temas de Dream harder ya tenían muy claro que no iban a conseguir el eco que habían tenido al comienzo de la década. Fisherman’s blues (1988) y Room to roam (1990) habían puesto muy alto el listón y los caminos de la industria tampoco parecían remar a favor. En las islas se preparaban para elevar a los altares al britpop, era la forma de darle la réplica a la invasión alternativa que un par de años antes lo había cambiado casi todo. Pero siempre hay espacio para una banda como Waterboys; es posible que, en ocasiones, y este 1993 es una de ellas, merecieran más, pero… ¿Crees que a Mike le importó demasiado?
En el plano personal, el señor Scott ( «a Scottish man fronting an american band», que cantaban los chicos de You Am I) se había mudado al Greenwich Village neoyorquino; era una época de cambios, era momento de dejarse llevar y eso siempre lo ha sabido hacer de maravilla. Terminaba por lo tanto la etapa irlandesa y Mike, tras fichar por Geffen, se rodeaba de músicos de sesión norteamericanos. El resultado fue un conjunto de canciones de sonido mucho más robusto que sus antecesores, con las guitarras tomando un gran protagonismo. En mayo de 1993 veía la luz un disco que dejaba atrás los aires folk y celtas para tomar el desvío directo hacia el rock. No solo el autor cambió de ciudad, también su nueva música lo hace. Todo suena mucho más americano en un álbum grabado en Nueva York, con Bill Price a los mandos y reputados músicos de sesión, entre los que se encontraba una leyenda del calibre de Jim Keltner a la batería.
“Glasbonbury song” y “The return of pan”, que se situaron rápidamente en el Top 30 de la lista británica, fueron las canciones elegidas como single y les tengo que alabar el gusto a los que tomaron la decisión. No siempre ocurre, pero se trata de las dos mejores del trabajo. Todavía hoy siguen sonando en sus directos y se han convertido en clásicos de su cancionero. El resto, con sus altos y sus bajos, tiene también grandes momentos. “The new life”, de entrada, ya deja claro que estamos ante un disco eminentemente rockero aunque no falten los momentos folk, en este caso con acento country en “Corn circles”.
“Suffer” tiene el aroma de los clásicos, aunque ¿no lo era ya Mike en 1993?; y “Love and death” nos muestra el lado más poético del autor. Por encima de los cambios en los registros sonoros, Dream harder se mantiene firme en las líneas básicas de Scott cuando se pone a la tarea de escribir. Sus influencias literarias, su canto a la espiritualidad y su crítica a un mundo en el que esta brilla por su ausencia están presentes en estos surcos. Y, es que, hay señas de identidad que nunca se abandonan.
La historia cuenta que esta vez las críticas no fueron unánimes. Las hubo buenas, sí, pero abundaron las tibias y algunas que, directamente, se cargaban el disco. Escuchándolo de nuevo y leyendo algún que otro titular añejo, llama la atención la dureza con la que algunos críticos lo juzgaron. Sin ánimo de erigirme en justiciero, estas líneas se me antojan una buena oportunidad para intentar poner las cosas en su sitio. Y hacerlo sin pasarme en el elogio.
Porque conviene dejar claro, de todos modos, que Dream harder no está entre los mejores discos de Waterboys. Se disfruta y es digno de aplauso por su intención de huir de posiciones acomodadas para emprender el camino que te dicta el corazón, y ahí radica buena parte de la grandeza, no ya del elepé en cuestión, sino de la carrera de Scott. El hombre detrás de Waterboys, porque la banda es él por encima de los cambios de formación —muchos— que se han producido a lo largo de los años, se encontraba en un buen momento creativo. Había soportado la presión del éxito y no había sucumbido en el intento; aún así, lo que se escucha en el disco, está por debajo de trabajos como This is the sea o Fisherman´s blues, por citar, probablemente, los dos más destacados. Dream harder logró escalar en las listas de éxitos en el Reino Unido llegando hasta el número cinco, pero en Estados Unidos, a pesar de la americanización del sonido, la acogida fue mucho más discreta.
Siete años de silencio
Ocurrió otro hecho que marcó el futuro inmediato del grupo, y es que Mike no pudo ir de gira como Waterboys porque le fue materialmente imposible montar una banda de directo. El revés sufrido le hizo abandonar Estados Unidos en 1994. El disco, por la imposibilidad de girar, estuvo muy lejos de tener un recorrido comercial al uso y eso lastró sus resultados y motivó varias decisiones: la más destacada, aparcar a los Waterboys durante los siguientes siete años, un periodo de tiempo en el que Mike Scott aprovechó, entre otras cosas, para grabar dos notables trabajos en solitario.
Hubo que esperar al año 2000 para asistir al regreso de los Waterboys. Desde entonces ya no han parado. Nunca han editado un disco que le haga bajar la cabeza al fan, aunque es cierto que sus grabaciones en el nuevo siglo se mueven un par de peldaños por debajo de sus grandes momentos. En cualquier caso, los mínimos de calidad son tan altos que todos sus trabajos se disfrutan y, en ocasiones, el paso del tiempo —y eso ocurre en Dream harder— permite apreciar y hacer justicia a un conjunto de canciones notable.
En escena no hay dudas con Mike Scott. Asistir a uno de sus conciertos es tener la garantía de que vas a disfrutar de una gran noche. Nunca faltan los clásicos y las bandas que acompañan al maestro son competentes en el peor de los casos. Y es que, a pesar de su carácter complicado, motivo que está detrás de la inestabilidad en las alineaciones, siempre se las ha apañado para tener buenos músicos a su lado. El camino recorrido por los Waterboys en los últimos cuarenta años es este y ahora yo pregunto: ¿Creen que Mike Scott es mejor artista a medida que envejece?
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Anterior entrega de 30º Aniversario: The infotainment scan (1993), de The Fall: reconocimiento fugaz para una banda eterna.